HISTORIA DE UN CAMINO -Los discípulos de Emaús-

HISTORIA DE UN CAMINO -Los discípulos de Emaús-

INTRODUCCIÓN

Al concebir este relato sobre Jesús y los discípulos de Emaús, deseaba saber cuál pudo haber sido el contenido real de lo que Jesús les había explicado, en el camino de Emaús, a aquellos dos discípulos, que huían de Jerusalén, discutiendo entre sí, y que el Evangelio resume como “empezando por Moisés y siguiendo por los profetas –que incluyen al rey David, con sus salmos-, les explicó todo lo referente a Él en las Escrituras” (Lc.24,27). Y suponiendo que ese fuera, también, el tema de la conversación de Jesús con Moisés, representante de la Ley, y Elías, representante de los Profetas, durante su Transfiguración en el monte Tabor (cf. Mt.17,1-13), comencé a investigar al respecto y hallé cientos de profecías sobre el Mesías de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, algunas de las cuales nos suelen pasar desapercibidas, sin que, por ello, sean menos importantes.

Un pista muy práctica en este sentido me vino de la mano de San Juan Evangelista, el “Discípulo Amado” y testigo presencial de prácticamente todos los hechos relevantes de la vida pública de Jesús, quien dice de sí mismo: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y el que escribió esto, y sabemos que su testimonio es verdadero” (Jn.21,24) “y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis” (Jn.19,35). Y añade: “Muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro” (Jn.20,30), “que si se escribieran con detalle, pienso que ni aun el mundo mismo podría contener los libros que se escribirían” (Jn.21,15), “pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre” (Jn.20,31).

Por eso, le tocó “ir al grano”, aquilatando lo fundamental, al seleccionar aquellas señales que sí escribió, como las más demostrativas de que Jesús era el Mesías prometido. La clave de todo estaba en Moisés, en quien él se inspiró a la hora de trazar las líneas maestras de sus dos relatos escritos: su Evangelio y el Apocalipsis; una clave recogida de labios del propio Jesús, cuando dijo a los fariseos: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Jn.5,39-40)… “No penséis que yo os acusaré delante del Padre; el que os acusa es Moisés, en quien vosotros habéis puesto vuestra esperanza –y no en Jesús, como el Mesías-. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?” (Jn.5,45-47).

Además, Jesús mismo se la había dicho a ellos, recién resucitado, cuando se les apareció en el cenáculo: “Esto es lo que yo os decía cuando todavía estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. “Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas” (Lc.22,44-48). Algo que repetirá, también, el Apóstol Felipe, al encontrar a Nataniel bajo la higuera: “Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas, a Jesús de Nazaret, el hijo de José” (Jn.1,45) y San Pablo, en su primera Carta a los Corintios: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (I Cor.15,3-4). ¡Comencemos!

RELATO

Jesús se aparece en un altozano del camino, justo detrás de dos ruidosos viajeros que van de camino, ataviado de la misma manera en que se le apareció a María Magdalena, aquella misma mañana, pero el bordón de peregrino, que ahora lleva en la mano, le confiere más el aspecto de un aguerrido viajero de largos caminos que el de un gentil hortelano. Jesús acelera el paso hasta alcanzarlos y, al llegar a su altura, haciéndose el encontradizo, les saluda y les pregunta: “¿De qué discutís, tan encendidos, a estas horas de la tarde, mientras vais de camino?” Ellos, sorprendidos, se paran en seco y enmudecen, como si los hubieran descubierto haciendo algo malo y, encogidos de miedo, no se atreven ni a mirar. Jesús vuelve a hablar, para inspirarles confianza, y se sitúa delante de ellos, para que vean que nada tienen que temer, y, sonriendo, les repite su saludo y la pregunta.

Entonces, el primero de ellos, suspira aliviado y, tartamudeando, todavía, por el susto, le responde visiblemente entristecido: “De Jesús de Nazaret, un gran profeta, que hacía las obras de Dios en medio del pueblo y de cómo terminó” y, después, se hace un largo silencio. Jesús les pregunta: “Ya, ¿y cómo terminó?”. El segundo de ellos, sorprendido, le pregunta a su vez, blandiendo el dedo índice delante de sus ojos: “Perdona nuestra extrañeza, amigo, pero ¿cómo es que vienes del lado de Jerusalén, al igual que nosotros, y no sabes nada de un asunto que es la comidilla de toda la ciudad durante estos días?”… Entonces, interviene, quejumbroso, el primero: “Algunos de los nuestros dicen que prometió volver y, pasados ya tres días, nadie le ha vuelto a ver”. Y el segundo le interrumpe, fastidiado: “¡Y es una pena, porque todos pensábamos que era el Mesías y que, ¡por fin!, ésta vez, iba a ser la buena, pero ya ves…!”. Y el primero contraataca, visiblemente enojado: “Y dime: Ahora, ¿quién liberará a Israel? ¿Eh, eh? ¿Quién lo hará?

Divertido por la avalancha de respuestas, Jesús levanta las manos, pidiendo silencio, y, antes de que discutan otra vez, consigue preguntar: “Sí, sí, pero ¿qué le pasó?” Entonces, el segundo, responde lacónico: “Que los sumos sacerdotes lo entregaron a los romanos, para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron”. Jesús les dice: “Pues si lo mataron, ¿cómo podrá volver?” El primero de ellos reacciona, fastidiado: “Ya te dije antes que algunos decían que prometió volver, pero algo falló, porque ya había resucitado a otros”. Entonces, el segundo, con la mirada pícara y dándole golpecitos con el codo, le dice al primero: “Recuerda que algunas mujeres hablaron del sepulcro vacío y de unos ángeles que le anunciaban resucitado, pero ¿quién puede creer a las mujeres?” Y el primero reacciona, conciliador: “Eso, eso ¿quién puede creer a las mujeres? Nuestros superiores fueron y lo encontraron todo tal como ellas dijeron, pero a Él no le vieron”.

Jesús, sin salir de su asombro, les pregunta: “Y ¿entonces?” El segundo responde tajante: “Entonces, nos despedimos y nos fuimos” y el primero se justifica: “Porque muchos otros lo hicieron antes, ¿eh?” y, el segundo, con voz triste, exclama: “Ya, pero nosotros no sabemos si hicimos bien o no, por eso discutíamos” y el segundo le completa: “Nuestro corazón insiste en que no puede terminar todo así, que debe haber algo más, pero el hecho es que nos vinimos por Él y nos volvemos sin Él. El primero suspira: “¡Aaaay! ¡La vida no será la misma sin Él!”. “¡Y nosotros tampoco!”, le completa el segundo. “¿Cómo nos acostumbraremos a vivir sin Él?”, hipa el primero. “Sí, ya no merece la pena vivir”, le apostilla el segundo. Y, abrazados el uno al otro, se echan a llorar desconsolados por tan terrible desgracia, ante la mirada atónica de Jesús, que, conmovido por la simplicidad de aquellos dos discípulos y por todo lo sucedido en apenas tres minutos, estalla divertido, meneando la cabeza: ¡Oh Dios, vuestra falta de fe, cuánto os hace sufrir!… Pero ¡qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas!… ¿No era necesario que el Mesías padeciera todo esto y entrara así en su gloria?” (Lc.24,25-26)…. ”¡Si le hubierais creído a Moisés, le habríais creído al Mesías, pues del Mesías escribió Moisés!” (cf. Jn.5,46).

Entonces, uno de ellos, interrumpiendo, súbitamente, su llanto, se suelta de su compañero y, de un manotazo, se seca las lágrimas, para encararse con aquel desconocido y espetarle, dedo en ristre: “¡Anda ya, listillo! ¡Hace un rato no sabías nada sobre el tema! y, ahora, fingiendo saberlo todo, ¿pretendes darnos lecciones para avergonzarnos?… A ver, jovencito: ¿Qué es lo que Moisés escribió sobre el Mesías, que únicamente lo hayas entendido tú?” Y Jesús, poniéndole las manos sobre los hombros, para tranquilizarlo, les invita a seguir el viaje, pues atardece: “Amigos, no era mi intención molestaros, pero sigamos caminando mientras hablamos”, después prosigue: “Creo firmemente que cuando Dios le dijo a Moisés: “Yo suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti; pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande. Si alguno no escucha mis Palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuentas de ello» (Deut.18,18-19), se estaba refiriendo al Mesías de Israel, a vuestro Jesús de Nazaret, quien vendría a ser como un segundo Moisés, en cuanto a su autoridad profética, pero el principal de todos los profetas que Dios ha enviado al mundo y el representante de todos ellos, pues el Mesías es, realmente, “el Hijo de Dios vivo” (Mt.16,16)”.

