
25 Mar Claves de espiritualidad misionera en el papa Francisco
Claves de espiritualidad misionera en el papa Francisco
A la hora de preparar este ensayo sobre las claves de la espiritualidad misionera del Papa Francisco me he limitado a estudiar los siguientes documentos de su magisterio pontificio: La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG) del 24 de Noviembre de 2013 sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate (GE) del 19 de Marzo de 2018 sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, la Carta Encíclica Lumen Fidei (LF) del 29 de Junio de 2013 sobre la Fe y los Mensajes para la Jornada Mundial de Misiones (MJMM) de los años 2013 a 2018.
Consultadas esas fuentes, me planteé cómo exponer las claves de la espiritualidad misionera del Pontífice. Había una opción: convertir la ponencia en una especie de empedrado de textos; opción que ofrecería a los oyentes la ventaja de poder beber directamente en las fuentes, pero con un inconveniente: la exposición se volvería especialmente plomiza. Me he inclinado por elaborar un texto que intente responder a lo que se me ha pedido, apoyando las afirmaciones que hago con citas a píe de página (que encontrarán, todas juntas, al final del artículo).
Introducción
El tiempo litúrgico de Cuaresma, recién comenzado, viene marcado por una fuerte impronta bautismal. En la noche de la Pascua los catecúmenos reciben el bautismo y los ya bautizados renovamos los compromisos del mismo.
El Concilio Vaticano II nos recordó que todos los bautizados hemos recibido de Dios dos llamadas o vocaciones. A saber: a la santidad y a la misión.
Por lo tanto, eso de ser santos y eso de ser misioneros no es algo opcional, ni depende de gustos, ideas o preferencias; ni de la edad, el sexo, la condición, el estado de vida, la ocupación o el trabajo.
Sobra todo, si los bautizados no nos convencemos que Dios nos quiere santos y misioneros. Frustraremos el proyecto de Dios sobre nosotros, si no tomamos conciencia de ello y si no intentamos actuar en consecuencia.
1.- Dios nos llama a ser santos
Ello quiere decir que los bautizados están llamados a desarrollar al máximo las potencialidades que Dios, a modo de semilla, puso en ellos el día de su bautismo (1). Con otras palabras, hacer que la vida de Dios que corre por las venas del alma del bautizado no quede raquítica, sino que pueda alcanzar el estado de madurez (2). En definitiva, superar el mal radical que es el pecado, vivir el bien radical que es la caridad cristiana, permitiendo que nada de lo nuestro, en cuanto seres humanos, quede al margen del poder de influencia de Dios y de su verdad (3).
2.- Dios nos llama a ser misioneros
Ello implica que la fe, que recibimos como un don el día de nuestro bautismo, no se desarrollará ni se renovará si no nos preocupan todos los que viven sin fe: o porque nunca la han tenido o porque la han abandonado. Llamados a compartir la fe que profesamos, porque la consideramos una riqueza y nos duele en el alma que lo que nos hace tanto bien a nosotros no lo puedan experimentar los que viven sin fe (4). Es bueno no perder la conciencia que en este asunto guardar y no compartir es exponerse a perder el tesoro de la fe (5).
3.- Pero ambas vocaciones van unidas
La unión de las mismas tiene su origen en el mismo Cristo, del cual se dice en el evangelio de Marcos [3, 14] que «eligió a los suyos para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar».
Los primeros seguidores de Jesús fueron llamados para estar con él [santidad] y para ser enviados a predicar [misión]. En definitiva, quería Jesús que los suyos fueran a la par sus discípulos/santos y sus apóstoles/misioneros.
Los que, gracias a las generaciones anteriores de discípulos y misioneros, hemos venido a ser hoy creyentes estamos llamados a vivir muy unidos al Maestro [santidad] y a ser eco de su Evangelio [misión]. Cuanto mejor vivamos según el Evangelio, más fuerte resonará éste en el mundo (6). Cuanto más evangélicos, mejores evangelizadores. En definitiva, cuanto más santos, mejores misioneros.
Decía el papa san Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi del 8 de Diciembre de 1975 que se ha de evangelizar con el fervor de los santos (7).
Quince años después, el papa san Juan Pablo II escribió en su Carta Encíclica Redemptoris Missio [7 de Diciembre de 1990] que el verdadero misionero es el santo (8).
El papa Francisco retoma y profundiza los convencimientos precedentes en el capítulo V de la Exhortación Evangelii Gaudium, que lleva por título: Evangelizadores con espíritu.
A modo de telegrama, aún a riesgo de simplificar, paso ahora a ensayar un resumen del contenido de los números [259-288] del mencionado capítulo.
Evangelizadores con Espíritu son aquellos que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo (9); que anuncian la Buena Noticia no sólo con palabras sino, sobre todo, con una vida que ha sido, a su vez, evangelizada (10); que trabajan sin que, por ello, dejen de orar(11).
Para ello los discípulos misioneros se han de armar con una buena coraza de motivaciones misioneras. Entre ellas, el papa Francisco menciona las siguientes:
1) el discípulo misionero se ve impelido por el amor de Jesús, previamente recibido (12), así como por la búsqueda de la gloria del Padre que nos ama (13);
2) el discípulo misionero se sabe acompañado por el mismo Jesús, quien lo ha enviado (14);
3) el discípulo misionero sabe, por experiencia propia, que no es lo mismo conocer a Jesús que no conocerlo (15);
4) el discípulo misionero vive apasionado por Jesús y por la comunidad de los que son de Jesús, su pueblo (16);
5) el discípulo misionero no se aparta de las llagas de Jesús, que se hacen presentes en su pueblo (17);
6) el discípulo misionero no se deja abatir por el desánimo y los aparentes fracasos (18);
7) el discípulo misionero siempre tiene a mano el tremendo poder de la oración de intercesión. (19).
María es la Madre de la evangelización y de la Iglesia evangelizadora. Sin Ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización (20). A la hora de evangelizar, la Iglesia ha de mirar a María para descubrir en ella el estilo en el que se inspire su labor. Cada vez que los evangelizadores miran a María, vuelven a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. A Ella le tenemos que rogar que, con su oración maternal, haga que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos y una madre para todos los pueblos, haciendo así posible el nacimiento de un mundo nuevo (21).
