HISTORIA DE UNA ESPERANZA –La Pasión de María-

HISTORIA DE UNA ESPERANZA –La Pasión de María-

Todavía continúa aquella luz mortecina que todo lo envuelve, pero la explanada del Calvario está vacía, todo el mundo ha ido a refugiarse en sus casas, incluida la guarnición romana; sólo unas poca figuras permanecen en escena, los tres crucificados y algunos discípulos de Jesús, incluida su Madre. Ya no se oyen voces vejatorias ni risotadas obscenas, tan sólo el ulular del viento entre las cruces y algunos sollozos entrecortados de las mujeres. En verdad que la Pasión de Jesús ha sido terriblemente dolorosa…; también para los suyos, especialmente cuando fue vista por los ojos de una Madre. Para Jesús ya todo pasó, pues, una vez muerto, ya no sufre más; sin embargo, no podemos decir lo mismo de los que quedan en pie, con sentimiento de orfandad, especialmente de aquel guiñapo de mujer que se retuerce, ahora, de dolor y de impotencia a los pies de la cruz, pues ya no le quedan más lágrimas, aquella cruz le ha quitado todo lo que más quería en el mundo, su Hijo único. Ahora, sólo espera que le devuelvan lo que de Él quedó.

María ha estado preparándose, durante toda su vida, para aquel momento, el de la “Hora de su hijo”, el momento de la Redención, pues sabía que habría de llegar, y se lo ha estado ofreciendo continuamente al Padre por la salvación de los hombres, pero nunca imaginó aquella crueldad extrema con su pobre Hijo. Por muy preparado que se esté, nunca se está lo suficientemente preparado cuando llega el momento, máxime cuando aquel momento desborda toda previsión. Y allí está, ahora, la esclava del Señor, en Ella se ha cumplido plenamente la Palabra que le anunciara el ángel Gabriel, pero a diferencia de su Hijo muerto, que ya no sufre más, para Ella comienza verdaderamente, ahora, “la Pasión de María”, pues para Ella sigue existiendo el dolor, para Ella no se ha cumplido todavía la última Palabra, pues aún queda desenclavar a su Hijo y darle sepultura, y queda terminar la Pascua sin su presencia… ¡Qué largos esos tres días en que El le prometió regresar!…, pero esperará, como sólo el corazón de una Madre sabe esperar, y el Padre se lo devolverá… entonces se cumplirá su Palabra, pues la última palabra no la tendrá la muerte, como todo ahora parece hacerle creer, sino la vida.

Desde Jerusalén llega corriendo José de Arimatea, un discípulo clandestino de Jesús, al que ya no le importa ser reconocido, como tal, abiertamente, pues abandonó el Sanedrín, para no tomar parte en el inicuo juicio perpetrado contra Jesús, y ya no tiene nada que perder, libre de toda atadura humana, incluidas las de la fama y el qué dirán, pues más se deshonraron ellos, haciendo lo que hicieron. Trae consigo a dos obreros con una escalera larga, a los que ha pagado por descolgar los tres cuerpos y dar sepultura, en la fosa común, a los dos malhechores, pues, posiblemente, nadie más lo hiciera. Lleva en la mano el permiso del gobernador Poncio Pilato para descolgar y enterrar el cuerpo de Jesús, pero ya no hay ningún soldado romano allí para entregárselo. Ha comprado, también, un lienzo de lino para envolver su cuerpo y una mixtura de mirra para embalsamarlo, y le ofrece a María la posibilidad de enterrar a Jesús en su tumba, una tumba nueva, hecha para él y su familia, en un bonito jardín, no lejos de allí; para él sería un honor inmerecido y para Ella, una preocupación menos, ahora que está tan afligida… y María, llena de gratitud por toda aquella hospitalidad, acepta.

Comienza, ahora, la difícil tarea del desenclavo del Maestro y María está atenta al menor movimiento de los obreros, para que no se le haga aún más daño a su pobre Hijo. Y cada vez que se le escapa la tenaza a alguno de ellos y lacera con ella su cadáver, es un nuevo dolor añadido. Tampoco deja que se pierda ni una sola gota de la sangre que sigue fluyendo por las heridas del difunto con cada movimiento; José de Arimatea se encarga de esta misión. Finalmente, todo el cuerpo de Jesús queda liberado de la sujeción de los clavos y comienza a ser descendido suavemente, gracias a un gran trozo de lienzo que pasa por debajo de sus axilas. María no permite que su Hijo toque el suelo y lo recibe en su regazo… ¡Cuánto tiempo hacía… ¡desde que Jesús era tan sólo un Niño!, que no lo cogía en su regazo! ¡Tan lleno de vida entonces y tan lleno de muerte ahora…!

 

María va recorriendo con sus manos el cuerpo inerte de Cristo, limpiando y besando cada una de sus heridas, como cuando de pequeño le limpiaba y le besaba “las pupas” que se hacía jugando, pero, ahora, su Hijo no curará y sus heridas no cerrarán con los besos de su Madre… Ella bien lo sabe, pero sigue besándole, sin importarle nada más… El tiempo, para Ella, ha dejado de existir… Y mientras limpia y besa sus infinitas heridas, le canturrea una canción, quizá sea una nana, a su Hijo “dormido”, para que pueda descansar, ahora que su Mamá está allí y todo lo malo ha pasado… Su Hijo ha estado lejos de Ella por tres largos años y ahora no se irá; ahora es su turno y nadie le impedirá consolarlo… Ella le dará todo el cariño que los hombres no le han sabido dar; y sigue besando heridas, limpiando sangre, salivazos y otras inmundicias de su pobre y rota piel. Parece que haya enloquecido de dolor, pero no es verdad… Es tan sólo el amor extremo de una Madre ante su Hijo muerto.

De repente, su pequeña mano de mujer se cuela hasta la muñeca, sin querer, en la herida del costado; imposible describir con palabras la cara de sorpresa y desolación de María en aquel momento, ante aquel macabro descubrimiento, pues le ha parecido tocar el corazón roto de su Hijo a través de las costillas. Ahora sí que las lágrimas acuden nuevamente a sus ojos, mientras estrecha contra sí el cuerpo de su querido Hijo y lo mece, impotente, como cuando era Niño, gimiendo y llorando desconsoladamente. Parece que estuviera haciendo visibles, a cuantos la rodean, las palabras del Libro de las Lamentaciones: “Venid y ved si hay dolor semejante al mío” (cfr. Lam.1,12).

José de Arimatea comprende muy bien a María y le gustaría dejarla tranquila con su Hijo todo el tiempo que fuera posible, pero está muy inquieto, porque atardece y se aproxima la hora del descanso sabático, en que ya no se podrá hacer nada sin quebrantar la Ley del Sabbath. Su tumba no queda muy lejos, pero todavía hay que trasladar el cadáver, embalsamar el cuerpo, rodar la pesada piedra de la entrada y volver a casa, y ya van muy justos de tiempo. Así se lo hace saber a Juan, para que le ayude a arrebatarle a María el cuerpo de Jesús, ya que Esta no quiere ni separase de su Hijo ni que se lo entierren, pues dice que resucitará, que El lo ha dicho y que Ella cree en su Hijo, y lo sigue abrazando y meciendo entre sus brazos, entre sollozos y gemidos, sin importarle nada más, ni siquiera el Sabbath, pues “lo antiguo ha pasado y lo nuevo ha comenzado”…  ¡También Jesús lo había dicho!