Gratamente complacidos por lo que acaban de escuchar, mirando hacia él y agradecidos por sus palabras, los dos vuelven a sonreír, mientras uno de ellos exclama: “¡Ahí va, ese detalle se nos había escapado! Él solía decir: “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre, que me ha enviado, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» (Jn.12,47-50)”. Y el otro dice: “¡Es verdad! Las mujeres nos dijeron que el centurión romano, después de atravesarlo con su lanza, se arrodilló ante Él y dijo: “Verdaderamente, este hombre era el Hijo de Dios” (Mc.15,39; Mt.27,54). Después, volviendo a entristecerse, le pregunta: “Pero, ¿por qué, siendo el Mesías, tenía que morir y de esa manera? ¿Dónde estaba escrita tal cosa?” Jesús le mira compasivo y responde con ternura: “En la Ley y los Profetas, en las Sagradas Escrituras” y ellos, deteniéndose de golpe, le miran entre perplejos y asustados; nunca antes habían oído decir tal cosa. Uno de ellos acierta a decir: “¿Co-cómo así? Siempre hemos creído que el Mesías no podía sufrir ni morir” y Jesús le responde: “Eso es porque, a pesar de que reconocéis a Isaías como el profeta del Mesías, en vuestras sinagogas jamás leéis su poema sobre el “siervo sufriente” de Yahvéh (cf. Is.53), que se refiere a los padecimientos del Mesías”.

Y Jesús, viéndolos desolados, como ovejas que no tienen pastor, comienza a instruirlos para infundirles esperanza: “Os dije que todo comenzaba con Moisés, pues, con él, Dios instituyó la costumbre del Cordero Pascual, como prefiguración, preparación y entrenamiento para la llegada del verdadero Cordero Pascual: el Mesías, vuestro Jesús. Fue a Moisés a quien Dios le encargó muchas de las cosas que vivís actualmente y que los fariseos no han desvirtuado, todavía, con su levadura de preceptos humanos, que alejan de Dios y no salvan. La sangre del cordero sin mancha ni defecto es derramada, desde entonces, como propiciación por los que tienen pecado, y recibe la muerte sustitutoria que ellos habrían merecido por sus pecados. Tal fue el papel de vuestro Jesús, sólo que Él, como Mesías, tenía, realmente, la capacidad de perdonar los pecados del mundo”.

Sí –contesta uno de ellos-, el sumo sacerdote llegó a decir que convenía que muriera uno por todo el pueblo y, más tarde, que cayera su sangre sobre nosotros y nuestros hijos”. “Ya veis –responde Jesús-, describe perfectamente la misión propiciatoria del Cordero Pascual. ¿Y no lo declaró, previamente, sin mancha, para poderlo sacrificar, conforme a la Ley?”. “No –responde el otro- ese honor le correspondió a Pilato, el único que mencionó que no encontraba delito en Él, antes de mandarlo a padecer, aunque había querido evitarlo”. Y Jesús dice: “Ya veis, ¿que más pruebas queréis de que vuestro Jesús era, realmente, el Cordero de Dios y tenía que morir para expiar los pecados de muchos y alcanzaros la salvación, conforme decían las Escrituras (cf.1Co.15,3)?: La sangre de aquellos primeros corderos salvó a los israelitas en Egipto, pero la Sangre de este divino Cordero salva a todos los hombres, en todo el mundo y en todas las edades del mundo, y de una vez para siempre”.

Más tarde, Dios concedió a David, el Rey-Profeta Mesiánico, una visión especial de la Pasión del Mesías, a partir de la cual compuso un salmo (cf. Sal. 22), en el que describía, con todo lujo de detalles, la pasión y muerte del Mesías, pero también su victoria. Un salmo que todos recitáis sin entenderlo, pero que Él recitaría desde la cruz, con todo conocimiento de causa, pues hablaba de su pasión”. Ellos escuchan atónitos, sin dar crédito a sus oídos, pero Jesús los saca de su ensimismamiento, al preguntarles: “Decidme una cosa: En algún momento de su pasión, Jesús llegó a decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?””. Ellos se miran asombrados y se dicen entre murmullos: “¡Ay va! ¿Cómo sabe eso?”… “¡Era un secreto!”. Al fin, uno le responde nervioso: “Ssssí… Verás, las mujeres que estaban al pie de la cruz nos dijeron que estaban escandalizadas de que, precisamente Él, se quejara contra Dios y dijera aquellas cosas en la cruz”. Jesús les responde: “¡Ja, ja, ja! ¡Para nada! Vuestro Jesús estaba orando a su Padre desde la cruz” Y el otro, volviendo a menear su dedo, pregunta asombrado: “¿Y tú cómo lo sabes, señor burlón, si no estabas allí?” Jesús, le responde tranquilizador: “¿Sabéis cómo empieza ese salmo? ¿No? Os lo recordaré: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos? Te invoco de día, y no respondes, de noche, y no encuentro descanso; y sin embargo, tú eres el Santo, que reinas entre las alabanzas de Israel” (Sal.22,2-4). Luego, Jesús, el Mesías, no estaba desesperado ni quejándose a Dios ni rebelándose contra Él, sino que estaba rezando desde la cruz el salmo que, proféticamente, había compuesto para Él, el Rey David, cientos de años atrás”.

Como no hay más protestas, Jesús continúa: “Y, precisamente, en ese salmo el Rey David profetiza que las manos y los pies del Mesías serán “traspasados” (cf. Sal.22,16;Jn.20,25), que no se le romperá ni un solo hueso (cf. Sal.22,17; Sal.34,21; Jn.19,33) y que se repartirán su ropa y echarán a suertes su túnica (cf. Sal.22,18; Mt.27,35). Incluso, en otro salmo, el Rey David concretará que el Mesías será traicionado por un amigo (Sal.41,9). Es más, el profeta Zacarías anuncia que será vendido por 30 monedas de plata (Zac.11,13), que, cuando sea herido, le abandonarán sus discípulos (Zac.13,7;Mt.26,31) y que todos mirarán al que traspasaron (Zac.12,10). Decidme, por favor, si fue así”. Y ellos, cada vez más sorprendidos, se preguntan: “¿Cómo puede saber todo eso, sólo por las Escrituras: la traición de Judas, las negaciones de Pedro, el abandono de todos en Getsemaní?” y se limitan a asentir con la cabeza. “Ya veis, vosotros mismos sois testigos de que ni disparato ni miento”.

Entonces, el primero de ellos vuelve a la carga con otra pregunta: “Así que fue clavado y muerto en la cruz por nuestros pecados, pero ¿y la lanzada del soldado, cuando Él ya estaba muerto? ¡Eso no entraba en las Escrituras!”. Y Jesús le responde: “Me temo que sí, pues él debía ser degollado como los demás corderos y derramar su Sangre en sacrificio de expiación: “Mirarán al que traspasaron” (Zac.12,10), ¿os acordáis? Y no sólo con los clavos (cf. Sal.22,16), con la lanza, también: “No se le quebrará un solo hueso” (Sal.22,17;34,21), ¿recordáis? Eso le evitó el “crucifagio” romano, que le rompieran las piernas, cumpliéndose la profecía”. “Ya –vuelve a arremeter-, pero ¿dónde figura esa lanza?”.

Jesús, comprendiendo que está impactado por aquel acontecimiento, le responde con ternura: “Amigo, para eso hemos de volver, otra vez, al desierto con Moisés y situarnos en el monte Horeb, junto a la roca en forma de corazón humano, que domina el lugar. Dios le pidió a Moisés que golpeara aquella roca una sola vez, para que saliera agua con la que lavar y dar de beber a todo el Pueblo de Dios”. El otro, con cara de extrañeza, le responde: “No sé adónde quieres llegar, señor”. Y Jesús le dice: “A que el soldado, con su lanza, golpeó el Corazón de la Roca, que es Cristo, el Cordero de Dios, para que de su costado saliera Sangre –para sellar el pacto- y Agua –con la que lavar el pecado de su Pueblo y satisfacer su sed-“. Ya sin argumentos, aquel discípulo, refunfuña: “Ya, pero Moisés golpeó la roca dos veces y no una, como el soldado”. Y Jesús le replica: “Por eso Dios le castigó sin entrar en la tierra prometida, pues su falta de fe, había estropeado aquel gran signo de Dios para su Pueblo”.

