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Por el bautismo estamos llamados a amar generosamente a Dios y a colaborar en la misión de la Iglesia. Existen diversas formas de vivir el Bautismo. Una de ellas es la vocación a la vida según los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. En ella nos consagramos de modo especial a la persona de Cristo y a su obra. Mediante la profesión religiosa ratificamos nuestra entrega. Así nos hacemos verdaderamente aptos para el apostolado.

 

Los consejos evangélicos se distinguen unos de otros por su contenido. No obstante esta diferencia, tienen la misma finalidad: hacernos libres y disponibles para servir a Dios y para el bien de los hombres.

 

Por la fidelidad a los consejos evangélicos somos signo de Dios en el mundo; animamos y confirmamos en la fe a nuestros hermanos; ponemos de manifiesto el auténtico sentido de la vida y damos testimonio de la existencia y del amor de Dios.

 

        Congregación de los Misioneros de Mariannhill

    "Mejores campos, casas, corazones"

Somos conscientes de la tensión que existe entre el ideal y la realidad. Para poder ser signo de Dios es imprescindible una constante revisión de vida, orientada a Cristo y a su Evangelio. Así es tanto en la vida individual como en la de cada una de nuestras comunidades. Somos conscientes de que la vida según los consejos evangélicos es auténtica únicamente si está animada por el amor y conlleva un compromiso.

 

Al ser Dios "un Dios para nosotros" los hombres (cf. 2Cor.5,21), nos ponemos mediante los votos, al servicio de los hombres. Nuestra vocación a la vida religiosa y a la evangelización constituye una unidad. Por una parte, el trabajo apostólico en nuestra Congregación pertenece a la esencia de nuestra vida religiosa y, por otra, la entrega a Dios nos hace disponibles para los hombres (LG 44). Por lo tanto, nuestra vida religiosa ha de estar penetrada de espíritu apostólico, y nuestra actividad misionera, informada por el espíritu de los consejos evangélicos (cf. PC 8)