María se siente sola, sola sin José y sola sin Jesús… Ya sólo le queda la “fe”, pues sigue creyendo en el Padre y, lejos de revelarse contra Él, todavía es capaz de decirle: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc.1,38)…; y la “esperanza”, pues espera contra toda esperanza ver, otra vez, a su Hijo Jesús vivo, tal como El lo prometió: “Al tercer día resucitaré”…; y el “amor”, pues quiere amar, por amor a su Hijo, a todos aquellos que Jesús le encomendó y…, afortunadamente, también le queda el “perdón”, sin el cual es imposible el amor.

Perdón, no para Juan y Magdalena, pobrecillos, bien fieles han sido, sino para todos aquellos que tan insidiosamente le condenaron y tan cruelmente lo mataron, aunque Jesús dijera que no sabían lo que hacían… y, también, para todos aquellos, sus discípulos, los cobardes, los huidos, que por miedo le negaron y abandonaron cuando más les necesitaba y, muy especialmente, para el pobre e impulsivo Pedro, que, en su debilidad, le negó tres veces, aunque tuvo el valor de seguirle en la distancia hasta meterse en la boca del lobo, y que ahora estará deshecho en lágrimas en cualquier rincón… ¡Ay! Si Judas hubiera sido más humilde y hubiera llorado su traición en lugar de desesperarse… ¡Qué no hubiera perdonado una Madre!… y, a fin de cuentas, su traición fue el detonante de la Redención, pero su soberbia lo llevó a la desesperación y la desesperación al suicidio y el suicidio, sin perdón, a la eterna condenación, convirtiéndose para siempre, aquel al que Jesús tanto amó y al que tantas oportunidades dio, en el “hijo de perdición”.

María es sacada de sus reflexiones y apremiada una vez más a levantarse para poder enterrar a Jesús; no es que a Ella le guste hacerse de rogar, siempre tan diligente en todo y con todos y procurando no dar molestias a nadie, pero es superior a Ella, necesita imperiosamente recuperar esos tres largos años en que ha estado sin su Hijo, preocupada con las escasas y confusas noticias que de Él le llegaban e imaginando el resto en su corazón de Madre, y recuperar, también, esos tres largos días que aún habrá de estar sin Él hasta que resucite; además, algo en su instinto materno la empuja a retrasar, lo más posible, el momento de dejarlo solo, encerrado en una lúgubre y fría tumba… Y, mientras lo abraza, su cabecita sigue dando vueltas a todas las zozobras y angustias de aquel día, que han quedado para siempre, grabadas a fuego, en su lacerado corazón: ¿Cómo puede quedar oculto en una tumba, rodeado de tinieblas, Aquel que es “Luz de Luz” y “Luz del mundo”, cuando su Luz fue encendida, precisamente, para dar luz y calor a todos los de casa?, ¿cómo puede la oscuridad vencer al “Autor de la Luz” y la muerte al “Autor de la Vida”, a Aquel que decía de sí mismo: “Yo soy la Resurrección y la Vida”?, ¿cómo pudo aquel “Torrente de Agua Viva” decir, en la cruz, que tenía sed?, ¿cómo pudo manar tanta agua, después de la lanzada, como aquel torrente que salía del lado derecho del templo?, ¿cómo pudo recibir vinagre y hiel quien fue capaz de convertir el agua en vino, por el bien de unos novios?, ¿cómo pudo…

Y Magdalena, que, más que nunca, es una hija para Ella en estos momentos de dolor, la llama por su nombre y la besa con toda la dulzura posible: “María…, María… ¡Madre!…” y, entre zalamerías y caricias, intenta convencerla, una vez más, con todo el cariño del mundo, de la urgencia y necesidad de levantarse ya de allí y dar sepultura a Jesús, conforme dicta la Ley de Moisés, antes de que sea demasiado tarde para hacerlo, pues el Sabbath se echa encima a pasos agigantados. Y María, con un gran desgarro interior, cede ante la evidencia y llora desconsolada, abrazada a Magdalena, mientras los hombres se llevan el cuerpo de su Hijo en unas parihuelas improvisadas, hechas con el lienzo del descendimiento. María trata de seguirles, avanzando tan rápido como puede, pues quiere hacer Ella misma todas las tareas de embalsamar a su Hijo, pero no puede, está exhausta después de tanta angustia y de tanto sufrimiento; la espada de Simeón, tan hondamente clavada en su alma, es un peso excesivo para Ella, y Magdalena tiene que cargar con María y con su espada de dolor, de la misma manera que el Cirineo tuvo que cargar con el peso excesivo de la cruz de Jesús, pocas horas antes.

 

¡Es realmente bello el lugar donde está escavada la tumba del de Arimatea! Es un jardín frondoso y bien cuidado, con palmeras y plantas exóticas y fragantes, traídas de lejos. No debe existir en toda Judea un rincón tan encantador y delicado como aquel; un rincón que le ayudará a María a mitigar el dolor de la separación, cuando recuerde a su Hijo reposando en tan bello lugar… Los hombres ya han llegado a la tumba y han depositado el cuerpo inerte de Jesús sobre la mesa de piedra de los embalsamamientos, dispuestos a comenzar en seguida su labor, pero advierten que ya es muy tarde y que no dará tiempo a realizar el ritual completo; tendrán que conformarse con hacer lo fundamental y volver, pasado el Sabbath, a terminar su tarea. Poco después llegan las dos mujeres, exhaustas, a las que se les hace saber la decisión tomada, aquello supone un nuevo sufrimiento para María, que ni siquiera puede sepultar debidamente a su pobre Hijo; pero, resignada, acepta aquel nuevo contratiempo y le ofrece a Dios un nuevo sacrificio.

Rápidamente, envuelven el cadáver de Jesús en la larga tela mortuoria y aseguran la mortaja con tiras de tela que anudan en diversos sitios. Ni siquiera lo depositan en un nicho, pues la idea es volver lo antes posible a terminar el trabajo. María se apoya en aquel bulto que es ahora su Hijo, se tapa los ojos con la mano derecha, en señal de oración, y empieza a entonar un salmo a Dios; todos la imitan. Después, es preciso arrancarla de allí. En su dolor, María no entiende que deba dejar a su Hijo tan pronto, pero nuevamente, la insistencia y la ternura de Magdalena obran maravillas con aquella pobre Madre y, finalmente, los hombres pueden rodar la piedra de la entrada y todos regresan a la ciudad, camino del Cenáculo. Nada más irse, una guarnición de soldados herodianos procedente del Templo, que ha estado oculta aguardando, instala allí su campamento, para evitar que nadie se acerque a la tumba, y han sellado la piedra para que nadie la mueva, pues también recuerdan la promesa del Nazareno de resucitar al tercer día y no quieren que ningún discípulo listillo le dé cumplimiento, robando el cuerpo de su Maestro y anunciando, después, que ha resucitado… Aunque, a decir verdad, en su abatimiento, ningún discípulo recuerda ya que Jesús prometiera tal cosa… ¡Sólo María!