El primero de ellos pregunta, entonces: “¿Quieres decir que sufrió todo lo que sufrió, hasta morir en la cruz, sólo porque estaba escrito? Y Jesús le responde: “No, claro que no, murió por Amor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn.15,13) y Él la entregó libremente (cf. Jn.10,18), y por un Designio de Amor: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para salvar al mundo” (Jn.3,16). Pero ese designio de amor fue comunicado a los profetas, pues “nada hace Dios sin comunicárselo a sus siervos los profetas” (cf. Am.3,7), y fue puesto por escrito, para que lo reconocierais cuando aconteciera”. Entonces, el otro suspira: “Ya… ¡Cuesta creerlo! ¿Verdad?… Y nosotros no supimos entenderle”, y después pregunta: “Él dijo muchas veces que aún no había llegado su hora. Entonces,… ¿aquélla era “su hora”?” Y Jesús le responde: “Sí, y no era sólo “su hora”, sino, también, “su lugar” y “la manera””.

Como ve que no le han entendido, Jesús prosigue: “Me explicaré: Tras el pecado de nuestros primeros padres, con un resultado de muerte, para ellos y para todos sus descendientes, antes de sacarlos de Edén, Dios le hizo una promesa a la mujer: “Pondré enemistad entre ti y la serpiente, entre tu estirpe y la suya, y uno de tu descendencia le pisará la cabeza a la serpiente cuando ella aceche su calcañar” (cf. Gén.3,15); Él hacía referencia a una nueva Eva y a un nuevo Adán, nacido de Ella: El Mesías, con los que todo se restauraría, por su obediencia y sacrificio.

Pasaron los siglos y Dios eligió a un habitante de Ur de los Caldeos, llamado Abraham, en cuya descendencia había depositado ya la Promesa y la Semilla de Bendición para todos los pueblos de la Tierra, y le pidió que le sacrificara a su único hijo, el hijo de la Promesa; como Abraham no se lo guardó para sí, sino que, agradecido a Dios y creyendo en Él, se dispuso a sacrificar a su único hijo, Dios se lo impidió, pero quedó marcado el Lugar: el monte “Moria”, al que Abraham llamó “Dios-proveerá” y que hoy, tras las secuelas dejadas por la cantera para el Templo, llamáis “Gólgota”; y, también, la Ofrenda para el sacrificio: un cordero, como víctima sustitutoria y expiatoria: su propio Hijo único, el Mesías”. Entonces, uno de ellos exclama: “¡Ajá! es verdad, el “Discípulo amado” nos contó que, cuarenta días después de su bautismo en el Jordán, cuando Jesús regresaba de su experiencia en el desierto, Juan el Bautista lo había señalado y les había dicho: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”  (Jn.1,29)”. Y Jesús, sorprendido por aquella asociación de ideas, responde: “Ya veis”.

Después prosigue: “Más adelante, en la travesía del desierto, Dios habló a Moisés y le pidió que fabricara un estandarte de bronce, en forma de serpiente abrasadora, y lo alzara en el desierto, para que los mordidos de serpiente, al mirarlo con fe, sanaran de sus mordeduras y no murieran; y así quedó fijada la Forma: La cruz (cf.Jn.3,14; Jn.12,34), para que los mordidos por el pecado, al mirar con fe a la Víctima divina, no murieran, sino que tuvieran vida eterna: “Mirarán al que traspasaron” (Zac.12,10), ¿recordáis?”. Entonces, interviene el otro: “Sí, Nicodemo nos contó que, una noche, había ido a escondidas a ver a Jesús, y que Jesús le había dicho que “cuando el Hijo del Hombre sea elevado, atraerá a todos hacia sí y sabréis que “Yo soy”” (Jn.8,28). Él mismo nos dijo que, en el Calvario, al mirar el título de la cruz y juntar los acrónimos: “INRI”, para el latín, “INBI”, para el griego y “YHWH”, para el hebreo (cf. Jn.19,19-20),… sí, “Yahvéh” = “Yo soy”, el Nombre de Dios, sobre la cabeza de Jesús, lo comprendió todo y aquello hizo caer el último bastión de dudas en su corazón, y allí mismo le declaró su Rey y Señor, pero como ya era tarde para decírselo, pues Jesús ya había expirado, no se le ocurrió mejor modo que comprar unas 100 libras -más de 30 kilos- de mistura de mirra y áloe, para embalsamar su cuerpo (cf. Jn.19,39), que, según él, era lo establecido legalmente para enterrar a un Rey de Israel”. Jesús trata de disimular su emoción ante la noticia de la conversión del viejo Doctor de la Ley, cuando es asaltado con otra pregunta: “¡Ya!, pero, Maestro… ¡Uy, perdón!… Señor caminante: Ya tenemos el lugar, la víctima y la manera, pero sigues sin hablarnos de “la hora”, ¿por qué en la Pascua?”.

Jesús le responde, divertido: “Tienes razón, todavía no he respondido a la pregunta principal. Pues veréis, a mayores de la promesa que Dios le hizo a Moisés de suscitar un profeta como él en el futuro (cf. Deut.18,18-19), también le pidió que instituyera unas festividades, que habrían de celebrarse a perpetuidad y que Dios se reservaría para sí mismo (cf. Lev.23), de manera que sirvieran como entrenamiento y preparación para futuros acontecimientos (cf. Col.2,16-17) relacionados con el Mesías, pues el propio Mesías habría de cumplirlas, participando en ellas, tras su venida. Como bien sabéis, hay dos tipos de “Fiestas de Yahvéh”, que son, también, “Fiestas del Mesías”, reservadas por Dios para sí mismo: Las cuatro “Fiestas de Primavera”, de las que vuestro Jesús ha cumplido ya las tres primeras, como “Mesías sufriente”, recordad al profeta Isaías y su “siervo sufriente” (cf.Is.53), en ésta su primera venida, y las tres “Fiestas de Otoño”, que Jesús cumplirá en su segunda venida, como “Mesías reinante”, al final de los tiempos”.

Jesús trata de no hacer mucho caso de las caras de no entender que acaban de poner; piensa: “Lo entenderán más tarde” y prosigue: “Así, vuestro Jesús, el Cordero de Dios sin mancha, murió en la “Fiesta de Pascua” (“Pesaj”), junto con el cordero pascual y todos los demás corderos sacrificados en el Templo -ahí tenéis fijada la Fecha, incluso la Hora-; fue enterrado en la “Fiesta de los Panes Sin Levadura” (“Hag Ha-Matzah”), pues el Cordero de Dios, con su muerte, removió la levadura del pecado; resucitó en la “Fiesta de las Primicias del Centeno” (“Bikkurim”), como primicia de la humanidad redimida; y, pasada la “Fiesta de las Semanas”, en la “Fiesta de las Primicias del Trigo” (“Shavuot”), que los judíos de lengua griega llaman “Pentecostés”, por haber pasado cincuenta días; en ese día, el mismo en que Moisés recibió la Ley del Sinaí, se derramará la Fuerza que viene de lo Alto y recibiréis la nueva Ley, el nuevo Abogado, Defensor y Consolador, el Espíritu de la Verdad, que os conducirá a la Verdad plena y os hará libres”. Pero, por las caras que ponen, el mismo Jesús se da cuenta que aquel último dato también les sobrepasa, pues no han probado, todavía, la experiencia de verle resucitado, aunque ya les había hablado de ello en aquella última cena: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré” (Jn.16,7).

Y así, caminando y hablando, sin darse cuenta, han llegado a Emaús y uno de ellos, señalando con el dedo, dice: “¡Mirad! Ya se divisan las primeras casas, pero aún nos queda tiempo para una pregunta. Por favor, caminante, sácanos de la angustia: Si estaba profetizada su muerte, ¿también estaba profetizada su resurrección?”. Y Jesús les responde con alegría desbordante: “Pues, ¡claro! Ja, ja, ja. Haber empezado por ahí. El Rey David tiene un salmo donde anuncia: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea la corrupción” (Sal.16,10); el mismo salmo que antes describía su pasión, ahora nos habla de su victoria: “¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!” (Sal. 22, 23), y el propio Isaías, al final de ese capítulo que jamás leéis en las sinagogas, proclama que el Mesías verá linaje, que Dios Padre prolongará sus días y que verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho (cf. Is.53,5-11). Como veis, vuestro Mesías, a estas horas, debe estar más que resucitado, ¡hombres de poca fe!”. Y se ríen los tres, aunque, por dentro, los dos siguen pensando: “Sí, ¿pero dónde está?, ¿por qué no le vemos?”.