Hasta aquí la introducción. En ella creo haber indicado cómo plantea el papa Francisco la espiritualidad misionera y cuáles son las claves de la misma. Lo que sigue ahora no dejarán de ser variaciones sobre el mismo tema.
Por razones metodológicas centraré la primera parte de esta ponencia en la llamada universal a la santidad y la segunda parte de la misma en la llamada universal a la misión, sin olvidar que ambas llamadas van unidas y se implican mutuamente. Tal es así que muchas de las cosas que se digan sobre cada una de ellas son intercambiables entre sí.
Llamados a la santidad
Llamada radical de parte de Dios, recibida por cada bautizado desde el mismo momento en que nace del agua y del Espíritu (22). Siendo una llamada universal, a la hora de responder a la misma cada bautizado ha de seguir su propio camino (23), desde las coordenadas existenciales donde se encuentre (24).
1.- La santidad como misión (25)
Interesante intuición del papa Francisco la de presentar la santidad como una misión. Cada bautizado es enviado a este mundo con una misión, que se identifica con la santidad, encarnando en su vida algún aspecto de la extraordinaria riqueza y belleza del Evangelio (26). Aunque más propiamente habría que decir que la santidad como misión consiste en hacer presente a Cristo en alguna de las facetas de su insondable misterio personal (27). Sin olvidar que la misión de cada bautizado, a fin de llegar a ser santo, pasa por la construcción del Reino de Dios que Cristo vino a traer e instaurar (28).
Los ámbitos o escenarios donde poder realizar esta misión, denominada santidad, son tanto la contemplación como la acción (29). No debería haber conflicto de intereses. Para llegar a ser santos, ni la actividad es una distracción para la vida de contemplación, ni ésta un escape perezoso para verse libres de las exigencias evangelizadoras (30). La misión de la santidad demanda una síntesis armónica y pacífica de ambos escenarios (31).
2.- Prevenciones ante posibles peligros (32)
Señala el papa Francisco un primer peligro a la hora de vivir la llamada a la santidad, que afecta igualmente a la misma actividad misionera. A saber: el gnosticismo actual. Es éste un peligro para nada inédito y que podría considerarse como una nueva edición del gnosticismo de siempre. El peligro de esta opción es doble: por un lado, se llegan a primar de tal manera las posibilidades de la mente que toda referencia a la carne e, incluso, a la verdad misma del Dios cristiano se presentan devaluadas hasta el desprecio (33); por otra parte, la perfección del sistema doctrinal que propone viene exenta de toda referencia al misterio (34).
Identifica el papa Francisco otro posible peligro a la hora de vivir la llamada a la santidad y a la misión: el pelagianismo actual. Falaz propuesta que lleva al desprecio de la gracia de Dios y una exaltación idolátrica de las capacidades y posibilidades humanas (35). El mismo ser humano alcanzaría su propia justificación gracias a su propio esfuerzo (36). Frente a tal reto conviene recordar que la verdad cristiana siempre ha concedido la primacía a la gracia de Dios (37).
En definitiva, estos dos posibles peligros no dejan de ser claros indicios de que muchos bautizados viven su fe impregnados de mundanidad (38).
3.- El camino de las bienaventuranzas (39)
Las bienaventuranzas, propuestas por Cristo a los suyos, son el mejor camino para alcanzar la santidad y realizar la misión encomendada, dado que, como señala el papa Francisco en ellas se transparenta el rostro mismo de Cristo (40).
El listado que contiene las Bienaventuranzas [cfr. Mt. 5:1-12; Lc. 6: 20-23] encierra todo un programa de vida según el Evangelio del Señor. Los seguidores de Cristo corremos el riesgo de desactivar la fuerza de la mismas, no tanto porque no las vivamos, sino porque no acabamos de creer que ése es el programa de vida que Cristo ha pensado para sus seguidores. Si no las bajamos a la arena de la vida diaria no es porque superen nuestra capacidad sino porque las juzgamos poesía irrealizable (41).
Miradas con detenimiento, las Bienaventuranzas están proponiendo un mundo al revés; un mundo no sólo distinto al actual, sino opuesto: como si se le hubiera dado la vuelta por completo. Porque, ¿cuáles son las coordenadas que determinan hoy nuestro mundo y orientan nuestras relaciones sociales? Riqueza, salud, prosperidad, éxito, fuerza, placer, satisfacciones a tope, imposición, triunfo. Quien hoy se deja llevar por estos motores cuenta con el aplauso general. Y los que no lo logran son unos pobres infelices y fracasados (42). Pero, ¿cómo es el mundo que proponen las Bienaventuranzas? En este mundo los sabios, felices y los que aciertan y triunfan son los pobres y mansos, los limpios y los pacíficos, los pacientes y los que buscan la justicia, los generosos y sacrificados. Los que optan por vivir así desde Dios saben que están en el camino seguro que conduce a la auténtica felicidad y a una transformación profunda de la realidad.
4.- El examen del amor (43)
El que ha sido llamado a la santidad y a la misión busca configurarse con Cristo. En el conocido pasaje de Mateo 25 es el mismo Cristo quien le invita a reconocerlo en los pobres y sufrientes (44). La santidad y la misión, por tanto, no pueden entenderse al margen de estas contundentes exigencias, que han de aceptarse sine glossa (45).
Identifica el papa Francisco dos errores nocivos que las ideologías buscan inocular en los seguidores de Cristo. Por un lado, separar estas exigencias de su relación personal con Cristo, convirtiendo al cristianismo en una especie de ONG (46); y, por otro lado, considerar que estas exigencias no forman parte de lo medular de la santidad cristiana (47).
Para conjurar tales errores señala el papa Francisco que la verdad cristiana tiende a superar tales planteamientos ideológicos buscando aquella síntesis integradora según la cual el primado de la relación con Dios se verifica auténtico en la genuina relación con los demás (48).
5.- La gramática de la santidad y de la misión
¿Cómo vivir la llamada a la santidad y a la misión? ¿Con qué talante? ¿Cuáles serían las notas a ser acentuadas? ¿Cuáles las reglas de su gramática? En la Exhortación Apostólica Gaudete et Exultate señala el papa Francisco un conjunto de ellas aplicadas a la santidad, pero que, bien miradas, constituyen también notas que han de caracterizar el modo cómo realizar la tarea misionera. Paso a enumerar algunas.