María está sumida en el dolor de no poder estar más tiempo con su Hijo muerto, porque el sábado, día de reposo absoluto para los judíos –pues dice la Escritura, “al séptimo día de la Creación, Dios descansó de todo lo creado” (Cfr. Gen.1)-, se estaba echando encima con las últimas luces del ocaso, ya pronto se vería la primera estrella que indicaría el comienzo del Sabbath. Además, el tremendo ruido producido por la enorme piedra del sepulcro al rodarse, al igual que el sonido seco que produce la primera palada de tierra sobre el ataúd del ser querido, que siempre retumba en el alma y aviva nuestra conciencia de la pérdida sufrida, devolvió a María a la cruda realidad y María, agotada, se derrumbó… Su Hijo resucitaría, sí, pero tres días eran demasiado tiempo y no podría aguantar mucho más, pues se sentía morir de dolor… y la única verdad era que, ahora mismo, su Hijo estaba muerto, ahora mismo ya no tenía más Hijo, ahora mismo ya no podría abrazarlo ni besarlo ni mover aquella piedra para recuperarlo, ahora mismo… Magdalena, nuevamente abrazó a María y con dulzura, la consoló.

El camino de regreso al Cenáculo transcurrió sin novedad. La ciudad no estaba lejos y, cuando llegaron a la casa, las otras mujeres, que esperaban ansiosas y angustiadas su regreso, pues llevaban todo el día fuera de casa y estaban intranquilas por ellos, abrazaron a María con vehemencia en cuanto la vieron y también a los demás, llorando a lágrima viva; pero María se hizo fuerte y las estuvo consolando y confortando a todas, como si el Hijo muerto fuera el de ellas y no el propio. Cuando todos se hubieron repuesto de la excitación del encuentro, comenzaron a sonar las novedades. María no tenía fuerzas para contar todo lo sucedido, por lo que Juan y Magdalena fueron contando los dramáticos sucesos que habían presenciado, deteniéndose más en la muerte y el entierro del Señor. María tan sólo escuchaba, asentía y suspiraba.

Entonces hablaron las otras mujeres, diciendo que, a lo largo de la tarde, algunos apóstoles habían ido regresando, a escondidas, al Cenáculo y que estaban completamente abatidos y en un estado de lamentable abandono, en la sala de la Cena, tirados por el suelo, apoyados en las paredes, sin hablarse entre ellos, con rostros huraños, miradas perdidas y llorando la mayor parte del tiempo, sin querer comer ni beber, reprochándose lo sucedido: su cobardía, el haberse dormido, el no haber defendido al Señor ni haberse dejado apresar con El, el haber huido… ¡Con razón dijo Jesús que sus discípulos ayunarían cuando les arrebatasen al novio!… El último en regresar había sido Pedro, que acababa de llegar hacía un rato, con el rostro desencajado, los ojos enrojecidos de haber llorado todo el día, hundido por la culpa y ahogado en llanto. De Tomás nada se sabía, seguía en paradero desconocido, y Judas ya no volvería más, pues habían encontrado su cadáver, con una soga alrededor del cuello. María no se hace esperar, recupera la diligencia de siempre y se dirige hacia la sala de la Cena, donde están los abatidos apóstoles de su Hijo y, al abrir la puerta, contempla un cuadro dramático: ya no son más los altivos discípulos de su Hijo, que se comían el mundo con los milagros que hacían y que iban a todas partes, a la sombra de su Hijo, recibiendo los elogios y las adulaciones que su Hijo rechazaba y que a ellos les hacían sentirse tan distinguidos, que incluso porfiaban entre ellos para ver quién sería el primero y el más importante de todos en el Reino de los Cielos y el sucesor de su Hijo, cuando Éste muriera… ¿Ruindad, ignorancia, mezquindad… o tan sólo el pecado y la debilidad humana?

¡Quién les vio y quien les ve!… Cada apóstol llora, ahora, su miseria, aislado del resto de sus compañeros, tirado por los suelos en un rincón. Se han convertido en gente sin esperanza y sin consuelo; hombres rotos, deshechos, destruidos, que gimotean como niños… Realmente son “como ovejas sin Pastor”, pues muerto el Maestro, herido de muerte el Pastor, se ha dispersado su rebaño, a pesar de que estos pobres corderos, encerrados en su propia tragedia, hayan acertado a reunirse aquí. Ya nadie quiere ser el primero ni el más importante ni el heredero del reino, ya no quieren poder ni prestigio, sus sueños de grandeza se han esfumado. Ya sólo saben que no saben vivir sin Jesús, ojalá que El estuviera allí, pero El no volverá, ha muerto… ¡muerto!… y eso les causa una terrible angustia y un hondo pesar, pues, en ellos, ya no hay atisbo de esperanza, viven la desolación de la muerte; su mente está embotada y no recuerdan, para nada, la promesa del Maestro de resucitar al tercer día, tal vez nunca la entendieran y la rechazaron por absurda, yendo a lo práctico y palpable del aquí y ahora.

María siente lástima por todos ellos y, súbitamente, comprende su misión en esta hora de dolor, sabe que debe olvidarse de su dolor de Madre y de sus propias heridas, para abrirse al dolor y las heridas de aquellos otros hijos que ahora la necesitan; algo que no ha parado de hacer, desde entonces, por cada uno de nosotros, pobres discípulos de su Hijo, a través de los tiempos y de la geografía del mundo. Y se va acercando a cada uno de ellos, les llama por su nombre, les acoge, les escucha, les perdona y quedan reconfortados; especialmente Pedro, a quien el pecado de su triple negación le está destruyendo y a quien el perdón de la Madre le saca de su hundimiento y le abre nuevamente a la vida. Después les reúne en torno a sí y con dulzura les repite la promesa del Salvador de resucitar al tercer día, pero es inútil, no entienden nada, no esperan nada; alguno, incluso, vuelve a su abatimiento.

¡Es el momento de dejar de hablar y de ponerse a orar!… María vuelve a su cuarto, cierra la puerta, y adopta la misma postura de la noche anterior, con la cara entre las manos, apoyada en su cama. Apenas ha probado bocado y no lo probará… ¡Qué sola se siente siendo la única que cree y espera, todavía, con fe y contra toda esperanza, en la resurrección de su Hijo!… Aunque todo la invite a “tirar la toalla” y a reconocer que todo acabó allí, tras aquella pesada piedra, en el interior de aquella lúgubre tumba;… pero de ahí a creer que jamás tuvo un Hijo y que ese Hijo jamás fue el Mesías, sólo hay un paso… Debe resistir firme en la fe y orar, orar con fuerza… ¡Ojalá acelerara, con su oración, la resurrección de su Hijo, para que los suyos crean, para que el mundo crea, para que la humanidad se salve. Y así, la noche, primero, y el alba, después, la sorprenden en aquella postura y en aquella oración. María: “Intercesora ante el Padre”, “Auxilio de los cristianos”, “Mediadora de todas las gracias”. Y con el primer rayo de la aurora que se filtra por su ventana, entra Jesús en su cuarto, glorioso, resucitado, majestuoso, bellísimo… y, apoyando su mano sobre la cabeza de su Madre, le dice con cariño: “¡Mamá!”

+ Salamanca, 26 de Marzo de 2010.

  1. P. Juan José Cepedano Flórez, CMM.

© Todas las imágenes han sido tomadas de Internet;

mayormente, de La Pasión, de Mel Gibson.