¡El tiempo se nos ha hecho un suspiro! -exclama uno de ellos- ¡Qué forma de hablar, pareces un doctor de la Ley!”. Y el otro, con la voz entrecortada, dice: “¡Es verdad, hablas como un “rabi!”, hablas como… como…”. “¡Como el Maestro! –le completa el primero- o como si conocieras profundamente al Maestro. Dinos, caminante: ¿Quién eres tú, realmente?”. Pero Jesús no le responde y, despidiéndose gentilmente, hace ademán de seguir su camino. Entonces, el primero, reteniéndole por la ropa, le dice visiblemente emocionado: “No nos dejes así, caminante, te lo suplico, pues tus palabras apaciguan nuestros corazones, haciendo renacer en nosotros la esperanza, y son un bálsamo para nuestras almas, que cicatrizan la tristeza y sanan nuestra frustración, al sanar nuestros recuerdos… Si fueras Él, diría que tus palabras son de vida eterna” (cf.Jn.6,68). Entonces, el otro, interponiéndose en su camino y señalando hacia la puerta, prosigue: “Quédate con nosotros esta noche; mira que ya es muy tarde y está para anochecer” (cf. Lc.24,29)Cena al menos con nosotros y déjanos pagarte, de alguna forma, todo el bien que hoy nos has hecho, antes de proseguir tu camino, oh viajero”.

Y Jesús, que lo está deseando, pone cara de: “Bueeeno, vaaale; pero solo un poco” y se queda con ellos a cenar. Los dos le invitan, entonces, a bendecir el pan para la cena y Jesús lo hace como siempre lo ha hecho, es decir, con una oración y bendición al Padre, como nadie jamás sabría hacerla, excepto Él, rompiendo el pan en dos mitades, con sus manos traspasadas por dos rubíes centelleantes, dándole la mitad a cada uno. En ese momento reaccionan y comprenden: “Mirarán al que traspasaron” (cf. Zac.12,10), pero Jesús ya no se deja retener más y desaparece de su lado, ante sus ojos de sorpresa y su sonrisa de alegría, mientras sus corazones, repicando a Pascua, con sus enormes latidos, están a punto de estallar de felicidad. Por fin, cuando se reponen un poco de la sorpresa y la emoción, ambos aciertan a decir, tartamudeando al unísono: “No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?” (cf. Lc.24,32)… Y el primero de ellos dice: “¿No fue eso lo que nos hizo retenerle un poco más y decirle, como Pedro, aquella vez, que tenía palabras de vida eterna (cf. Jn.6,68)?” y el segundo le responde: “¿No fue eso lo que nos hizo gozar cuando aceptó nuestra invitación a bendecir nuestro pan y compartir nuestra mesa?

Y, de común acuerdo, no comen la mitad del pan que Jesús les ha entregado, sino que, cada uno la envuelve, cuidadosamente, en un lienzo limpio y la guarda con veneración en su zurrón de viaje, como una preciosa reliquia de su encuentro con Jesús y prueba de su Resurrección para los hermanos que todavía estén en el Cenáculo, que permita reunir nuevamente a todos los discípulos de Jesús, que decepcionados, se dispersaron tras su muerte, tal como ellos mismos hicieron, y, en plena noche, salen corriendo hacia Jerusalén, encontrando milagrosamente abierta la puerta de la muralla, pudiendo pasar el retén de guardia de la puerta sin ser notados y sin que ninguna ronda de guardia les moleste en su deambular por las callejas que llevan al cenáculo, como si fueran invisibles, a pesar del toque de queda. Y una vez reunidos con María, los apóstoles y los demás hermanos, los de Emaús comienzan a dar su testimonio y, al sacar de sus zurrones las dos mitades del Pan eucarístico, las desenvuelven con veneración, delante de todos, como prueba de lo que dicen, y, al juntar ambas mitades, Jesús resucitado, saliendo de ese Pan, se aparece en medio de ellos, lleno de gloria y majestad, y les dice: “Paz a vosotros” (Lc.24,36).

¿FIN?…

¡Lo dudo!

P. Juan José Cepedano Flórez CMM.

A todos los que, habiendo probado, desandan sus pasos y se convierten en testigos.

+ Salamanca, 28 de Marzo de 2021, Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.

© Imágenes tomadas de Internet.



Proceso de formación inicial

a.- Candidatado (Aspirantado): Animamos a los directores vocacionales a intensificar sus contactos con los aspirantes y sus familias y parroquias mucho antes de que los candidatos vengan a vivir con nosotros durante su período de candidatado. Parte del candidatado incluye los estudios filosóficos y religiosos o profesionales. Hasta donde sea posible, las familias de los candidatos deberán pagar o contribuir a los estudios y mantenimiento de los candidatos. Durante las vacaciones debería animarse a los candidatos a coger un empleo de cara a ocuparse de sus necesidades y aprender a responsabilizarse de sus vidas.

b.- Postulantado: Al final del candidatado y de los estudios filosóficos o religiosos, los candidatos hacen un extenso período de postulantado como preparación para el noviciado. Se recomienda que los últimos tres meses del postulantado sean hechos por todos los postulantes juntos en Mariannhill antes de su Noviciado común, de forma que dispongan de tiempo suficiente para conocerse mutuamente.

c.- Noviciado: Habrá un Noviciado común en Mariannhill desde el 2 de Febrero -de ese año- hasta Febrero del año siguiente. Al final del Noviciado los novicios harán sus primeros votos y el Gobierno General los asignará a diferentes centros de formación de la Congregación para los estudios teológicos y profesionales.

d.- Posnoviciado (Juniorado): Si un miembro recién profeso recibe el primer destino fuera de su provincia, deberá ser transferido a esa provincia durante el tiempo que duren sus estudios. El será miembro de pleno derecho de esa provincia con todos los derechos y deberes. Siempre existirá para el miembro la posibilidad de permanecer en esa provincia durante los cinco años siguientes a su ordenación.

Adopta un paquete de ropa para enviarlo a países de Misión

Según temporadas, solemos recibir como donativo a las misiones, todo tipo de ropa, en buenas condiciones o a estrenar; muchas veces es ropa para bebés y niños pequeños, muy apreciada allí donde tienen un índice de natalidad tan alto y en nuestros orfanatos. También nos han llegado, a veces, uniformes escolares y de trabajo, muchos de ellos sin estrenar, sobrantes de alguna empresa que se acordó de nosotros o trajes de primera comunión y alguno de novia.

¡Es una alegría tener para dar! Esta ropa se agrupa en lotes de 10 kgs. y se envuelve en paquetes de tela y rafia, cosidos a mano -para evitar que nadie los abra y se quede con algo-, para ser enviados a nuestras misiones en grupos de 8, 10 ó 12 paquetes certificados. ¡Hasta la fecha han llegado siempre todos y en buenas condiciones!

El problema viene cuando vemos el dinero disponible para enviarlos a Misiones, pues cada paquete suele valer unos 50,00 euros, lo que limita mucho la posibilidad de hacer nuevos envíos hasta disponer del dinero para ello.

Por ello, recurrimos a vosotros y os pedimos: ¡Adopta un paquete de ropa para enviarlo a Misión! Muchos te lo agradecerán y orarán por ti desde allí. ¡Te esperamos!

Becas de estudio para formar  futuros misioneros de Mariannhill

A finales del año 1893 el Abad Francisco escribía a sus amigos y bienhechores:

“Si el aumento de postulantes sigue produciéndose con la misma rapidez, el próximo año tendremos 100 hombres. Cuando veo todos los que cada día se sientan a la mesa, me entra el miedo en el cuerpo y me asalta la preocupación: ¿De dónde sacaremos pan para tantos y cómo les vamos a vestir? Pero, por otra parte, al contemplar tantos hombres valientes, entregados y sacrificados, me lleno de alegría y consuelo, pues ellos son mi riqueza…

Nos vemos de nuevo impulsados a dar gracias a Dios por haber bendecido tan generosamente nuestros trabajos y a rezar por nuestros bienhechores, que con sus donativos, siempre bienvenidos, han hecho posible nuestro éxito”.