Aguante: El santo/el misionero no es un flojo; al contrario, ha de saberse cimentado en la roca de Dios, quien posibilita salir airoso de las tempestades (49).
Paciencia: El santo/el misionero no es un inestable; al contrario, ha de vivir los tiempos de Dios, evitando imponer a Dios y a los demás ritmos que nacen de la ansiedad (50).
Mansedumbre: El santo/el misionero no es un protagonista acaparador; al contrario, ha de ser consciente que pisar de puntillas deja una profunda huella (51).
Humildad: El santo/el misionero no es soberbio; al contrario, ha de aprender que para lograr ser humilde ha de aceptar la conveniencia de ser humillado (52).
Alegría: El santo/el misionero no es un amargado; al contrario, con talante positivo ha de aportar razones para vivir esperanzados (53).
Audacia: El santo/el misionero no es un apocado; al contrario, ha de implicarse en el servicio del Evangelio, consciente que se va a complicar la existencia (54).
Fervor: El santo/el misionero no es un funcionario; al contrario, urgido por la caridad de Cristo, ha de inflamar todo lo que se encuentra a su paso (55).
Contando con la comunidad: El santo/el misionero no es un francotirador; al contrario, sabe bien que el éxito de la empresa depende del apoyo de la comunidad cristiana (56).
Apoyado en la oración: El santo/el misionero no es un creído; al contrario, sabe que dónde está la fuente que aporta sentido a sus desvelos (57).
Listo para el combate: El santo/el misionero no es un ingenuo; al contrario, sabe que su lucha tiene tres frentes: el mundo, la carne y el demonio (58).
En estado de discernimiento: El santo/ el misionero no es un superficial; al contrario, sabe que las apariencias engañan (59).
Cuidando los detalles: El santo/el misionero no se pierde en generalidades; al contrario, baja a la arena de la vida diaria sus convicciones (60).
Acostumbrado al sufrimiento: El santo/el misionero no es un iluso; al contrario, sabe bien que su vida y actividad han de llevar el sello de la cruz (61).
Llamados a la misión
La otra radical llamada que todo cristiano recibe el día de su bautismo es la vocación misionera (62).
1.- El Evangelio como la mejor oferta de la Iglesia al mundo
En los primeros números [2-18] de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium señala el papa Francisco una realidad constatable. A saber: la oferta consumista se va extendiendo a las más diversas culturas de nuestro mundo, alcanzando el corazón de los creyentes tanto como el de los no creyentes (63). Con la ilusión de ser más felices, vivimos engolfados en el consumo a tope. Y después de sembrar tanto consumo, obtenemos como cosecha tedio y tristeza. ¿Habrá una salida de este círculo vicioso? ¿Será una quimera ser felices?
Responde el papa Francisco a estos interrogantes señalando que la Iglesia, comunidad de los creyentes en Cristo, desea presentarse ante mundo de hoy portando en sus manos la alegría del Evangelio (64) y proponiendo a cada ser humano un alejamiento de todo lo que le deshumaniza y una vuelta a Dios, fuente de la verdadera alegría (65). Propuesta que está llamada a alcanzar hasta los confines de la tierra (66), sin olvidar que tales confines no se identifican necesaria ni exclusivamente con las fronteras geográficas (67).
Éste es, sin dudarlo, el mejor de los servicios que la Iglesia puede prestar a la humanidad. Por ello, los creyentes, en cuanto misioneros y evangelizadores, se han de acercar a los demás, convencidos de que Dios no viene a aguar la fiesta de la vida humana, sino a ofrecer a todos un vino nuevo y de la mejor calidad (68).
Así lo vive la Iglesia en su pastoral ordinaria, atendiendo a sus fieles; también así lo vive cuando sale a buscar a los que, siendo sus hijos, se han alejado (69); y así está urgida a vivirlo, acercándose a los que, sin saberlo, buscan a Dios. Es hacia estos últimos hacia donde, sobre todo, se debe dirigir la Iglesia (70).
Y, entre estos destinatarios, la periferia más desolada está integrada por la indiferencia religiosa y los que rechazan hasta la misma idea de Dios (71).
Este salir misionero se convierte así en la tarea primordial de la Iglesia y en el paradigma del resto de sus actividades (72).
2.- La transformación misionera de la Iglesia (73)
Habiendo sido identificados los escenarios y los desafíos hacia donde debe dirigirse hoy la misión evangelizadora de la Iglesia, no queda otra que los creyentes, saliendo de la propia comodidad, se atrevan a llegar a todas aquellas periferias, que necesitan ser iluminadas por el Evangelio (74).
La Iglesia, comunidad de los creyentes en Cristo, ha de saberse en permanente estado de misión (75). Todo en la Iglesia ha de ser visto en clave misionera (76).
No se ha de olvidar que esta tarea evangelizadora no es unidireccional: de unas comunidades eclesiales a otras; es una tarea circular, dado que todas las Iglesias han de evangelizar a todas las Iglesias (77).
Tan importante como el fin son los medios, aunque éstos sean limitados en su alcance. El cómo de la evangelización es clave para que ésta alcance sus objetivos (78).
Se entiende así que la evangelización, la transmisión de la fe y el crecimiento mismo de la Iglesia se realiza no por el camino del proselitismo sino por la atracción y el contagio del amor (79).
La Iglesia está llamada e evangelizar desde la misericordia y la paciencia, poniendo sobre todo los acentos en la centralidad del amor misericordioso y paciente de Dios, manifestado en Cristo (80).
Todo ello le ha de llevar a la Iglesia a vivir en una permanente actitud de éxodo, con todas las implicaciones que la espiritualidad del éxodo conlleva (81).
En definitiva, la Iglesia no existe para ella misma sino para evangelizar. Tomar conciencia de ello le llevará a la Iglesia a una constante renovación y una conversión misionera (82).
3.- La misión no puede esperar (83)
El papa Francisco no sólo urge a la conversión misionera, antes indicada, sino que saca las consecuencias de ello a fin de dar respuesta a los desafíos actuales.
La tarea evangelizadora de la Iglesia, dirigida primariamente al corazón de cada una de las personas, ha de alcanzar también a las culturas concretas, donde tales personas están enraizadas, a fin de que el mismo Evangelio quede inculturado y no sea visto como una especie de barniz superficial. Las culturas no son una realidad estática (84). Las culturas, incluso las más católicas, han de ser constantemente evangelizadas (85).