 

 

 

 



Proceso de formación inicial

a.- Candidatado (Aspirantado): Animamos a los directores vocacionales a intensificar sus contactos con los aspirantes y sus familias y parroquias mucho antes de que los candidatos vengan a vivir con nosotros durante su período de candidatado. Parte del candidatado incluye los estudios filosóficos y religiosos o profesionales. Hasta donde sea posible, las familias de los candidatos deberán pagar o contribuir a los estudios y mantenimiento de los candidatos. Durante las vacaciones debería animarse a los candidatos a coger un empleo de cara a ocuparse de sus necesidades y aprender a responsabilizarse de sus vidas.

b.- Postulantado: Al final del candidatado y de los estudios filosóficos o religiosos, los candidatos hacen un extenso período de postulantado como preparación para el noviciado. Se recomienda que los últimos tres meses del postulantado sean hechos por todos los postulantes juntos en Mariannhill antes de su Noviciado común, de forma que dispongan de tiempo suficiente para conocerse mutuamente.

c.- Noviciado: Habrá un Noviciado común en Mariannhill desde el 2 de Febrero -de ese año- hasta Febrero del año siguiente. Al final del Noviciado los novicios harán sus primeros votos y el Gobierno General los asignará a diferentes centros de formación de la Congregación para los estudios teológicos y profesionales.

d.- Posnoviciado (Juniorado): Si un miembro recién profeso recibe el primer destino fuera de su provincia, deberá ser transferido a esa provincia durante el tiempo que duren sus estudios. El será miembro de pleno derecho de esa provincia con todos los derechos y deberes. Siempre existirá para el miembro la posibilidad de permanecer en esa provincia durante los cinco años siguientes a su ordenación.

Adopta un paquete de ropa para enviarlo a países de Misión

Según temporadas, solemos recibir como donativo a las misiones, todo tipo de ropa, en buenas condiciones o a estrenar; muchas veces es ropa para bebés y niños pequeños, muy apreciada allí donde tienen un índice de natalidad tan alto y en nuestros orfanatos. También nos han llegado, a veces, uniformes escolares y de trabajo, muchos de ellos sin estrenar, sobrantes de alguna empresa que se acordó de nosotros o trajes de primera comunión y alguno de novia.

¡Es una alegría tener para dar! Esta ropa se agrupa en lotes de 10 kgs. y se envuelve en paquetes de tela y rafia, cosidos a mano -para evitar que nadie los abra y se quede con algo-, para ser enviados a nuestras misiones en grupos de 8, 10 ó 12 paquetes certificados. ¡Hasta la fecha han llegado siempre todos y en buenas condiciones!

El problema viene cuando vemos el dinero disponible para enviarlos a Misiones, pues cada paquete suele valer unos 50,00 euros, lo que limita mucho la posibilidad de hacer nuevos envíos hasta disponer del dinero para ello.

Por ello, recurrimos a vosotros y os pedimos: ¡Adopta un paquete de ropa para enviarlo a Misión! Muchos te lo agradecerán y orarán por ti desde allí. ¡Te esperamos!

Becas de estudio para formar  futuros misioneros de Mariannhill

A finales del año 1893 el Abad Francisco escribía a sus amigos y bienhechores:

“Si el aumento de postulantes sigue produciéndose con la misma rapidez, el próximo año tendremos 100 hombres. Cuando veo todos los que cada día se sientan a la mesa, me entra el miedo en el cuerpo y me asalta la preocupación: ¿De dónde sacaremos pan para tantos y cómo les vamos a vestir? Pero, por otra parte, al contemplar tantos hombres valientes, entregados y sacrificados, me lleno de alegría y consuelo, pues ellos son mi riqueza…

Nos vemos de nuevo impulsados a dar gracias a Dios por haber bendecido tan generosamente nuestros trabajos y a rezar por nuestros bienhechores, que con sus donativos, siempre bienvenidos, han hecho posible nuestro éxito”.

Lo que el Abad Francisco experimentó hace más de cien años lo seguimos viviendo los que hoy somos sus hijos: el miedo ante todo lo que conlleva la formación de futuros Misioneros de Mariannhill. Por otra parte, ellos son el futuro y la riqueza de nuestra Congregación. Así pues, confiados en el cuidado providente de Dios y en el apoyo de los que hoy sois los bienhechores de Mariannhill, seguimos adelante.

Los aspirantes a futuros Misioneros de Mariannhill empezarán siempre con el preceptivo Postulantado. Cuando hagan los primeros votos, unos irán a estudiar filosofía/teología para ser Sacerdotes de Mariannhill; otros irán a diferentes escuelas profesionales o centros de formación diversa para ser Hermanos de Mariannhill. Todo un proceso formativo que ronda los diez años de duración.

Como veis, el aumento de Hermanos y Padres Misioneros de Mariannhill, depende en gran medida de vuestras ayudas y, por ello, os invitamos a seguir haciendo el bien apoyando, mediante Becas de Estudios o Donativos para la Formación,la formación de las nuevas generaciones de Misioneros de Mariannhill.

Centro Misionero de Mariannhill en Bosa/Bogotá (Colombia)

Un proyecto ilusionante

Los lectores de esta revista misionera saben de los comienzos de la presencia de Mariannhill en Colombia; empezando primero en el Vicariato de Trinidad, concretamente en Montañas del Totumo [Paz de Ariporo/Casanare], y más recientemente en una de las grandes barriadas del distrito de Bosa, en la periferia de Bogotá, perteneciente a la Diócesis de Soacha.

En dicha barriada se nos ha encomendado una parroquia, donde llevamos trabajando poco más de un año. Allí queremos dar cuerpo a un proyecto ilusionante: levantar un Centro Misionero que sirva para acoger durante el día a los ancianos, dar protección y educación a los niños, realizar actividades con los afrocolombianos; todos ellos afectados por el conflicto civil del país.

El Centro servirá también como residencia para la comunidad de Mariannhill, que atiende dicha parroquia, así como para la formación de futuros misioneros.

El Centro servirá también como residencia para la comunidad de Mariannhill, que atiende dicha parroquia, así como para la formación de futuros misioneros.

Una situación inquietante

El distrito de Bosa se encuentra en la periferia de Bogotá y pertenece a la Diócesis de Soacha. Esta ciudad se encuentra, de hecho, unida a la capital colombiana. Bogotá es la ciudad que tiene el nivel más alto de crecimiento demográfico en toda Latinoamérica. Se calcula que unas 200.000 personas llegan a instalarse en la ciudad cada año. Ello se debe a la situación política y de guerra por la que está pasando el país.

Los desplazados encuentran en las periferias de Bogotá un lugar donde asentarse y el Gobierno mismo asienta en ellas a muchos desmovilizados. Tanta y tan frecuente es la afluencia de estos grupos, que el mismo Gobierno no tiene ni planes ni fondos para preparar aquellas infraestructuras, que vengan a atender o paliar las necesidades básicas de alojamiento, educación y salud. Esto crea con frecuencia situaciones caóticas, que devienen en caldo de cultivo para toda clase de problemas, siendo la violencia y la corrupción los principales.

Una tarea a realizar

En el área de la parroquia viven más de 100.000 personas y el Gobierno sigue construyendo casas sociales muy sencillas para ir instalando en ellas a más desplazados o desmovilizados. La población está compuesta, en su mayor parte, por esta clase de gente. Esta gente no solamente tiene muchos problemas y necesidades sino que, a veces, crean problemas  de convivencia en las comunidades donde se alojan o se les instala. Al margen de la labor pastoral que los Misioneros de Mariannhill debemos realizar a través del cauce de la parroquia encomendada, deseamos poder colaborar a fin de mejorar el nivel de vida de la gente con la que vivimos.