Lo que el Abad Francisco experimentó hace más de cien años lo seguimos viviendo los que hoy somos sus hijos: el miedo ante todo lo que conlleva la formación de futuros Misioneros de Mariannhill. Por otra parte, ellos son el futuro y la riqueza de nuestra Congregación. Así pues, confiados en el cuidado providente de Dios y en el apoyo de los que hoy sois los bienhechores de Mariannhill, seguimos adelante.

Los aspirantes a futuros Misioneros de Mariannhill empezarán siempre con el preceptivo Postulantado. Cuando hagan los primeros votos, unos irán a estudiar filosofía/teología para ser Sacerdotes de Mariannhill; otros irán a diferentes escuelas profesionales o centros de formación diversa para ser Hermanos de Mariannhill. Todo un proceso formativo que ronda los diez años de duración.

Como veis, el aumento de Hermanos y Padres Misioneros de Mariannhill, depende en gran medida de vuestras ayudas y, por ello, os invitamos a seguir haciendo el bien apoyando, mediante Becas de Estudios o Donativos para la Formación,la formación de las nuevas generaciones de Misioneros de Mariannhill.

Centro Misionero de Mariannhill en Bosa/Bogotá (Colombia)

Un proyecto ilusionante

Los lectores de esta revista misionera saben de los comienzos de la presencia de Mariannhill en Colombia; empezando primero en el Vicariato de Trinidad, concretamente en Montañas del Totumo [Paz de Ariporo/Casanare], y más recientemente en una de las grandes barriadas del distrito de Bosa, en la periferia de Bogotá, perteneciente a la Diócesis de Soacha.

En dicha barriada se nos ha encomendado una parroquia, donde llevamos trabajando poco más de un año. Allí queremos dar cuerpo a un proyecto ilusionante: levantar un Centro Misionero que sirva para acoger durante el día a los ancianos, dar protección y educación a los niños, realizar actividades con los afrocolombianos; todos ellos afectados por el conflicto civil del país.

El Centro servirá también como residencia para la comunidad de Mariannhill, que atiende dicha parroquia, así como para la formación de futuros misioneros.

El Centro servirá también como residencia para la comunidad de Mariannhill, que atiende dicha parroquia, así como para la formación de futuros misioneros.

Una situación inquietante

El distrito de Bosa se encuentra en la periferia de Bogotá y pertenece a la Diócesis de Soacha. Esta ciudad se encuentra, de hecho, unida a la capital colombiana. Bogotá es la ciudad que tiene el nivel más alto de crecimiento demográfico en toda Latinoamérica. Se calcula que unas 200.000 personas llegan a instalarse en la ciudad cada año. Ello se debe a la situación política y de guerra por la que está pasando el país.

Los desplazados encuentran en las periferias de Bogotá un lugar donde asentarse y el Gobierno mismo asienta en ellas a muchos desmovilizados. Tanta y tan frecuente es la afluencia de estos grupos, que el mismo Gobierno no tiene ni planes ni fondos para preparar aquellas infraestructuras, que vengan a atender o paliar las necesidades básicas de alojamiento, educación y salud. Esto crea con frecuencia situaciones caóticas, que devienen en caldo de cultivo para toda clase de problemas, siendo la violencia y la corrupción los principales.

Una tarea a realizar

En el área de la parroquia viven más de 100.000 personas y el Gobierno sigue construyendo casas sociales muy sencillas para ir instalando en ellas a más desplazados o desmovilizados. La población está compuesta, en su mayor parte, por esta clase de gente. Esta gente no solamente tiene muchos problemas y necesidades sino que, a veces, crean problemas  de convivencia en las comunidades donde se alojan o se les instala. Al margen de la labor pastoral que los Misioneros de Mariannhill debemos realizar a través del cauce de la parroquia encomendada, deseamos poder colaborar a fin de mejorar el nivel de vida de la gente con la que vivimos.

Pedimos a los líderes locales que nos ayudaran a identificar aquellas áreas más necesitadas de nuestro servicio, y que, dadas nuestras posibilidades de personal y los terrenos que ahora contamos, pudiéramos atender. De estas conversaciones salieron identificados tres grupos de personas muy vulnerables y que necesitan urgente atención: los ancianos, los niños y adolescentes, los afrocolombianos.

Un apoyo a los ancianos

Entre los desplazados se encuentran muchos ancianos, que han tenido que dejar sus pueblos. Al no haber en la zona lugares seguros de esparcimiento, estos ancianos se ven obligados a permanecer en sus casas las 24 horas del día. Muchos de ellos viven aún aterrorizados y cualquier extraño o desconocido se les presenta como un posible enemigo. Para ellos está pensado el Centro, donde puedan pasar el día y socializar, conviviendo con otros y sintiéndose acogidos y seguros.

Una ayuda para los niños y adolecentes

Entre los desplazados hay muchos niños y adolescentes, huérfanos o de familias monoparentales. No siempre reciben la protección adecuada y son dejados en la calle cuando sus tutores van al trabajo. Estos niños y adolescentes vienen entonces a ser presa de las mafias, que buscan gente para engrosar sus filas, obligándolos a trabajar como sicarios o destinándolos a la prostitución y al chantaje. Como dato de referencia tenemos que, en un centro de salud en la zona, hay registradas 400 mujeres embarazadas y más de la mitad son menores de edad. Para ellos también está pensado el Centro, donde puedan acudir y estar seguros hasta que sus tutores regresen del trabajo y, mientras tanto, puedan recibir apoyo escolar y un suplemento a su alimentación.

Una esperanza para los afrocolombianos

El fenómeno del desplazamiento abarca enormes zonas del país y a toda clase de gente, pero se ceba de una manera más dura con los grupos indígenas y con los campesinos. Éstos son en su mayoría afrocolombianos. Además de los problemas que se les presentan como a todo desplazado, ellos se ven arrancados de sus tierras, pero también de su ambiente cultural. En la ciudad se encuentran más aislados y no siempre aceptados. Para ellos también está pensado el Centro, donde se encuentren entre si y puedan proteger, cultivar y vivir sus valores culturales.

Modalidades de pertenencia a la Congregación

A.- El sacerdote misionero: «El sacerdote misionero de Mariannhill es un hombre que ha respondido simultáneamente a tres llamadas:

1) La llamada a la vida religiosa en la Congregación Misionera de Mariannhill (CMM).

2) La llamada a proclamar como misionero la Buena Nueva de Cristo a todos aquellos que no tienen todavía la experiencia de Cristo como su Salvador.

3) La llamada a hacer todo esto como sacerdote.

En virtud de su ordenación al sacerdocio, el sacerdote misionero de Mariannhill está preparado para atender las necesidades espirituales de todos los fieles. Él proclama la Buena Noticia de Jesucristo, preside la celebración de la Eucaristía y administra los otros sacramentos de la Iglesia de acuerdo con su oficio. El entrenamiento especializado le cualifica para servir en muchos otros ministerios también. Puede involucrarse en educación y formación, en dirección espiritual, en consejo, en retiros, en el ministerio de los enfermos, los presos o los discapacitados; puede involucrarse en el apostolado de la prensa o en cualquier forma de trabajo apostólico que sea necesario en la Iglesia.»

B.- El hermano misionero: «El hermano misionero de Mariannhill es un ejemplo de hombre dedicado a la comunidad, el compromiso, la oración y el servicio. –La figura del hermano- viene de la tradición de los monjes trapenses y, aunque ahora es muy activo, asomado al mundo, retiene todavía el lema “Ora et Labora”: oración y trabajo. El hermano misionero de Mariannhill elige vivir su compromiso con Cristo en una comunidad orante de hombres con votos religiosos, comprometido en el servicio a la humanidad, de acuerdo con sus habilidades, talentos y aptitudes. En una palabra, el hermano es una persona que vive una vida sencilla centrada en el Evangelio en una comunidad célibe.

La llamada a servir a Dios como hermano misionero de Mariannhill requiere una decisión a cuatro niveles:

1) Debe haber un deseo de profundizar la propia vida espiritual y la creencia de que esto puede realizarse más fácilmente en comunidad que por uno mismo.