Ante tales desafíos son muchos los bautizados que, obsesionados con asimilarse a lo que les rodea, tienen los brazos caídos y se encuentran faltos de empuje misionero (86).
Por ello, se hace urgente que los bautizados no se dejen robar ni el entusiasmo misionero (87), ni la alegría misionera (88), ni el mismo Evangelio (89), ni el amor fraterno (90), ni la fuerza misionera (91).
4.- La misión no es sino anunciar el Evangelio
En los números 110-175 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium el papa Francisco expone el contenido medular de la misión, que no es otro sino anunciar el Evangelio.
No habrá verdadera evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor (92) y, por tanto, el único Salvador (93). El primer contenido del anuncio es comunicar a cada uno que Dios le ama. Al servicio incondicional de esta tarea está la Iglesia (94), quien, por tanto, no debe olvidar que no es fin en sí misma sino instrumento y mediación del Reino de Dios (95). Gracias al papel mediador de la Iglesia, Cristo mismo sigue evangelizando y haciéndose contemporáneo de cada generación (96).
Es la Iglesia un pueblo, enviado a todos los pueblos; un pueblo, que se sabe al servicio de los otros pueblos; un pueblo, que acaba teniendo los muchos rostros de los otros pueblos (97).
Y todos los que somos miembros de este pueblo estamos llamados a ser discípulos misioneros; llamados a ser protagonistas de la evangelización por el bautismo recibido (98), porque, en definitiva, la fe se transmite gracias a la cadena ininterrumpida de generaciones de discípulos misioneros (99).
Lo que da sentido a la vida de los discípulos misioneros, eso mismo es lo que están llamados a comunicar a los otros. Pero los otros no son seres impersonales sino personas concretas con rostros y nombres diferenciados. Se trata, pues, de acercarse a cada persona concreta, entablando con ella un diálogo testimonial (100).
Y ello ha de ser realizado con actitud maternal y con palabras que hagan arder el corazón, con leguaje sencillo y siempre positivo. El creyente evangelizador se ha de hacer compañero de camino del que quiere evangelizar con la constante disponibilidad de dejarse evangelizar (101).
5.- Con todas las consecuencias
En los números 176-258 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium el papa Francisco va desgranando las incuestionables consecuencias e implicaciones sociales del Evangelio.
Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios; lo que entraña de por sí tremendas repercusiones sociales. Nadie, pues, debe esperar que el Evangelio quede clausurado en la intimidad de los bautizados (102).
La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás.
Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión, que comprende, asiste y promueve.
No se trata de tener con los pobres algunos actos esporádicos de generosidad, sino situarles en un lugar privilegiado en el seno del pueblo de Dios. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria (103).
La inmensa multitud, que aún no ha acogido el anuncio de Jesucristo, no puede dejar indiferentes a los creyentes en Cristo (104). Por lo tanto, el empeño ecuménico por lograr la unidad entre todos ellos, para que así se facilite la acogida de Jesucristo, deja de ser mera diplomacia o cumplimiento forzado, para convertirse en un camino ineludible de la evangelización (105).
P. Lino Herrero Prieto CMM
Misionero de Mariannhill
Conclusión
Inspirándome en lo que he leído, termino este ensayo sobre las claves de la espiritualidad misionera del papa Francisco proponiendo un Via Evangelii -El Camino del Evangelio- en doce estaciones.
Primera estación: Evangelizar desde la serenidad [Cfr. Lc. 5, 1-3] (106)
¡Qué intuición la de las gentes del mar de Galilea! Buscan oír la palabra de Dios y se agolpan junto a Jesús. Mientras los pescadores lavan las redes, se sube Jesús a la barca de su amigo Simón y desde ella se pone a enseñar a la gente.
Quizá alguno de los tuyos te busca porque necesita oír alguna palabra de peso que dé sentido a su vida. Echa mano de lo que sea y aprovecha la ocasión para evangelizar desde la serenidad la existencia inquieta de tu amigo o familiar.
Segunda estación: Evangelizar desde la sorpresa [Cfr. Lc. 5, 4-11] (107)
Jesús sorprende al experto pescador Pedro con una gran redada de peces, cogidos a deshora. Pedro se ve pecador y Jesús le sorprende invitándole a ser pescador de hombres. Donde se hace presente Jesús se multiplican las sorpresas.
Acércate sin miedo a tantos que dicen que se las saben todas y que están de vuelta de todo. Atrévete a evangelizar desde la sorpresa, proponiéndoles nuevas posibilidades para que así sean protagonistas de nuevos milagros.
Tercera estación: Evangelizar desde la cercanía [Cfr. Mc. 1, 29-31] (108)
Se acerca Jesús a la casa de Pedro y allí se encuentra con que la suegra de éste estaba con fiebres. Se acerca Jesús a la cama de ésta para curarla. Jesús siempre está cerca de cada ser humano concreto, porque es la cercanía de Dios.
Cerca de ti hay muchas situaciones concretas que reclaman de tu parte una actitud de cercanía. Decídete a evangelizar desde la cercanía, para que los que se sienten alejados de Dios, le experimenten cerca de su realidad.
Cuarta estación: Evangelizar desde la profundidad [Cfr. Mt. 9, 1-8] (109)
¡Qué vista la de Jesús! Le presentan un lisiado de cuerpo y él ve la parálisis de su alma. Compadecido, le sana de su enfermedad y, perdonándole, le cura de las heridas de sus pecados. Y es que Jesús siempre hace las cosas a fondo.
No te conformes con sólo atender las necesidades primarias del hermano. Ayúdale también en sus necesidades fundamentales. Haz por evangelizar desde la profundidad al hermano, que necesita tanto de sanación como de salvación.
Quinta estación: Evangelizar desde el agradecimiento [Cfr. Lc. 17, 11-19] (110)
Diez leprosos se encuentran con Jesús y los diez, una vez sanados, quedan reintegrados a la vida y a la sociedad. Pero Jesús alaba la actitud de uno de ellos – extranjero por más señas -, porque volvió dando gracias y alabando a Dios.
Cuando las cosas te vuelvan a ir bien, no lo des sin más por supuesto. Sé agradecido y alaba a Dios, pues así también puedes evangelizar desde el agradecimiento a tantos que caminan junto a ti, respirando autosuficiencia.