Pedimos a los líderes locales que nos ayudaran a identificar aquellas áreas más necesitadas de nuestro servicio, y que, dadas nuestras posibilidades de personal y los terrenos que ahora contamos, pudiéramos atender. De estas conversaciones salieron identificados tres grupos de personas muy vulnerables y que necesitan urgente atención: los ancianos, los niños y adolescentes, los afrocolombianos.

Un apoyo a los ancianos

Entre los desplazados se encuentran muchos ancianos, que han tenido que dejar sus pueblos. Al no haber en la zona lugares seguros de esparcimiento, estos ancianos se ven obligados a permanecer en sus casas las 24 horas del día. Muchos de ellos viven aún aterrorizados y cualquier extraño o desconocido se les presenta como un posible enemigo. Para ellos está pensado el Centro, donde puedan pasar el día y socializar, conviviendo con otros y sintiéndose acogidos y seguros.

Una ayuda para los niños y adolecentes

Entre los desplazados hay muchos niños y adolescentes, huérfanos o de familias monoparentales. No siempre reciben la protección adecuada y son dejados en la calle cuando sus tutores van al trabajo. Estos niños y adolescentes vienen entonces a ser presa de las mafias, que buscan gente para engrosar sus filas, obligándolos a trabajar como sicarios o destinándolos a la prostitución y al chantaje. Como dato de referencia tenemos que, en un centro de salud en la zona, hay registradas 400 mujeres embarazadas y más de la mitad son menores de edad. Para ellos también está pensado el Centro, donde puedan acudir y estar seguros hasta que sus tutores regresen del trabajo y, mientras tanto, puedan recibir apoyo escolar y un suplemento a su alimentación.

Una esperanza para los afrocolombianos

El fenómeno del desplazamiento abarca enormes zonas del país y a toda clase de gente, pero se ceba de una manera más dura con los grupos indígenas y con los campesinos. Éstos son en su mayoría afrocolombianos. Además de los problemas que se les presentan como a todo desplazado, ellos se ven arrancados de sus tierras, pero también de su ambiente cultural. En la ciudad se encuentran más aislados y no siempre aceptados. Para ellos también está pensado el Centro, donde se encuentren entre si y puedan proteger, cultivar y vivir sus valores culturales.

Modalidades de pertenencia a la Congregación

A.- El sacerdote misionero: «El sacerdote misionero de Mariannhill es un hombre que ha respondido simultáneamente a tres llamadas:

1) La llamada a la vida religiosa en la Congregación Misionera de Mariannhill (CMM).

2) La llamada a proclamar como misionero la Buena Nueva de Cristo a todos aquellos que no tienen todavía la experiencia de Cristo como su Salvador.

3) La llamada a hacer todo esto como sacerdote.

En virtud de su ordenación al sacerdocio, el sacerdote misionero de Mariannhill está preparado para atender las necesidades espirituales de todos los fieles. Él proclama la Buena Noticia de Jesucristo, preside la celebración de la Eucaristía y administra los otros sacramentos de la Iglesia de acuerdo con su oficio. El entrenamiento especializado le cualifica para servir en muchos otros ministerios también. Puede involucrarse en educación y formación, en dirección espiritual, en consejo, en retiros, en el ministerio de los enfermos, los presos o los discapacitados; puede involucrarse en el apostolado de la prensa o en cualquier forma de trabajo apostólico que sea necesario en la Iglesia.»

B.- El hermano misionero: «El hermano misionero de Mariannhill es un ejemplo de hombre dedicado a la comunidad, el compromiso, la oración y el servicio. –La figura del hermano- viene de la tradición de los monjes trapenses y, aunque ahora es muy activo, asomado al mundo, retiene todavía el lema “Ora et Labora”: oración y trabajo. El hermano misionero de Mariannhill elige vivir su compromiso con Cristo en una comunidad orante de hombres con votos religiosos, comprometido en el servicio a la humanidad, de acuerdo con sus habilidades, talentos y aptitudes. En una palabra, el hermano es una persona que vive una vida sencilla centrada en el Evangelio en una comunidad célibe.

La llamada a servir a Dios como hermano misionero de Mariannhill requiere una decisión a cuatro niveles:

1) Debe haber un deseo de profundizar la propia vida espiritual y la creencia de que esto puede realizarse más fácilmente en comunidad que por uno mismo.

2) El sujeto debería tener la personalidad capaz de relacionarse fácilmente con otros y una disposición a aceptar la idiosincrasia de los demás.

3) El candidato debería tener, a un tiempo, el interés y la habilidad para realizar el trabajo de la comunidad de Mariannhill.

4) La llamada a la hermandad religiosa requiere una decisión de celibato.».

C.- El asociado o familiar en comunidad: El asociado misionero de Mariannhill en comunidad o “familiar en comunidad”, como comúnmente se le conoce, es aquella persona que, tras haber pasado un período de Postulantado y habiendo aceptado vivir, bajo promesa, los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en el marco de un compromiso de vida decididamente cristiano, “elige vivir su compromiso con Cristo en una comunidad orante de hombres con votos religiosos, comprometido en el servicio a la humanidad y ayudando a la Congregación personalmente, con su oración y trabajo -y sus talentos, aptitudes y habilidades- allí donde se le necesite, y materialmente, con una parte de su sueldo si está en activo o de su pensión si está jubilado, y teniendo expresamente en cuenta a la Congregación en su testamento.  

Perfil del aspirante a misionero de Mariannhill

A.- Búsqueda sincera de la voluntad de Dios y anhelo explícito de seguir a Jesús.

B.- Amor por las Misiones y un cierto espíritu de aventura.

C.- Docilidad al Espíritu Santo: lo que implica dejarse formar, educar.

D.- Búsqueda constante de la madurez en la fe: lo que se traduce en la capacidad para adquirir y mantener compromisos y responsabilidades.

E.- Práctica activa de su fe: vida sacramental y de Iglesia -Eucaristía, oración, servicio-.

F.- Capacidad y madurez para vivir en comunidad y trabajar en equipo (y si llegara el caso, también en soledad): buenas relaciones entre iguales (espíritu de concordia y de diálogo, sano equilibrio entre autonomía y dependencia), optimismo y alegría (o, al menos, un sano equilibrio entre pesimismo y optimismo, pues los pesimistas y melancólicos no valen para misioneros), paciencia y fortaleza para soportar la soledad, el cansancio y el trabajo infructuoso –tenacidad-.

G.- Plena inserción en su propia cultura: adaptado al entorno y con los pies en el suelo, con conocimiento y aceptación de su propia historia y normalidad en la relación afectiva con la mujer.

H.- Capacidad de apertura a otras culturas: aprendizaje de otros idiomas y costumbres, siendo respetuoso con ellas –inculturación-.

I.- Obediencia al Magisterio de la Iglesia y a las directrices de nuestra Congregación.

J.- Sensibilidad social: una opción fundamental por los pobres, que no excluye el estar abierto a todos –“mejores casas, campos, corazones”-.

K.- Capacidad de iniciativa: lo que implica el desarrollo de una conciencia crítica y de la creatividad.

L.- Estudios finalizados y documentos civiles (y/o militares) en regla: Los estudios deberán ser, al menos, de grado medio (antiguo graduado escolar o equivalente) si el aspirante quiere ser hermano, y de COU (equivalente o superior) si el aspirante lo es al sacerdocio en nuestra Congregación.