2) El sujeto debería tener la personalidad capaz de relacionarse fácilmente con otros y una disposición a aceptar la idiosincrasia de los demás.

3) El candidato debería tener, a un tiempo, el interés y la habilidad para realizar el trabajo de la comunidad de Mariannhill.

4) La llamada a la hermandad religiosa requiere una decisión de celibato.».

C.- El asociado o familiar en comunidad: El asociado misionero de Mariannhill en comunidad o “familiar en comunidad”, como comúnmente se le conoce, es aquella persona que, tras haber pasado un período de Postulantado y habiendo aceptado vivir, bajo promesa, los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en el marco de un compromiso de vida decididamente cristiano, “elige vivir su compromiso con Cristo en una comunidad orante de hombres con votos religiosos, comprometido en el servicio a la humanidad y ayudando a la Congregación personalmente, con su oración y trabajo -y sus talentos, aptitudes y habilidades- allí donde se le necesite, y materialmente, con una parte de su sueldo si está en activo o de su pensión si está jubilado, y teniendo expresamente en cuenta a la Congregación en su testamento.  

Perfil del aspirante a misionero de Mariannhill

A.- Búsqueda sincera de la voluntad de Dios y anhelo explícito de seguir a Jesús.

B.- Amor por las Misiones y un cierto espíritu de aventura.

C.- Docilidad al Espíritu Santo: lo que implica dejarse formar, educar.

D.- Búsqueda constante de la madurez en la fe: lo que se traduce en la capacidad para adquirir y mantener compromisos y responsabilidades.

E.- Práctica activa de su fe: vida sacramental y de Iglesia -Eucaristía, oración, servicio-.

F.- Capacidad y madurez para vivir en comunidad y trabajar en equipo (y si llegara el caso, también en soledad): buenas relaciones entre iguales (espíritu de concordia y de diálogo, sano equilibrio entre autonomía y dependencia), optimismo y alegría (o, al menos, un sano equilibrio entre pesimismo y optimismo, pues los pesimistas y melancólicos no valen para misioneros), paciencia y fortaleza para soportar la soledad, el cansancio y el trabajo infructuoso –tenacidad-.

G.- Plena inserción en su propia cultura: adaptado al entorno y con los pies en el suelo, con conocimiento y aceptación de su propia historia y normalidad en la relación afectiva con la mujer.

H.- Capacidad de apertura a otras culturas: aprendizaje de otros idiomas y costumbres, siendo respetuoso con ellas –inculturación-.

I.- Obediencia al Magisterio de la Iglesia y a las directrices de nuestra Congregación.

J.- Sensibilidad social: una opción fundamental por los pobres, que no excluye el estar abierto a todos –“mejores casas, campos, corazones”-.

K.- Capacidad de iniciativa: lo que implica el desarrollo de una conciencia crítica y de la creatividad.

L.- Estudios finalizados y documentos civiles (y/o militares) en regla: Los estudios deberán ser, al menos, de grado medio (antiguo graduado escolar o equivalente) si el aspirante quiere ser hermano, y de COU (equivalente o superior) si el aspirante lo es al sacerdocio en nuestra Congregación.

CMM asesinados

Varios números de las Constituciones hablan del misterio de la cruz de Cristo y de nuestra participación en ese misterio.

- Tenemos que "no avergonzarnos de la locura de la cruz" (cf. n º 108);

- No hay que olvidar que "estamos siguiendo a Cristo crucificado y debemos proclamar el mensaje de la cruz" (cf. n º 113);

- Hay que recordar que “es parte del seguimiento de Cristo el llevar la cruz de cada día” (cf. n º 244).

Algunos de nuestros hermanos tenían una profunda participación en este misterio de la cruz de Cristo, sobre todo, aquellos que dejaron sus vidas violentamente en el servicio misionero de la Congregación y de la Iglesia, pues no queremos olvidar aquí a todos aquellos que pertenecen a la familia más amplia de Mariannhill y que murieron de forma violenta.

Por parte de los misioneros de Mariannhill:

-Hno. Andrew Wachter CMM, que fue asesinado el 22 de noviembre de 1927, en Mariazell (Sudáfrica).

-Mons. Adolfo Gregor Schmitt CMM, que fue asesinado el 5 de diciembre de 1976, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-P. Possenti Anton Weggartner CMM, que fue asesinado el 5 de diciembre de 1976, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-Hno. Karl Kroner CMM, que fue asesinado el 9 de enero de 1978,en Mariannhill (África del Sur).

-Hno. Peter Edmund Geyermann CMM, que fue asesinado el 2 de junio de 1978, en Embakwe Mission (Zimbabwe).

-Hno. Andreas Georg von Arx CMM, que fue asesinado el 2 de junio de 1978, en Embakwe Mission (Zimbabwe).

-P. Edmar Georg Sommerreisser CMM, que fue asesinado el 25 de abril de 1981, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-Hno. Matthias Sutterlüty CMM, que fue asesinado el 10 de noviembre de 1983, en Embakwe Mission (Zimbabwe).

-Hno.  Kilian Valentin Knörl CMM, que fue asesinado el 19 de abril de 1988,en Empandeni Mission (Zimbabwe).

-P. Hubert Hofmans CMM, que fue asesinado el 23 de noviembre de 2001, en Lae (Papúa-Nueva Guinea).

Todos estos Hermanos nuestros, son un recordatorio permanente de aquellas palabras de Jesús: "¿Recordáis lo que os dije: No es el siervo más que su señor"? Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros... El mundo os hará sufrir, pero sed valientes, Yo he vencido al mundo" (Jn.15,20-16, 33).

Por parte de la familia Mariannhill:

-Hna. Francis Elisabeth Van den Berg CPS, que fue asesinada el 5 de diciembre de 1976, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-Dra. Hanna Decker, misionera laica, que fue asesinada el 9 de agosto de 1977, en St. Paul’s Mission (Zimbabwe).

-Hna. Ferdinanda Anna Ploner CPS, que fue asesinada el 9 de agosto de 1977, en St. Paul’s Mission (Zimbabwe).

-Hna. Maria de Lourdes Gonçalves Granado CPS, que fue asesinada el 5 de mayo de 1981, en Namaacha Mission (Mozambique).

-Hna. Mary Paule Tacke CPS, que fue asesinada el 16 de Junio de 2014 en Tyara-Libode (Sudáfrica).

San Francisco Javier

Nacido en España, en el año 1506. Cuando estudiaba en París, se unió a San Ignacio de Loyola y fue ordenado sacerdote en Roma, en 1537.

Con gran entusiasmo misionero, fue a Asia, donde entró en contacto, en la India, Indonesia y Japón, con otras culturas y religiones (hinduismo, budismo, sintoísmo e Islam) y, en el cumplimiento de sus tareas misioneras, descubrió que es esencial, para poder transmitir el cristianismo, aprender la lengua y la cultura de las personas a quienes somos enviados (inculturación del Evangelio y de las tareas misioneras).

Murió en el año 1552, en la isla china de Shangchwan, a las puertas del Imperio Chino, que él consideraba como un territorio clave para introducir el cristianismo en Asia. Fue canonizado y proclamado "Patrono de las Misiones" en 1622.

Como misioneros, él es nuestro Patrón; y nos recuerda que tenemos que seguir trabajando para que venga el Reino de Dios.

La celebración de la fiesta de San Francisco Javier no es algo nuevo en nuestra congregación. El Abad Francisco, en sus escritos, hace algunas referencias a San Francisco Javier y a su trabajo como misionero.

Sta. Teresa de Lisieux

Santa Teresa del Niño Jesús nació en Alençon, en Francia, en el año 1873. Siendo aún joven, entró en el monasterio carmelita de Lisieux y practicó las virtudes de la humildad, la sencillez evangélica y una firme confianza en Dios. Con sus palabras y su ejemplo enseñó a las novicias que tenía a su cargo.

Ofreciendo su vida por la salvación de las almas y para la difusión de la fe en las misiones, murió el 30 de septiembre de 1897. El Papa Pío XI la canonizó en 1925 y en 1928 fue declarada Patrona Universal de las Misiones.

Como misioneros, ella es nuestra Patrona; y nos recuerda que el trabajo misionero es, sobre todo, la obra de Dios.

