
27 Abr Pentecostés: Lanzados a la misión
Con la llegada del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús comenzó el despliegue de toda la actividad misionera de la Iglesia. Antes de la llegada del Espíritu los discípulos se encontraban llenos de miedo, encerrados y callados.
[1] Los que estaban llenos de miedo, al recibir la visita del Espíritu Santo, se animaron y se armaron de valentía. Hoy somos nosotros, en cuanto discípulos de Jesús, los que hemos recibido el mismo Espíritu. Y ello se prueba si vivimos con gozo y entusiasmo nuestra condición cristiana, lo que supone que apreciemos todo aquello en lo que creemos, esperamos y amamos; que nos sintamos dichosos de ser lo que somos, afortunados de tener sitio y hogar en el Corazón de Dios, de poder vivir de acuerdo con su ley. No se espera de los que hemos recibido el Espíritu que vivamos apocados.
[2] En segundo lugar, los que estaban encerrados, al recibir la visita del Espíritu Santo, abrieron las puertas, salieron a las calles y plazas como hombres nuevos, transformados, convertidos. Hoy somos nosotros, en cuanto los discípulos del Maestro, quienes hemos recibido el mismo Espíritu. Y ello se verificará, si también salimos de nuestro encerramiento y llevamos el tesoro, que puso el Señor en nuestras manos, a la plaza pública. Tarea que supone vivir en coherencia nuestra fe y compromisos bautismales llevando una vida de convertidos.
[3] Y por último y en tercer lugar, los que entonces, discípulos de Cristo, estaban callados, salieron a predicar el Evangelio recibido. Hoy nosotros somos esos mismos discípulos de Jesús, que habiendo recibido el Espíritu Santo, no podemos quedar indiferentes ante todos aquellos que nada saben de Cristo y de su obra redentora, que no pueden vivir en el seno de la Iglesia. En definitiva, nos duele que otros no puedan vivir la Gracia que hemos recibido nosotros inmerecidamente.
Animémonos, pues, a llevar una vida en el Espíritu Santo, lo cual implica obedecer sus inspiraciones, trabajar con sus dones y dejar que en nosotros produzca sus frutos. Animémonos también a salir con impulso misionero y llenos de valentía a predicar el Evangelio. A nuestra mano y a nuestro alcance están el llevar una vida de acuerdo con el Evangelio, el hablar dando razón de nuestra fe, el rezar para que el Evangelio de Cristo alcance hasta los confines de la tierra, el poder ofrecer nuestros dolores y sacrificios, el compartir nuestros bienes en donativos y limosnas misioneros.
P. Lino Herrero Prieto CMM
Misionero de Mariannhill