CMM asesinados

Varios números de las Constituciones hablan del misterio de la cruz de Cristo y de nuestra participación en ese misterio.

- Tenemos que "no avergonzarnos de la locura de la cruz" (cf. n º 108);

- No hay que olvidar que "estamos siguiendo a Cristo crucificado y debemos proclamar el mensaje de la cruz" (cf. n º 113);

- Hay que recordar que “es parte del seguimiento de Cristo el llevar la cruz de cada día” (cf. n º 244).

Algunos de nuestros hermanos tenían una profunda participación en este misterio de la cruz de Cristo, sobre todo, aquellos que dejaron sus vidas violentamente en el servicio misionero de la Congregación y de la Iglesia, pues no queremos olvidar aquí a todos aquellos que pertenecen a la familia más amplia de Mariannhill y que murieron de forma violenta.

Por parte de los misioneros de Mariannhill:

-Hno. Andrew Wachter CMM, que fue asesinado el 22 de noviembre de 1927, en Mariazell (Sudáfrica).

-Mons. Adolfo Gregor Schmitt CMM, que fue asesinado el 5 de diciembre de 1976, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-P. Possenti Anton Weggartner CMM, que fue asesinado el 5 de diciembre de 1976, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-Hno. Karl Kroner CMM, que fue asesinado el 9 de enero de 1978,en Mariannhill (África del Sur).

-Hno. Peter Edmund Geyermann CMM, que fue asesinado el 2 de junio de 1978, en Embakwe Mission (Zimbabwe).

-Hno. Andreas Georg von Arx CMM, que fue asesinado el 2 de junio de 1978, en Embakwe Mission (Zimbabwe).

-P. Edmar Georg Sommerreisser CMM, que fue asesinado el 25 de abril de 1981, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-Hno. Matthias Sutterlüty CMM, que fue asesinado el 10 de noviembre de 1983, en Embakwe Mission (Zimbabwe).

-Hno.  Kilian Valentin Knörl CMM, que fue asesinado el 19 de abril de 1988,en Empandeni Mission (Zimbabwe).

-P. Hubert Hofmans CMM, que fue asesinado el 23 de noviembre de 2001, en Lae (Papúa-Nueva Guinea).

Todos estos Hermanos nuestros, son un recordatorio permanente de aquellas palabras de Jesús: "¿Recordáis lo que os dije: No es el siervo más que su señor"? Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros... El mundo os hará sufrir, pero sed valientes, Yo he vencido al mundo" (Jn.15,20-16, 33).

Por parte de la familia Mariannhill:

-Hna. Francis Elisabeth Van den Berg CPS, que fue asesinada el 5 de diciembre de 1976, en Regina Mundi Mission (Zimbabwe).

-Dra. Hanna Decker, misionera laica, que fue asesinada el 9 de agosto de 1977, en St. Paul’s Mission (Zimbabwe).

-Hna. Ferdinanda Anna Ploner CPS, que fue asesinada el 9 de agosto de 1977, en St. Paul’s Mission (Zimbabwe).

-Hna. Maria de Lourdes Gonçalves Granado CPS, que fue asesinada el 5 de mayo de 1981, en Namaacha Mission (Mozambique).

-Hna. Mary Paule Tacke CPS, que fue asesinada el 16 de Junio de 2014 en Tyara-Libode (Sudáfrica).

San Francisco Javier

Nacido en España, en el año 1506. Cuando estudiaba en París, se unió a San Ignacio de Loyola y fue ordenado sacerdote en Roma, en 1537.

Con gran entusiasmo misionero, fue a Asia, donde entró en contacto, en la India, Indonesia y Japón, con otras culturas y religiones (hinduismo, budismo, sintoísmo e Islam) y, en el cumplimiento de sus tareas misioneras, descubrió que es esencial, para poder transmitir el cristianismo, aprender la lengua y la cultura de las personas a quienes somos enviados (inculturación del Evangelio y de las tareas misioneras).

Murió en el año 1552, en la isla china de Shangchwan, a las puertas del Imperio Chino, que él consideraba como un territorio clave para introducir el cristianismo en Asia. Fue canonizado y proclamado "Patrono de las Misiones" en 1622.

Como misioneros, él es nuestro Patrón; y nos recuerda que tenemos que seguir trabajando para que venga el Reino de Dios.

La celebración de la fiesta de San Francisco Javier no es algo nuevo en nuestra congregación. El Abad Francisco, en sus escritos, hace algunas referencias a San Francisco Javier y a su trabajo como misionero.

Sta. Teresa de Lisieux

Santa Teresa del Niño Jesús nació en Alençon, en Francia, en el año 1873. Siendo aún joven, entró en el monasterio carmelita de Lisieux y practicó las virtudes de la humildad, la sencillez evangélica y una firme confianza en Dios. Con sus palabras y su ejemplo enseñó a las novicias que tenía a su cargo.

Ofreciendo su vida por la salvación de las almas y para la difusión de la fe en las misiones, murió el 30 de septiembre de 1897. El Papa Pío XI la canonizó en 1925 y en 1928 fue declarada Patrona Universal de las Misiones.

Como misioneros, ella es nuestra Patrona; y nos recuerda que el trabajo misionero es, sobre todo, la obra de Dios.

La celebración de esta fiesta en nuestra congregación no es algo nuevo. Si nosotros, como misioneros activos, miramos hacia Santa Teresita, una monja contemplativa, como nuestra Patrona, es principalmente por dos razones:

1.-Somos misioneros de profesión. Ser misioneros no depende de nuestra era, del lugar donde vivimos y trabajamos, del tipo de trabajo que hacemos, de los estudios que hemos realizado,, de las capacidades o habilidades, de la salud o de la falta de ella.

El nº 105 de nuestras Constituciones dice: "Incluso si los miembros de la Congregación tienen diferentes tareas y servicios, que vivan su vocación misionera mediante la cooperación en el cumplimiento del mandato de la Congregación".

En su autobiografía, Santa Teresita escribe: "Me hubiera gustado ser misionero desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta el final de los tiempos".

2.-El amor es el núcleo de nuestra misión. Siempre hemos de ser conscientes, tanto de uno como de la otra, a fin de no olvidar para quién estamos trabajando y qué papel ha de jugar el amor en nuestro trabajo.

El nº 237 de nuestras Constituciones dice: "Como misioneros, sabemos que estamos llamados y enviados por Jesucristo. De ahí que nuestro servicio misionero conjunto debe provenir de una unión íntima con Él. Entonces podemos esperar que este servicio sea fructífero".

En su autobiografía, Santa Teresita escribe: "El amor es, de hecho, la vocación que incluye a todas las demás... He encontrado mi vocación: mi vocación es el amor".

Natividad de María

Tradicionalmente, la Congregación de los Misioneros de Mariannhill venía celebrando a la Santísima Virgen María, bajo su advocación de Nuestra Señora de las Candelas, como su Patrona, el mismo día de su fiesta fundacional, la solemnidad de la Presentación del Señor, el día 2 de Febrero.

