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Llamados a la castidad consagrada, hemos de amar y servir a Dios y a los hombres como Cristo y no buscar nuestro propio interés. No es fácil cumplir con esta exigencia, pues nunca poseemos el amor en su plenitud, que, además, se encuentra siempre amenazado por nuestro egoísmo.

 

 

La castidad por el Reino de los Cielos sólo puede vivirse desde la fe en Cristo. Por eso, no confiamos en nuestras propias fuerzas, sino que buscamos el encuentro con Aquel por quien Dios nos ha amado primero (PC 12). La ayuda de Cristo y la intercesión de su Madre nos fortalecerán en el amor.

 

 

Como hombres célibes, aceptamos cierta soledad. La vida en común puede ayudarnos eficazmente a superarla. Por eso, queremos lograr comunidades en las que cada uno se sienta aceptado y en las que sea posible la amistad. En la medida en que logremos esto, ponemos de manifiesto el sentido de la convivencia humana y damos testimonio de que el amor es deber de todos los hombres.

 

 

Un cuidado razonable de la salud (PC 12) y el trabajo satisfactorio nos facilita la vida de castidad. Esta vida exige, también, trato prudente con las personas y constante autodominio.

 

La castidad, vivida como consagración a Dios, nos libera de todo tipo de ataduras internas y externas, disponiéndonos positivamente para el cumplimiento del mandato misionero de Cristo.

        Congregación de los Misioneros de Mariannhill

    "Mejores campos, casas, corazones"

Nuestra castidad consagrada sólo se comprende desde la fe en Cristo, pues es castidad por el Reino de los Cielos. Cristo mismo vivió célibe, para estar totalmente disponible al Padre y para el bien de los hombres. Él nos ha llamado a vivir de la misma forma. Así nuestra castidad es signo de que Él es el centro de nuestra vida.

 

 

El voto de castidad consagrada nos obliga a vivir, en el marco del  celibato, una castidad perfecta. La castidad, sin embargo, no se reduce a la mera renuncia, y no es, ni mucho menos, una renuncia al amor. Cada hombre está llamado a amar, aunque las modalidades de esta vocacición y de su realización sean diferentes.