Sexta estación: Evangelizar desde el atrevimiento [Cfr. Mc. 5, 25-34] (111)
Jesús nota lo que ha pasado. Una mujer, cansada ya de gastar su dinero en médicos, le ha tocado buscando remedio a su larga enfermedad. Descubierta en medio del anonimato de la multitud, Jesús le alaba por su audacia creyente.
A cuantos viven cerca de ti, cansados de buscar remedio a problemas que les desbordan, anímales a que se atrevan a buscar en Dios la solución. Y no te olvides tú de evangelizar desde el atrevimiento tus propios problemas.
Séptima estación: Evangelizar desde el perdón [Cfr. Jn. 8, 1-11] (112)
Sorprenden a una adúltera y con una pregunta quieren sorprender a Jesús. La respuesta de Jesús hace que los acusadores se disuelvan cabizbajos. Y a la mujer no la juzga sino que, perdonándola, le abre un futuro de nueva vida.
¡Aún no te haces una idea de la fuerza que tiene el perdón! Pruébalo en ti mismo, dejándote querer por Dios. Y luego no te cortes de evangelizar desde el perdón, haciendo que así lo experimenten acusados y acusadores.
Octava estación: Evangelizar desde la acogida [Cfr. Lc. 19, 1-10] (113)
El pecador Zaqueo se sube a un árbol para ver pasar a Jesús, pero es Jesús mismo quien le ve a él. Con alegría acoge a Jesús en su casa, pero es Jesús quien le acoge a él en la casa de su Corazón, sirviéndole el banquete de su perdón.
Sabes por experiencia que siempre que te has acercado a Dios, te ha recibido con los brazos abiertos, acogiéndote en su Corazón. Por ello te sientes urgido a evangelizar desde la acogida, dando la bienvenida en tu vida a los demás.
Novena estación: Evangelizar desde la compasión [Cfr. Mt. 14, 13-21] (114)
En medio del descampado Jesús provee de alimento a todos los que le seguían, hambrientos de su palabra. Donde se hace presente Jesús hasta el alimento se multiplica. Y así lo hizo porque previamente se había compadecido de ellos.
Cierto que las necesidades del hermano no se solucionan bañándolas en lágrimas. Pero no dejes de evangelizar desde la compasión, porque como no se conmueva primero el corazón, no se moverán luego ni piernas ni manos para ayudar.
Décima estación: Evangelizar desde la imaginación [Cfr. Jn. 10, 1-16] (115)
Un pastor que ama de verdad a sus ovejas, las pone en camino hacia prados y arroyos; las cura, defiende y anima; y, si llegan a perderse, las busca y conduce a lugar seguro. Así es como se comporta Jesús con cada uno de nosotros.
Cuando quieres a alguien, la imaginación se te dispara a la hora de demostrarle tu amor y poner los medios para ayudarle en lo que necesite. Evangelizar desde la imaginación te lleva a implicarte, con riesgo de complicarte la vida.
Undécima estación: Evangelizar desde la paciencia [Cfr. Lc. 24, 13-35] (116)
¡Qué paciencia la de Jesús con los dos de Emaús! Se hace el encontradizo con ellos y, mientras camina a su lado, aprovecha para poner un poco de luz en sus mentes y de calor en sus corazones, hasta que lo reconocen al partir el pan.
Dios siempre tiene para ti otra oportunidad. Si no das el fruto esperado, no te tala ni arranca de raíz, sino que con mimo te cava y abona. Acepta tú evangelizar desde la paciencia, porque no siempre verás el fruto de tu siembra.
Duodécima estación: Evangelizar desde la alegría [Cfr. Act. 2, 1-12] (117)
Habiendo recibido el Espíritu, los amigos de Jesús – cargados no de mosto sino de alegría – salieron a las calles y plazas a ser testigos de lo que habían visto, oído y vivido junto a Jesús, a fin de que muchos otros se les juntaran.
Se espera de ti que propongas a los demás lo que para ti es fuente de sentido y valor. Comparte con los demás el tesoro de tu fe. Sé bueno y no te lo guardes. Venga y no tardes en decidirte a evangelizar desde la alegría de ser lo que eres.
P. Lino Herrero Prieto CMM
Misionero de Mariannhill
NOTAS A PIE DE PÁGINA
1.- «Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez». [GE 15]
2.- «No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia.» [GE 34]
3.- «No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad. [GE 32]
4.- «Precisamente por esta razón, es urgente volver a proponer el ideal de la misión en su centro: Jesucristo, y en su exigencia: la donación total de sí mismo a la proclamación del Evangelio. No puede haber ninguna concesión sobre esto: quién, por la gracia de Dios, recibe la misión, está llamado a vivir la misión.» [MJMM 2015]
5.- «Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos… El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia… Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las “periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida.» [MJMM 2013]
6.- «En la medida en que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo.» [GE 33]
7.- En el número 80 de dicho documento podemos leer: “Conservemos, pues, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas… Y ojalá que el mundo actual… pueda recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo”.
8.- En el número 90 de este documento se puede leer: “La llamada a la misión deriva de por sí de la llamada a la santidad. Cada misionero, lo es auténticamente si se esfuerza en el camino de la santidad… La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión… El renovado impulso hacia la misión ad gentes exige misioneros santos… El misionero, si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble”.