De cara a la aprobación de nuestro calendario propio, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dictaminó que se separara la solemnidad del 2 de Febrero, fiesta fundacional de la Congregación, plenamente cristocéntrica, de la celebración de la Patrona de Mariannhill, de carácter mariano, por lo que se decidió que la nueva fecha para celebrar a nuestra Patrona fuera el 8 de Septiembre, fiesta de la Natividad de María, de profundo sentido para la Congragación, pues muchos hemos renovado votos y hecho profesión perpetua en ese día; celebrándose por vez primera, la nueva fiesta, en el año 2012.

En la imagen, una alegoría de la devoción del Abad Francisco Pfanner por la Virgen María, en la recién estrenada fiesta de la Patrona de Mariannhill, en el día de La Natividad de la Santísima Virgen María, la Virgen Niña.

San Joaquín

Al ser el día 26 de Julio la memoria de los esposos San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María, y como nuestra Congregación celebrase únicamente a Santa Ana, como nuestra Co-Patrona, en dicha fecha, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos dictaminó que se diera la posibilidad de celebrar, también, a San Joaquín, de manera opcional, al día siguiente.

Santa Ana

Siguiendo una tradición muy antigua, que se remonta a los inicios de Mariannhill, nuestra Congregación celebra hoy la fiesta de Santa Ana, la madre de la Virgen María.

Sobre la arcada de entrada al Monasterio de Mariannhill, en Sudáfrica, admiramos la escultura de Santa Ana, enseñando a su hija, María, realizada en terracota. Debajo está escrito:Mariae Annae Collis Patronae Illustrissimae O.P.N.” (es decir, “ruega por nosotros”; en latín: “Ora Pro Novis”).

El Abad Francisco Pfanner explicaba por qué, llamó “Mariannhill” al Monasterio, en 1882, y por qué María y Ana fueron elegidas como sus santas patronas, diciendo: "En las últimas semanas, a menudo me veía acuciado por la pregunta: “¿Cómo debería llamarse el nuevo monasterio?” No estaba dispuesto a comprometerme en una larga discusión; finalmente, hoy he roto el silencio y he puesto por escrito: “Mariannhill es su nombre”.

Todos nuestros monasterios deben estar dedicados al honor de “María”. Santa “Ana”, a quien tenemos en gran estima, es nuestra querida abuela, y añadimos "colina", porque el monasterio se construirá en una colina notable, desde donde se divisan todas nuestras propiedades, el barrio que la rodea y hasta el Océano Índico. Esperemos que de este Mariannhill salga algo excelente".

Nuestro Fundador era un hombre muy práctico. Consideraba Mariannhill como una casa, un lugar para trabajar y como centro desde donde se debe extender Evangelio.

Muchas de nuestras casas y capillas están dedicadas a Santa Ana. Nuestra novena perpetua se reza cada día en su honor, para nuestra congregación, nuestras misiones y nuestros benefactores. El apostolado de las madres y las mujeres están bajo su protección y llevan su nombre: “Mujeres de Santa Ana”.

San Benito Abad

San Benito nació en Nursia, en Umbría (Italia), en torno al año 480. Tras estudiar en Roma, llevó una vida eremítica en el monte Subiaco¸ donde se le juntaron varios discípulos. Se trasladó, después, a Monte Cassino, donde fundó el famoso monasterio y escribió su Regla, recibiendo, por ello, el título de “Padre del monacato occidental”. Murió el 21 de marzo de 547.

San Benito y sus monjes evangelizaron Europa, haciendo de sus monasterios centros de culto, cultura y agricultura. Sus granjas, escuelas e iglesias se convirtieron en los pilares sobre los que surgió una nueva sociedad cristiana, tras la caída del Imperio Romano.

Nosotros, los Misioneros de Mariannhill, reconocemos a San Benito como modelo de misionero. Por ello, tratamos de poner en práctica, en nuestro enfoque dela misión, la forma holística de la evangelización, que ha sido resumido para nosotros, por el P. Bernard Huss CMM, como “Mejores campos, casas (hogares), corazones".

Al mismo tiempo, San Benito es nuestro modelo de vida religiosa. Muchos elementos de su Regla están consagrados en nuestras Constituciones; por ejemplo: “Estamos en el mundo, pero no somos del mundo”; aprender a escuchar ya vivir en la presencia de Dios; autoexamen ante Dios; conversión; paciencia y perseverancia; hospitalidad, uso responsable de las cosas materiales... Todos estos elementos pueden ayudarnos a construir nuestra espiritualidad específica como Misioneros de Mariannhill.

El 'Ora et Labora' de San Benito nos llama a ser contemplativos en la acción.

En sus escritos, el Abad Francisco tiene bastantes pensamientos sobre la importancia de San Benito, especialmente,de cara a ser un religioso que trabaja como misionero.

Preciosa Sangre

Es una espiritualidad en el sufrimiento y el gozo del misterio pascual, de la cruz y la resurección , de la Preciosa Sangre y el Amor Redentor, de la angustia del mundo y la preparación para la misión.

Con nuestro nombre, el nombre de la Preciosa Sangre, el Abad Francisco confirió sobre nosotras nuestro mandato misionero. El patrón del misterio pascual, el plan redentor de Dios para el mundo está escrito en nuestras historias personales, en la historia de la Congregación y es nuestra urgencia para la misión".

En este día, celebramos, junto a nuestras Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre, con alegría y amor agradecidos, en honor de Jesucristo, que nos redimió con su Preciosa Sangre, la fiesta titular de su Congregación.

Las hermanas dicen: “El momento originario de nuestro carisma nació de una experiencia. El Abad Francisco contempló el misterio de Dios revelado a él. Con este misterio pudo discernir quién era y lo que el plan de Dios era para él; lo que las hermanas estaban llamadas a ser, lo que el plan de Dios era para ellas". Nuestro carisma, con base en su experiencia, nos da nuestra identidad como Hermanas misioneras de la Preciosa Sangre.

El espíritu y el patrimonio de nuestro fundador nos fueron transmitidos, por escrito, por la Madre Paula Edmunds CPS (en la foto).

Sdo.  Corazón  de Jesús

Nuestra especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús se remonta a los días de nuestro fundador. En 1888 se rezó una novena al Sagrado Corazón pidiendo la restauración de la buena salud del Abad Francisco. En 1892, Mariannhill y todas sus estaciones misioneras fueron consagrados al Sagrado Corazón.

Durante la Primera Guerra Mundial, cuando se puso en peligro el monasterio, se hizo un voto especial al Sagrado Corazón de construir un santuario si preservaba al monasterio y sus habitantes de sorpresas desagradables, incluso de la destrucción. Hasta el día de hoy, el Monasterio y la Diócesis de Mariannhill recuerdan este voto mediante la observación de la adoración sacramental en el mes de junio.

Un corazón significa vida. Confesamos que Cristo no sólo tenía un corazón, Él es nuestro Corazón. El amor y la misericordia del Corazón son universales y eternos; así que nadie está excluido de su amor y misericordia. Por ello, ponemos nuestra fe y confianza en Él.

El Abad Francisco dejó escrito sobre el Sagrado Corazón: "No hay otro corazón que se nos dé, en quien podamos ser salvos, que el Sagrado Corazón de Jesús. Por tanto, nuestra actitud hacia Él es muy importante".

Abad Francisco Pfanner

En el nº. 248 de nuestras Constituciones se dice: "Veneramos al fundador de Mariannhill y gran pionero de la misión, Abad Francisco Pfanner... especialmente en el aniversario de su muerte, el 24 de mayo".

