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El voto de obediencia nos obliga:

 

•   A observar fielmente las Constituciones.

 

•   A obedecer a los superiores, cuando mandan algo conforme a las Constituciones.

 

•   A estar a disposición de la Congregación y su cometido.

 

•   Debemos obediencia al Papa, como al Superior supremo de nuestra Congregación, también, por razón del voto de obediencia.

 

La obligación de obedecer a nuestros superiores no excluye, de ninguna manera, la franca exposición de nuestra opinión y convicción personal, pero sín que releguemos a segundo lugar nuestros propios intereses y deseos y colaboremos generosamente en la tarea de la comunidad.

 

Por razones graves, un superior mayor puede dar una orden conforme a las Constituciones, apelando al voto de obediencia. Semejante orden ha de darse por escrito. Si es posible, el Superior debe oír a su Consejo con anterioridad.

 

Todos los hermanos son responsables de la obra de la Congregación. Ejercen su responsabilidad, no sólo mediante la deliberación y planificación en común, sino, también, participando, cada uno según sus posibilidades, en la ejecución concreta y desarrollando sus propias iniciativas.

 

Para que pueda haber responsabilidad común, es necesaria una buena información. La corresponsabilidad y la planificación en común exigen que todos estén suficientemente informados.

 

El Superior considerara su cargo como un servicio a los hermanos y a la comunidad. Estará abierto a los problemas de todos y les ayudara a vivir su vocación y a permanecer fieles a ella. En todo se dejará guiar por el respeto a la persona humana (PC 14).

 

Todos deben colaborar y apoyar al Superior, quien, en un dialogo sincero y fraternal con cada uno, tratará de descubrir la voluntad de Dios, promover la creatividad de sus hermanos y ponerla al servicio de la comunidad y sus tareas, sin merma de su derecho a tomar decisiones.

 

La obediencia, como dimensión de nuestra vida religiosa, contribuye al desarrollo de la personalidad, conduce a la libertad de los hijos de Dios (PC 14) y fomenta la unidad. Nos permite presentar ante los hombres una vida que les sirva de orientación en sus relaciones con los demás.

 

        Congregación de los Misioneros de Mariannhill

    "Mejores campos, casas, corazones"

Cristo vino para hacer la voluntad del Padre. Obediente, estuvo dispuesto a servir y a dar su vida para rescate de muchos (Jn.6,38; Mt.20,28). A Él le reconocemos como nuestro único Señor y Maestro. Entre nosotros nos tratamos como hermanos (Mt.23,8).

 

Siguiendo el ejemplo de Cristo, procuramos constantemente descubrir la voluntad de Dios y realizarla con amor y obediencia. Dios nos comunica su voluntad de diferentes maneras: en los signos de los tiempos, por las necesidades de la gente, por el hermano, la comunidad y, de modo especial, por la Iglesia y nuestros superiores.