9.- «En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma». [EG 259]
«En definitiva, una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora. Antes de proponeros algunas motivaciones y sugerencias espirituales, invoco una vez más al Espíritu Santo; le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos». [EG 261]
10.- «Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios». [EG 259]
11.- «Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón». [EG 262]
12.- «La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial». [EG 264]
13.- «Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites pequeños de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama». [EG 267]
14.- «El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie». [EG 266]
15.- «El entusiasmo evangelizador se fundamenta en esta convicción. Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor». [EG 265]
16.- La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene, pero allí mismo, si no somos ciegos, empezamos a percibir que esa mirada de Jesús se amplía y se dirige llena de cariño y de ardor hacia todo su pueblo. Así redescubrimos que Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado. Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia. [EG 268]
17.- «A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo». [EG 270]
18.- «En el capítulo segundo reflexionábamos sobre esa falta de espiritualidad profunda que se traduce en el pesimismo, el fatalismo, la desconfianza. Algunas personas no se entregan a la misión, pues creen que nada puede cambiar y entonces para ellos es inútil esforzarse. Piensan así: «¿Para qué me voy a privar de mis comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?». Con esa actitud se vuelve imposible ser misioneros. Tal actitud es precisamente una excusa maligna para quedarse encerrados en la comodidad, la flojera, la tristeza insatisfecha, el vacío egoísta». [EG 275]
«A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca«. [EG 279]
19.- «Hay una forma de oración que nos estimula particularmente a la entrega evangelizadora y nos motiva a buscar el bien de los demás: es la intercesión». [EG 281]
«Los grandes hombres y mujeres de Dios fueron grandes intercesores… Podemos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión, pero en realidad Él siempre nos gana de mano, y lo que posibilitamos con nuestra intercesión es que su poder, su amor y su lealtad se manifiesten con mayor nitidez en el pueblo». [EG 283]
20.- «A la Madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para que esta invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda la comunidad eclesial». [EG 287]
21.- «Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc. 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc. 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap. 21,5)». [EG 288]
22.- «Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada». [GE 1]
23.- ««Cada uno por su camino», dice el Concilio… Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él (cf. 1 Co 12, 7), y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él». [GE 11]
24.- «Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra». [GE 14]
25.- Cfr. GE 19-34.
26.- «Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Ts. 4,3). Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.» [GE 19]
27.- «Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde él. En el fondo la santidad es vivir en unión con él los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él. Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia distintos aspectos de la vida terrena de Jesús: su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza y otras manifestaciones de su entrega por amor.» [GE 20]
28.- «Como no puedes entender a Cristo sin el reino que él vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33)… Por lo tanto, no te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño.» [GE 25]
29.- «Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión.» [GE 26]
30.- «¿Acaso el Espíritu Santo puede lanzarnos a cumplir una misión y al mismo tiempo pedirnos que escapemos de ella, o que evitemos entregarnos totalmente para preservar la paz interior? Sin embargo, a veces tenemos la tentación de relegar la entrega pastoral o el compromiso en el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones» en el camino de la santificación y de la paz interior.» [GE 27]
«¿Cómo no reconocer entonces que necesitamos detener esa carrera frenética para recuperar un espacio personal, a veces doloroso pero siempre fecundo, donde se entabla el diálogo sincero con Dios?… Así encontramos las grandes motivaciones que nos impulsan a vivir a fondo las propias tareas.» [GE 29]
31.- «Nos hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor. De este modo, todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación.» [GE 31]
32.- Cfr. GE 35-62.
33.- «Conciben una mente sin encarnación, incapaz de tocar la carne sufriente de Cristo en los otros, encorsetada en una enciclopedia de abstracciones. Al descarnar el misterio finalmente prefieren «un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo.» [GE 37]
34.- «El gnosticismo… considera que su propia visión de la realidad es la perfección… A veces se vuelve especialmente engañosa cuando se disfraza de una espiritualidad desencarnada. Porque el gnosticismo «por su propia naturaleza quiere domesticar el misterio».» [GE 40]
35.- «Todavía hay cristianos que se empeñan en seguir otro camino: el de la justificación por las propias fuerzas, el de la adoración de la voluntad humana y de la propia capacidad, que se traduce en una autocomplacencia egocéntrica y elitista privada del verdadero amor.» [GE 57]
36.- «Sin darnos cuenta, por pensar que todo depende del esfuerzo humano encauzado por normas y estructuras eclesiales, complicamos el Evangelio y nos volvemos esclavos de un esquema que deja pocos resquicios para que la gracia actúe.» [GE 59]
37.- «La Iglesia enseñó reiteradas veces que no somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa. [GE 52]
«Lo que san Pablo rechaza es la actitud de quien pretende justificarse a sí mismo ante Dios mediante sus propias obras. Éste, aunque obedezca a los mandamientos, aunque haga obras buenas, se pone a sí mismo en el centro, y no reconoce que el origen de la bondad es Dios. Quien obra así, quien quiere ser fuente de su propia justicia, ve cómo pronto se le agota y se da cuenta de que ni siquiera puede mantenerse fiel a la ley. Se cierra, aislándose del Señor y de los otros, y por eso mismo su vida se vuelve vana, sus obras estériles, como árbol lejos del agua…». [LF 19]
38.- «Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas. Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos. La otra es el neo pelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador.» [EG 94]
39.- Cfr. GE 63-94.
40.- «Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23)… En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.» [GE 63]
41.- «Aunque las palabras de Jesús puedan parecernos poéticas, sin embargo van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad; y, si bien este mensaje de Jesús nos atrae, en realidad el mundo nos lleva hacia otro estilo de vida. Las bienaventuranzas de ninguna manera son algo liviano o superficial; al contrario, ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo.» [GE 65]
42.- «No se puede esperar, para vivir el Evangelio, que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra… En una sociedad así, alienada, atrapada en una trama política, mediática, económica, cultural e incluso religiosa que impide un auténtico desarrollo humano y social, se vuelve difícil vivir las bienaventuranzas, llegando incluso a ser algo mal visto, sospechado, ridiculizado.» [EG 91]
43.- Cfr. GE 95-109.
44.- Cfr. GE 96.
45.- «Ante la contundencia de estos pedidos de Jesús es mi deber rogar a los cristianos que los acepten y reciban con sincera apertura, «sine glossa», es decir, sin comentario, sin elucubraciones y excusas que les quiten fuerza. El Señor nos dejó bien claro que la santidad no puede entenderse ni vivirse al margen de estas exigencias suyas.» [GE 97]
«Es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elocuente, que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarlo» [EG 194]
46.- Cfr. GE 100.