El entonces Prior del monasterio de MariaStern, en Bosnia, P. Francisco Pfanner,tenía 55 años cuando él se ofreció como voluntario para ir a Sudáfrica, para fundar la obra misionera. "Si nadie va, yo iré".

Tras el fracaso en Dunbrody, se trasladó con sus monjes a Natal y allí construyó un monasterio en una colina, dedicado a María y a Ana, y le llamó, por tanto, Mariannhill. Todo comenzó el 26 de diciembre de 1882.

En 1885 se convirtió en su primer abad. En el momento de su muerte, la Misión del Monasterio de Mariannhill se había extendido por todo Natal e incluso en el Cabo Oriental.

En 20 años se fundaron 28 estaciones de misión. Guiados por el lema benedictino "Ora et Labora", junto a los casi 300 monjes y la ayuda inestimable de las Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre, que él fundó, el Abad Francisco trabajó incansablemente para poner en práctica una red de evangelizadores.

Conmemoración de la muerte del Siervo de Dios, Abad Francisco Pfanner. Fundador de Mariannhill

Sus esfuerzos fueron, posteriormente, puestos bajo un lema, por el P.Bernard Huss: "Mejores campos, mejores casas, mejores corazones".

Aunque inmerso en una actividad tan misionera, el Abad Francisco siempre confió en la providencia de Dios. Convencido del valor inestimable de la Preciosa Sangre de Cristo y movido por el Espíritu Santo, logró unir la contemplación y la acción.

Su aceptación de la voluntad de Dios en su vida se revela en su actitud hacia las personas que lo malinterpretaron y en la enfermedad. Una vez puesta la mano en el arado, perseveró hasta el final. Él puso todas sus estaciones misioneras, bajo la protección de la Santísima Virgen María.

Al amanecer el 24 de mayo de 1909,murió en la pequeña estación misionera de Emaús. Él escribió: "¡Mira el cielo y alégrate! Sí, alégrate, pues estarás delante de Dios y lo verás. ¡Velemos y oremos por el Reino de los Cielos, luchemos y suframos con alegría, coraje y perseverancia hasta el final!".

El Abad Francisco nació el 21 de septiembre 1825, en Langen (Austria). Mientras estudiaba en la universidad, sintió la llamada al sacerdocio. El 28 de julio 1850 fue ordenado sacerdote. Después de servir como párroco y capellán de un convento, entró el 9 de septiembre 1863, en el monasterio trapense de Maria Wald (Alemania). El 21 de junio 1869 fundó en Bosnia el monasterio trapense de Maria Stern. Su causa de beatificación se abrió en 1964 y fue revitalizada en 2004.

En la conmemoración de la muerte de nuestro fundador, damos gracias a Dios y a la Iglesia por habernos dado un misionero tan celoso. Nosotros tratamos de seguir sus pasos y lo consideramos como intercesor por nosotros ante Dios.

San José

Cuando el Abad Francisco emprendió la tarea misionera en Mariannhill, tenía cuatro preocupaciones principales:

1.- la evangelización del pueblo Zulú,

2.- la recogida de todo el material necesario y los medios financieros,

3.- la formación de buenos religiosos,

4.- así como la orientación de todos hacia Dios.

Con el fin de obtener ayuda para ellos, el Abad Francisco buscó un poderoso protector y lo encontró en la persona de San José.

San José se convirtió, para el Abad Francisco, en el agente de todos los medios materiales y financieros que eran necesarios para las iniciativas sobre el desarrollo social y la promoción humana en Mariannhill, tanto para construcción de edificios: iglesias, conventos, hospitales, escuelas, talleres, establos, etc., como para empresas agrícolas, ya que San José era, como él dice, “el que alimentaba, vestía y albergaba al Niño Jesús en Nazaret”.

El Abad Francisco también escogió a San José como patrono de la buena formación de los monjes y las hermanas, porque San José era, como él dice, “el que educó al Niño Jesús con el ejemplo de una vida santa, humilde y silenciosa”.

P. Engelmar Unzeitig

Había llegado allí, como prisionero a mediados de 1941 y, durante los casi cuatro años que estuvo confinado en ese lugar, no dejó, por ello, de ser misionero. Era, por fuera, un habitante más de aquella ciudad de muerte, identificado con el número 26.147; pero, por dentro, guardaba a un fiel religioso, a un celoso sacerdote, a un valiente misionero y a todo un gigante de la caridad cristiana.

El testimonio de su vida y de su oración, su afabilidad y paciencia, la fidelidad a su consagración religiosa, su prudencia al hablar y su sabiduría al callar, su generosidad a la hora de compartir lo que tenía y su coraje para mendigar en favor de los más necesitados, dieron una eficacia insospechada a su presencia en el Campo.

Terminó sus días en coherencia con la que había sido la tónica de su existencia, ofreciéndose como voluntario para atender a los enfermos, víctimas de una epidemia de tifus. En pocas semanas, contrajo él mismo la enfermedad y, amaneciendo el 2 de marzo de 1945, moría de tifus el que a tantos moribundos había ayudado a bien morir.

Salió de este mundo como había vivido en él: “Con el corazón en la mano”.Le llamaban “el Ángel de Dachau”, porque así se comportó en medio de aquel infierno. Había dejado escrito: "El amor multiplica las fuerzas, inventa cosas, da libertad interior y alegría… El bien es inmortal y la victoria debe ser de Dios".

El P. Engelmar había nacido el 1 de marzo de 1911 en Greifendorf, hoy República Checa. Queriendo ser misionero, ingresó en 1934 en el noviciado de Mariannhill en Holanda. Después de realizar los estudios de filosofía y teología en Würzburg (Alemania), fue ordenado sacerdote el 6 de agosto de 1939. Sus cenizas, que salieron providencialmente del Campo de Concentración, reposan en la iglesia de Mariannhill en Würzburg. Desde el 26 de julio de 1991 está abierta su causa de beatificación.

La Presentación del Señor

La razón, entonces, de por qué nuestra Congregación ha elegido esta fiesta litúrgica como su fiesta principal se basa en un doble hecho: Cristo es la Luz que ilumina a todos los pueblos y María es la que les presenta esta Luz.

Nuestra identidad y carisma se basan en el misterio de esta fiesta. Con María, nosotros, Misioneros de Mariannhill, queremos seguir presentando a Cristo como la Luz que ilumina a todas las naciones.

En este día, recordamos, también, el aniversario de la separación del Monasterio de Mariannhill de la Orden Trapense y el comienzo de una Congregación misionera independiente. Esto sucedió en 1909.

Es costumbre que en este día todos renovemos nuestra consagración a Dios como Misioneros de Mariannhill, con el fin de mantener vivo nuestro primer amor a Cristo, a María, a la Iglesia y a la Congregación.

Y muchos más

Primer Centenario del Nacimiento del P. Engelmar Unzeitig CMM (1911-2011)

Primer Centenario de la Muerte del Abad Francisco Pfanner (1909-2009)

Primer Centenario del Nacimiento de la Congregación de los Misioneros de Mariannhill (1909-2009)

Los mártires de Zimbabwe

Beato Engelmar Unzeitig CMM (1911-1945), “Misionero de Misericordia”, “Mártir de la caridad” y “Ángel de Dachau”

P. Bernard Huss CMM (1876-1948): “Mejores campos, casas, corazones”

Hno. Nivard (Georg) Streicher (1854-1927), un “Genio con hábito”, el “Abad marrón de Mariannhill”