La celebración de esta fiesta en nuestra congregación no es algo nuevo. Si nosotros, como misioneros activos, miramos hacia Santa Teresita, una monja contemplativa, como nuestra Patrona, es principalmente por dos razones:

1.-Somos misioneros de profesión. Ser misioneros no depende de nuestra era, del lugar donde vivimos y trabajamos, del tipo de trabajo que hacemos, de los estudios que hemos realizado,, de las capacidades o habilidades, de la salud o de la falta de ella.

El nº 105 de nuestras Constituciones dice: "Incluso si los miembros de la Congregación tienen diferentes tareas y servicios, que vivan su vocación misionera mediante la cooperación en el cumplimiento del mandato de la Congregación".

En su autobiografía, Santa Teresita escribe: "Me hubiera gustado ser misionero desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta el final de los tiempos".

2.-El amor es el núcleo de nuestra misión. Siempre hemos de ser conscientes, tanto de uno como de la otra, a fin de no olvidar para quién estamos trabajando y qué papel ha de jugar el amor en nuestro trabajo.

El nº 237 de nuestras Constituciones dice: "Como misioneros, sabemos que estamos llamados y enviados por Jesucristo. De ahí que nuestro servicio misionero conjunto debe provenir de una unión íntima con Él. Entonces podemos esperar que este servicio sea fructífero".

En su autobiografía, Santa Teresita escribe: "El amor es, de hecho, la vocación que incluye a todas las demás... He encontrado mi vocación: mi vocación es el amor".

Natividad de María

Tradicionalmente, la Congregación de los Misioneros de Mariannhill venía celebrando a la Santísima Virgen María, bajo su advocación de Nuestra Señora de las Candelas, como su Patrona, el mismo día de su fiesta fundacional, la solemnidad de la Presentación del Señor, el día 2 de Febrero.

De cara a la aprobación de nuestro calendario propio, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dictaminó que se separara la solemnidad del 2 de Febrero, fiesta fundacional de la Congregación, plenamente cristocéntrica, de la celebración de la Patrona de Mariannhill, de carácter mariano, por lo que se decidió que la nueva fecha para celebrar a nuestra Patrona fuera el 8 de Septiembre, fiesta de la Natividad de María, de profundo sentido para la Congragación, pues muchos hemos renovado votos y hecho profesión perpetua en ese día; celebrándose por vez primera, la nueva fiesta, en el año 2012.

En la imagen, una alegoría de la devoción del Abad Francisco Pfanner por la Virgen María, en la recién estrenada fiesta de la Patrona de Mariannhill, en el día de La Natividad de la Santísima Virgen María, la Virgen Niña.

San Joaquín

Al ser el día 26 de Julio la memoria de los esposos San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María, y como nuestra Congregación celebrase únicamente a Santa Ana, como nuestra Co-Patrona, en dicha fecha, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dictaminó que se diera la posibilidad de celebrar, también, a San Joaquín, de manera opcional, al día siguiente.

Santa Ana

Siguiendo una tradición muy antigua, que se remonta a los inicios de Mariannhill, nuestra Congregación celebra hoy la fiesta de Santa Ana, la madre de la Virgen María.

Sobre la arcada de entrada al Monasterio de Mariannhill, en Sudáfrica, admiramos la escultura de Santa Ana, enseñando a su hija, María, realizada en terracota. Debajo está escrito:Mariae Annae Collis Patronae Illustrissimae O.P.N.” (es decir, “ruega por nosotros”; en latín: “Ora Pro Novis”).

El Abad Francisco Pfanner explicaba por qué, llamó “Mariannhill” al Monasterio, en 1882, y por qué María y Ana fueron elegidas como sus santas patronas, diciendo: "En las últimas semanas, a menudo me veía acuciado por la pregunta: “¿Cómo debería llamarse el nuevo monasterio?” No estaba dispuesto a comprometerme en una larga discusión; finalmente, hoy he roto el silencio y he puesto por escrito: “Mariannhill es su nombre”.

Todos nuestros monasterios deben estar dedicados al honor de “María”. Santa “Ana”, a quien tenemos en gran estima, es nuestra querida abuela, y añadimos "colina", porque el monasterio se construirá en una colina notable, desde donde se divisan todas nuestras propiedades, el barrio que la rodea y hasta el Océano Índico. Esperemos que de este Mariannhill salga algo excelente".

Nuestro Fundador era un hombre muy práctico. Consideraba Mariannhill como una casa, un lugar para trabajar y como centro desde donde se debe extender Evangelio.

Muchas de nuestras casas y capillas están dedicadas a Santa Ana. Nuestra novena perpetua se reza cada día en su honor, para nuestra congregación, nuestras misiones y nuestros benefactores. El apostolado de las madres y las mujeres están bajo su protección y llevan su nombre: “Mujeres de Santa Ana”.

San Benito Abad

San Benito nació en Nursia, en Umbría (Italia), en torno al año 480. Tras estudiar en Roma, llevó una vida eremítica en el monte Subiaco¸ donde se le juntaron varios discípulos. Se trasladó, después, a Monte Cassino, donde fundó el famoso monasterio y escribió su Regla, recibiendo, por ello, el título de “Padre del monacato occidental”. Murió el 21 de marzo de 547.

San Benito y sus monjes evangelizaron Europa, haciendo de sus monasterios centros de culto, cultura y agricultura. Sus granjas, escuelas e iglesias se convirtieron en los pilares sobre los que surgió una nueva sociedad cristiana, tras la caída del Imperio Romano.

Nosotros, los Misioneros de Mariannhill, reconocemos a San Benito como modelo de misionero. Por ello, tratamos de poner en práctica, en nuestro enfoque dela misión, la forma holística de la evangelización, que ha sido resumido para nosotros, por el P. Bernard Huss CMM, como “Mejores campos, casas (hogares), corazones".

Al mismo tiempo, San Benito es nuestro modelo de vida religiosa. Muchos elementos de su Regla están consagrados en nuestras Constituciones; por ejemplo: “Estamos en el mundo, pero no somos del mundo”; aprender a escuchar ya vivir en la presencia de Dios; autoexamen ante Dios; conversión; paciencia y perseverancia; hospitalidad, uso responsable de las cosas materiales... Todos estos elementos pueden ayudarnos a construir nuestra espiritualidad específica como Misioneros de Mariannhill.

El 'Ora et Labora' de San Benito nos llama a ser contemplativos en la acción.

En sus escritos, el Abad Francisco tiene bastantes pensamientos sobre la importancia de San Benito, especialmente,de cara a ser un religioso que trabaja como misionero.

Preciosa Sangre

Es una espiritualidad en el sufrimiento y el gozo del misterio pascual, de la cruz y la resurección , de la Preciosa Sangre y el Amor Redentor, de la angustia del mundo y la preparación para la misión.

Con nuestro nombre, el nombre de la Preciosa Sangre, el Abad Francisco confirió sobre nosotras nuestro mandato misionero. El patrón del misterio pascual, el plan redentor de Dios para el mundo está escrito en nuestras historias personales, en la historia de la Congregación y es nuestra urgencia para la misión".

En este día, celebramos, junto a nuestras Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre, con alegría y amor agradecidos, en honor de Jesucristo, que nos redimió con su Preciosa Sangre, la fiesta titular de su Congregación.

Las hermanas dicen: “El momento originario de nuestro carisma nació de una experiencia. El Abad Francisco contempló el misterio de Dios revelado a él. Con este misterio pudo discernir quién era y lo que el plan de Dios era para él; lo que las hermanas estaban llamadas a ser, lo que el plan de Dios era para ellas". Nuestro carisma, con base en su experiencia, nos da nuestra identidad como Hermanas misioneras de la Preciosa Sangre.

El espíritu y el patrimonio de nuestro fundador nos fueron transmitidos, por escrito, por la Madre Paula Edmunds CPS (en la foto).

Sdo.  Corazón  de Jesús

Nuestra especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús se remonta a los días de nuestro fundador. En 1888 se rezó una novena al Sagrado Corazón pidiendo la restauración de la buena salud del Abad Francisco. En 1892, Mariannhill y todas sus estaciones misioneras fueron consagrados al Sagrado Corazón.

Durante la Primera Guerra Mundial, cuando se puso en peligro el monasterio, se hizo un voto especial al Sagrado Corazón de construir un santuario si preservaba al monasterio y sus habitantes de sorpresas desagradables, incluso de la destrucción. Hasta el día de hoy, el Monasterio y la Diócesis de Mariannhill recuerdan este voto mediante la observación de la adoración sacramental en el mes de junio.

