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-Monasterio trapense de Mariannhill, en África del Sur, “un monasterio con puerta, pero sin tapias, abierto a la mansión" 

Poco después, acompañado de un grupo reducido de monjes que le siguió, con pocos medios y mucha fe, fundó la Trapa de Mariannhill (“Colina de María y de Ana”) el 26 de Diciembre de 1882. De ella llegó a ser su primer Abad y desde ella dirigió la fundación de 28 estaciones filiales de misión en el tiempo récord de veinte años.

 

-Habla el Abad Francisco: «Se llamará Mariannhill… María: porque nuestros monasterios están siempre de dicados a María…; Ana: porque éste en particular está dedicado, también, a Santa Ana…; y Hill (colina, en inglés): porque se levantará sobre un majestuoso cerro». Así se imaginaba el Abad Francisco su monasterio de Mariannhill hasta que Dios le cambió sus planes (ver dibujo lateral):

Aquel Monasterio vino a ser un centro de espiritualidad, de cultura y de desarrollo técnico y agrícola. Desde él, su Abad puso en práctica entre los pueblos zulúes un sistema de evangelización, copia del que los benedictinos aplicaron en Europa a lo largo de la Edad Media.

 

-Habla el Abad Francisco: «Se alza aquí toda una maraña de  construcciones y, entre ellas, tres secciones del monasterio, ocupadas por un gran dormitorio, una sala capitular y un oratorio. Hay, además, herrería, cerrajería, sastrería, zapatería, carpintería y una era para trillar. La imprenta y la tipografía han encontrado, por fin, un emplazamiento fijo, después de muchos cambios. Una hospedería y, junto a ella, un taller de fotografía.

 

Entre todos estos edificios hay almacenes y vestuarios. Junto al refectorio se ha construido una cocina y, adosada a la iglesia, una sacristía.  Más abajo está la escuela…, y, al otro lado, a cierta distancia, las cuadras. Para el transporte, se han construido varios ramales de carreteras, trazados a base de romper la roca viva, y dos puentes de piedra sobre el río. En la imprenta han editado nuestros hermanos un catecismo, las “Hojas Volantes" y otras publicaciones en inglés y alemán…».

 

 

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En 1879, un obispo de África del Sur (Monseñor Ricards) pidió a los Abades y Priores trapenses, reunidos en Capítulo General, la fundación de una comunidad contemplativa en aquella parte del mundo. El entonces Prior del Monasterio de Maria Stern, en Bosnia, Padre Francisco Pfanner, con casi 55 años de edad, se ofreció voluntario para fundar una Trapa en África del Sur: “Si nadie va, iré yo”.

 

-Habla el Abad Francisco: «Mientras san Agustín salió de Roma, yo salí de Bosnia. Él fue enviado por el Papa Gregorio Magno. Yo recibí la misión del Papa Pío IX. Él desembarcó con cuarenta monjes en Inglaterra, yo en África del Sur con treinta. Fueron san Fridolin y San Columbano quienes llevaron la fe a Alemania y al Norte de Francia…, y todos estos misioneros fueron monjes. Construyeron monasterios y evangelizaron».

Guiado por la máxima benedictina “Ora et Labora”, con los casi 300 monjes que aquella Abadía llegó a tener y con la ayuda inestimable de las Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre, por él fundadas, el Abad Francisco trabajó sin descanso para hacer realidad su sueño evangelizador, que queda sintetizado en el lema: “Mejores Campos, Mejores Casas, Mejores Corazones”.

 

-Habla el Abad Francisco: «Hasta ahora, los Africanos no sabían casi nada de un Dios invisible, omnipotente y omnipresente. Pero, desde que viven entre nosotros y ven cómo nuestros hermanos se arrodillan siete veces al día para la oración, sea en el surco del campo o en el andamio, en el lavadero o junto al yunque, reconocen con claridad que este Dios es invisible, omnipotente y que todo lo sabe. De esta forma, cada hermano, esté labrando o cuidando los bueyes, es para ellos un misionero y su ejemplo les enseña más sobre la oración que todo el “Tratado de la oración perfecta”, del P. Rodríguez».

 

Pronto surgió el conflicto entre la intensa actividad misionera y la severa regla trapense. Aquella comunidad contemplativa se iba pareciendo, cada vez más, a una comunidad misionera. Pero la evolución experimentada en Mariannhill no fue rebeldía. Un visitador de la Orden la definió como “Feliz culpa”.

 

-Habla el Abad Francisco: «Si uno ha de ser verdadero misionero, tiene que dejar, al menos, tres cuartas partes de la Regla Trapense, sobre todo, lo referente a las cláusulas principales como el silencio, el ayuno, la clausura, la restricción en la correspondencia y la comida.

 

Yo sugiero que una nueva “Misión Universal” sea organizada por Roma, y que esta congregación acepte de los trapenses sus métodos de trabajo, pero, en cuanto a la regla, que siga la que yo he elaborado y que es la más simple y la más efectiva del mundo.

 

Es cierto que una vez escribí que si yo fuera joven, nunca volvería a entrar en los trapenses (donde entró para “bien morir”), sino en una congregación misionera, donde no haya guerra entre “regla” y “misión”, donde estuvieran unidas, como en la nueva congregación romana que yo he propuesto.

 

Ser trapense y misionero, al mismo tiempo, es imposible. Sólo he deseado en todos mis empeños y trabajos la mayor gloria y honor de Dios. Por eso, he pedido otra congregación misionera mayor que la Trapa y que dicha congregación esté directamente bajo la jurisdicción de la Congregación de la Propaganda de la Fe, en Roma. Entonces trabajaría con todos estos hombres, no sólo en África del Sur, sino en Rusia y el mundo entero».

 

En medio de tanta actividad misionera, el Abad Francisco confió siempre en la Providencia de Dios. Convencido del valor sin precio de la Preciosísima Sangre de Cristo y movido por el Espíritu Santo, supo unir contemplación y actividad misionera. Aceptó la voluntad de Dios en su vida, manifestada en no pocas incomprensiones y enfermedades y, poniendo la mano en el arado, perseveró hasta el final. Puso todas sus misiones bajo la protección de la Virgen María.

 

-Habla el Abad Francisco: «Creo que Dios, en su sabiduría y bondad, permitió todo esto por el bien de mi alma. […] Mirad, los malos entendidos son siempre posibles, y a nadie se le debe echar en cara la culpa, cuando Dios lo permite por el bien de uno. […] Señor, te doy gracias porque me has acompañado a esta soledad. En mi pobreza, haces brillar la gloria de tu resurrección, como ante aquellos discípulos que llevaban el corazón triste y dolorido. Te pido, como ellos, a las puertas de Emaús: “Quédate conmigo, pues cae la tarde y el día está para terminar”. […] Hoy es la fiesta de la Cruz de Nuestro Señor. Yo también he encontrado un trozo precioso de la cruz. La abrazaré y la besaré. Me acercará a mi Padre celestial».

              Monasterio trapense de Mariannhill, en África del Sur, “un monasterio con puerta, pero sin tapias,                              abierto a la misión”

        Congregación de los Misioneros de Mariannhill

    "Mejores campos, casas, corazones"