47.- Cfr. También es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista. O lo relativizan como si hubiera otras cosas más importantes o como si solo interesara una determinada ética o una razón que ellos defienden. [GE 101]
48.- «Podríamos pensar que damos gloria a Dios solo con el culto y la oración, o únicamente cumpliendo algunas normas éticas ―es verdad que el primado es la relación con Dios―, y olvidamos que el criterio para evaluar nuestra vida es ante todo lo que hicimos con los demás. La oración es preciosa si alimenta una entrega cotidiana de amor. Nuestro culto agrada a Dios cuando allí llevamos los intentos de vivir con generosidad y cuando dejamos que el don de Dios que recibimos en él se manifieste en la entrega a los hermanos.» [GE 104]
49.- «La primera de estas grandes notas es estar centrado, firme en torno a Dios que ama y que sostiene. Desde esa firmeza interior es posible aguantar, soportar las contrariedades, los vaivenes de la vida, y también las agresiones de los demás, sus infidelidades y defectos: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Rom 8,31).» [GE 112]
50.- «Una condición esencial para el progreso en el discernimiento es educarse en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros. Él no hace caer fuego sobre los infieles (cf. Lc 9,54), ni permite a los celosos «arrancar la cizaña» que crece junto al trigo (cf. Mt 13,29).» [EG 174]
«Este criterio también es muy propio de la evangelización, que requiere tener presente el horizonte, asumir los procesos posibles y el camino largo. El Señor mismo en su vida mortal dio a entender muchas veces a sus discípulos que había cosas que no podían comprender todavía y que era necesario esperar al Espíritu Santo (cf. Jn 16,12-13). La parábola del trigo y la cizaña (cf. Mt 13,24-30) grafica un aspecto importante de la evangelización que consiste en mostrar cómo el enemigo puede ocupar el espacio del Reino y causar daño con la cizaña, pero es vencido por la bondad del trigo que se manifiesta con el tiempo.» [EG 225]
51.- «La firmeza interior que es obra de la gracia, nos preserva de dejarnos arrastrar por la violencia que invade la vida social, porque la gracia aplaca la vanidad y hace posible la mansedumbre del corazón.» [GE 116]
52.- «La humildad solamente puede arraigarse en el corazón a través de las humillaciones. Sin ellas no hay humildad ni santidad. Si tú no eres capaz de soportar y ofrecer algunas humillaciones no eres humilde y no estás en el camino de la santidad. La santidad que Dios regala a su Iglesia viene a través de la humillación de su Hijo, ése es el camino. La humillación te lleva a asemejarte a Jesús, es parte ineludible de la imitación de Jesucristo.» [GE 118]
53.- «Lo dicho hasta ahora no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un bajo perfil sin energía. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado.» [GE 122]
«La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Jn 16,22). Los males de nuestro mundo —y los de la Iglesia— no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer.» [EG 84]
54.- «¡Cuántas veces nos sentimos tironeados a quedarnos en la comodidad de la orilla! Pero el Señor nos llama para navegar mar adentro y arrojar las redes en aguas más profundas (cf. Lc 5,4). Nos invita a gastar nuestra vida en su servicio. Aferrados a él nos animamos a poner todos nuestros carismas al servicio de los otros. Ojalá nos sintamos apremiados por su amor (cf. 2 Co 5,14) y podamos decir con san Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16).» [GE 130]
«Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre… Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante.» [EG 81]
55.- «Nos moviliza el ejemplo de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se dedican a anunciar y a servir con gran fidelidad, muchas veces arriesgando sus vidas y ciertamente a costa de su comodidad. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante.» [GE 138]
56.- «Es muy difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las asechanzas y tentaciones del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados. Es tal el bombardeo que nos seduce que, si estamos demasiado solos, fácilmente perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior, y sucumbimos.» [GE 140]
57.- «Finalmente, aunque parezca obvio, recordemos que la santidad está hecha de una apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y en la adoración. El santo es una persona con espíritu orante, que necesita comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta asfixiarse en la inmanencia cerrada de este mundo, y en medio de sus esfuerzos y entregas suspira por Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del Señor. No creo en la santidad sin oración, aunque no se trate necesariamente de largos momentos o de sentimientos intensos.» [GE 147]
58.- «No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal. Jesús mismo festeja nuestras victorias. Se alegraba cuando sus discípulos lograban avanzar en el anuncio del Evangelio, superando la oposición del Maligno, y celebraba: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10,18).» [GE 159]
59.- «¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única forma es el discernimiento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual.» [GE 166]
«Y dado que toda la existencia de Cristo tiene un carácter misionero, los hombres y las mujeres que le siguen más de cerca asumen plenamente este mismo carácter. La misión no es proselitismo o mera estrategia; la misión es parte de la “gramática” de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra “ven” y “ve”. Quién sigue a Cristo se convierte necesariamente en misionero…» [MJMM 2015]
60.- «Recordemos cómo Jesús invitaba a sus discípulos a prestar atención a los detalles. El pequeño detalle de que se estaba acabando el vino en una fiesta. El pequeño detalle de que faltaba una oveja. El pequeño detalle de la viuda que ofreció sus dos moneditas. El pequeño detalle de tener aceite de repuesto para las lámparas por si el novio se demora. El pequeño detalle de pedir a sus discípulos que vieran cuántos panes tenían. El pequeño detalle de tener un fueguito preparado y un pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada.» [GE 144]
61.- «El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor. Viendo la unión de Cristo con el Padre, incluso en el momento de mayor sufrimiento en la cruz (cf. Mc 15,34), el cristiano aprende a participar en la misma mirada de Cristo. Incluso la muerte queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el último « Sal de tu tierra », el último « Ven », pronunciado por el Padre, en cuyas manos nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el paso definitivo.» [LF 56]
62.- «En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar.» [GE 119]
63.- «Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente.» [EG 2]
64.- «En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.» [EG 1]
65.- «Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?» [EG 8]
«La verdad de un amor no se impone con la violencia, no aplasta a la persona. Naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre. Se ve claro así que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro. El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde, sabiendo que, más que poseerla él, es ella la que le abraza y le posee. En lugar de hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos.» [LF 34]
66.- «Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos… El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos llamados a una nueva «salida» misionera…». [MJMM 2016]
«En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor.» [MJMM 2016]
67.- «La misionariedad no es sólo una cuestión de territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos independientes, precisamente porque los “confines” de la fe no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los aspectos de la vida cristiana.» [MJMM 2013]
68.- «Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado… Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva».» [EG 11]
69.- «Además, en áreas cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan… La naturaleza misionera de la Iglesia no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor. La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado.» [MJMM 2013]
70.- «… del 7 al 28 de octubre de 2012 se celebró la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Allí se recordó que la nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos: En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria… En segundo lugar, recordemos el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo»,… Finalmente, remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado.» [EG 14]
71.- «La periferia más desolada de la humanidad necesitada de Cristo es la indiferencia hacia la fe o incluso el odio contra la plenitud divina de la vida. Cualquier pobreza material y espiritual, cualquier discriminación de hermanos y hermanas es siempre consecuencia del rechazo a Dios y a su amor.» [MJMM 2018]
72.- «Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia». La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misionera debe ser la primera». ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera». Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).» [EG 15]
«La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.» [EG 19]
73.- Cfr. EG 19-49.