Un corazón significa vida. Confesamos que Cristo no sólo tenía un corazón, Él es nuestro Corazón. El amor y la misericordia del Corazón son universales y eternos; así que nadie está excluido de su amor y misericordia. Por ello, ponemos nuestra fe y confianza en Él.

El Abad Francisco dejó escrito sobre el Sagrado Corazón: "No hay otro corazón que se nos dé, en quien podamos ser salvos, que el Sagrado Corazón de Jesús. Por tanto, nuestra actitud hacia Él es muy importante".

Abad Francisco Pfanner

En el nº. 248 de nuestras Constituciones se dice: "Veneramos al fundador de Mariannhill y gran pionero de la misión, Abad Francisco Pfanner... especialmente en el aniversario de su muerte, el 24 de mayo".

El entonces Prior del monasterio de MariaStern, en Bosnia, P. Francisco Pfanner,tenía 55 años cuando él se ofreció como voluntario para ir a Sudáfrica, para fundar la obra misionera. "Si nadie va, yo iré".

Tras el fracaso en Dunbrody, se trasladó con sus monjes a Natal y allí construyó un monasterio en una colina, dedicado a María y a Ana, y le llamó, por tanto, Mariannhill. Todo comenzó el 26 de diciembre de 1882.

En 1885 se convirtió en su primer abad. En el momento de su muerte, la Misión del Monasterio de Mariannhill se había extendido por todo Natal e incluso en el Cabo Oriental.

En 20 años se fundaron 28 estaciones de misión. Guiados por el lema benedictino "Ora et Labora", junto a los casi 300 monjes y la ayuda inestimable de las Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre, que él fundó, el Abad Francisco trabajó incansablemente para poner en práctica una red de evangelizadores.

Conmemoración de la muerte del Siervo de Dios, Abad Francisco Pfanner. Fundador de Mariannhill

Sus esfuerzos fueron, posteriormente, puestos bajo un lema, por el P.Bernard Huss: "Mejores campos, mejores casas, mejores corazones".

Aunque inmerso en una actividad tan misionera, el Abad Francisco siempre confió en la providencia de Dios. Convencido del valor inestimable de la Preciosa Sangre de Cristo y movido por el Espíritu Santo, logró unir la contemplación y la acción.

Su aceptación de la voluntad de Dios en su vida se revela en su actitud hacia las personas que lo malinterpretaron y en la enfermedad. Una vez puesta la mano en el arado, perseveró hasta el final. Él puso todas sus estaciones misioneras, bajo la protección de la Santísima Virgen María.

Al amanecer el 24 de mayo de 1909,murió en la pequeña estación misionera de Emaús. Él escribió: "¡Mira el cielo y alégrate! Sí, alégrate, pues estarás delante de Dios y lo verás. ¡Velemos y oremos por el Reino de los Cielos, luchemos y suframos con alegría, coraje y perseverancia hasta el final!".

El Abad Francisco nació el 21 de septiembre 1825, en Langen (Austria). Mientras estudiaba en la universidad, sintió la llamada al sacerdocio. El 28 de julio 1850 fue ordenado sacerdote. Después de servir como párroco y capellán de un convento, entró el 9 de septiembre 1863, en el monasterio trapense de Maria Wald (Alemania). El 21 de junio 1869 fundó en Bosnia el monasterio trapense de Maria Stern. Su causa de beatificación se abrió en 1964 y fue revitalizada en 2004.

En la conmemoración de la muerte de nuestro fundador, damos gracias a Dios y a la Iglesia por habernos dado un misionero tan celoso. Nosotros tratamos de seguir sus pasos y lo consideramos como intercesor por nosotros ante Dios.

San José

Cuando el Abad Francisco emprendió la tarea misionera en Mariannhill, tenía cuatro preocupaciones principales:

1.- la evangelización del pueblo Zulú,

2.- la recogida de todo el material necesario y los medios financieros,

3.- la formación de buenos religiosos,

4.- así como la orientación de todos hacia Dios.

Con el fin de obtener ayuda para ellos, el Abad Francisco buscó un poderoso protector y lo encontró en la persona de San José.

San José se convirtió, para el Abad Francisco, en el agente de todos los medios materiales y financieros que eran necesarios para las iniciativas sobre el desarrollo social y la promoción humana en Mariannhill, tanto para construcción de edificios: iglesias, conventos, hospitales, escuelas, talleres, establos, etc., como para empresas agrícolas, ya que San José era, como él dice, “el que alimentaba, vestía y albergaba al Niño Jesús en Nazaret”.

El Abad Francisco también escogió a San José como patrono de la buena formación de los monjes y las hermanas, porque San José era, como él dice, “el que educó al Niño Jesús con el ejemplo de una vida santa, humilde y silenciosa”.

P. Engelmar Unzeitig

Había llegado allí, como prisionero a mediados de 1941 y, durante los casi cuatro años que estuvo confinado en ese lugar, no dejó, por ello, de ser misionero. Era, por fuera, un habitante más de aquella ciudad de muerte, identificado con el número 26.147; pero, por dentro, guardaba a un fiel religioso, a un celoso sacerdote, a un valiente misionero y a todo un gigante de la caridad cristiana.

El testimonio de su vida y de su oración, su afabilidad y paciencia, la fidelidad a su consagración religiosa, su prudencia al hablar y su sabiduría al callar, su generosidad a la hora de compartir lo que tenía y su coraje para mendigar en favor de los más necesitados, dieron una eficacia insospechada a su presencia en el Campo.

Terminó sus días en coherencia con la que había sido la tónica de su existencia, ofreciéndose como voluntario para atender a los enfermos, víctimas de una epidemia de tifus. En pocas semanas, contrajo él mismo la enfermedad y, amaneciendo el 2 de marzo de 1945, moría de tifus el que a tantos moribundos había ayudado a bien morir.

Salió de este mundo como había vivido en él: “Con el corazón en la mano”.Le llamaban “el Ángel de Dachau”, porque así se comportó en medio de aquel infierno. Había dejado escrito: "El amor multiplica las fuerzas, inventa cosas, da libertad interior y alegría… El bien es inmortal y la victoria debe ser de Dios".

El P. Engelmar había nacido el 1 de marzo de 1911 en Greifendorf, hoy República Checa. Queriendo ser misionero, ingresó en 1934 en el noviciado de Mariannhill en Holanda. Después de realizar los estudios de filosofía y teología en Würzburg (Alemania), fue ordenado sacerdote el 6 de agosto de 1939. Sus cenizas, que salieron providencialmente del Campo de Concentración, reposan en la iglesia de Mariannhill en Würzburg. Desde el 26 de julio de 1991 está abierta su causa de beatificación.

La Presentación del Señor

La razón, entonces, de por qué nuestra Congregación ha elegido esta fiesta litúrgica como su fiesta principal se basa en un doble hecho: Cristo es la Luz que ilumina a todos los pueblos y María es la que les presenta esta Luz.

Nuestra identidad y carisma se basan en el misterio de esta fiesta. Con María, nosotros, Misioneros de Mariannhill, queremos seguir presentando a Cristo como la Luz que ilumina a todas las naciones.

En este día, recordamos, también, el aniversario de la separación del Monasterio de Mariannhill de la Orden Trapense y el comienzo de una Congregación misionera independiente. Esto sucedió en 1909.

Es costumbre que en este día todos renovemos nuestra consagración a Dios como Misioneros de Mariannhill, con el fin de mantener vivo nuestro primer amor a Cristo, a María, a la Iglesia y a la Congregación.

Y muchos más

Primer Centenario del Nacimiento del P. Engelmar Unzeitig CMM (1911-2011)

Primer Centenario de la Muerte del Abad Francisco Pfanner (1909-2009)

Primer Centenario del Nacimiento de la Congregación de los Misioneros de Mariannhill (1909-2009)

Los mártires de Zimbabwe

Beato Engelmar Unzeitig CMM (1911-1945), “Misionero de Misericordia”, “Mártir de la caridad” y “Ángel de Dachau”

P. Bernard Huss CMM (1876-1948): “Mejores campos, casas, corazones”

Hno. Nivard (Georg) Streicher (1854-1927), un “Genio con hábito”, el “Abad marrón de Mariannhill”