74.- «En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes…. Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.» [EG 20]
75.- «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están… Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un «estado permanente de misión».» [EG 25]
76.- «La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades.» [EG 33]
77.- «Pero también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad– llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y da esperanza… Ellos pueden llegar a ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.» [MJMM 2013]
78.- «Vemos así que la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y de las circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar cuando la perfección no es posible. Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles […] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva.» [EG 45]
79.- «Esta transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia, se realiza por el “contagio” del amor, en el que la alegría y el entusiasmo expresan el descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la fe por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor. No se puede poner límites al amor: fuerte como la muerte es el amor (cf. Ct 8,6).» [MJMM 2018]
80.- «Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37).» [EG 49]
81.- «La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.» [MJMM 2017]
82.- «De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo.» [MJMM 2017]
83.- Cfr. EG 50-109.
84.- «Se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite los valores fundamentales. Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades.» [EG 74]
85.- «Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas o profundamente secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo.» [EG 69]
86.- «Así, pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores, aunque oren, una acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída del fervor. Son tres males que se alimentan entre sí.» [EG 78]
87.- «Llama la atención que aun quienes aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la misión. ¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!» [EG 80]
88.- «Por todo esto, me permito insistir: ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora! [EG 83]
««Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9,7)…. ¡No dejemos que nos roben la alegría de la evangelización!» [MJMM 2014]
89.- «Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!» [EG 97]
90.- «¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!» [EG 101]
91.- «Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!» [EG 109]
92.- «Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección.» [MJMM 2017]
93.- «La confesión cristiana de Jesús como único salvador, sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él…». [LF 35]
94.- La evangelización es tarea de la Iglesia. Pero este sujeto de la evangelización es más que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios. Es ciertamente un misterio que hunde sus raíces en la Trinidad, pero tiene su concreción histórica en un pueblo peregrino y evangelizador, lo cual siempre trasciende toda necesaria expresión institucional. Propongo detenernos un poco en esta forma de entender la Iglesia, que tiene su fundamento último en la libre y gratuita iniciativa de Dios. [EG 111]
95.- «La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso.» [MJMM 2017]
96.- «La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra.» [MJMM 2017]
97.- «En estos dos milenios de cristianismo, innumerable cantidad de pueblos han recibido la gracia de la fe, la han hecho florecer en su vida cotidiana y la han transmitido según sus modos culturales propios. Cuando una comunidad acoge el anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza transformadora del Evangelio. De modo que, como podemos ver en la historia de la Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural…» [EG 116]
98.- «En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados…Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros».» [EG 120]
99.- «La transmisión de la fe, que brilla para todos los hombres en todo lugar, pasa también por las coordenadas temporales, de generación en generación. Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los siglos. Y mediante una cadena ininterrumpida de testimonios llega a nosotros el rostro de Jesús.» [LF 38]
100.- «La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. Cada ser humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Ga 2,20).» [EG 160]
101.- «El auténtico acompañamiento espiritual siempre se inicia y se lleva adelante en el ámbito del servicio a la misión evangelizadora. La relación de Pablo con Timoteo y Tito es ejemplo de este acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica. Al mismo tiempo que les confía la misión de quedarse en cada ciudad para «terminar de organizarlo todo» (Tt 1,5; cf. 1 Tm 1,3-5), les da criterios para la vida personal y para la acción pastoral. Esto se distingue claramente de todo tipo de acompañamiento intimista, de autorrealización aislada. Los discípulos misioneros acompañan a los discípulos misioneros.» [EG 173]
102.- «Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos.» [EG 183]
103.- «Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica… Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.» [EG 198]
104.- «La inmensa multitud que no ha acogido el anuncio de Jesucristo no puede dejarnos indiferentes. Por lo tanto, el empeño por una unidad que facilite la acogida de Jesucristo deja de ser mera diplomacia o cumplimiento forzado, para convertirse en un camino ineludible de la evangelización. Los signos de división entre los cristianos en países que ya están destrozados por la violencia agregan más motivos de conflicto por parte de quienes deberíamos ser un atractivo fermento de paz. ¡Son tantas y tan valiosas las cosas que nos unen! Y si realmente creemos en la libre y generosa acción del Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros! No se trata sólo de recibir información sobre los demás para conocerlos mejor, sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros. Sólo para dar un ejemplo, en el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad. A través de un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y al bien.» [EG 246]
105.- «En este dialogo, siempre amable y cordial, nunca se debe descuidar el vínculo esencial entre diálogo y anuncio, que lleva a la Iglesia a mantener y a intensificar las relaciones con los no cristianos. Un sincretismo conciliador sería en el fondo un totalitarismo de quienes pretenden conciliar prescindiendo de valores que los trascienden y de los cuales no son dueños. La verdadera apertura implica mantenerse firme en las propias convicciones más hondas, con una identidad clara y gozosa… La evangelización y el diálogo interreligioso, lejos de oponerse, se sostienen y se alimentan recíprocamente.» [EG 251]
106.- «Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino». [EG 127]
107.- «Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante.» [EG 35]
108.- «Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura». [EG 88]
109.- «La Buena Noticia es la alegría de un Padre que no quiere que se pierda ninguno de sus pequeñitos. Así brota la alegría en el Buen Pastor que encuentra la oveja perdida y la reintegra a su rebaño. El Evangelio es levadura que fermenta toda la masa y ciudad que brilla en lo alto del monte iluminando a todos los pueblos. El Evangelio tiene un criterio de totalidad que le es inherente: no termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre, y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del Reino. El todo es superior a la parte.» [EG 237]
110.- «Tampoco la historia desaparece. La oración, precisamente porque se alimenta del don de Dios que se derrama en nuestra vida, debería ser siempre memoriosa. La memoria de las acciones de Dios está en la base de la experiencia de la alianza entre Dios y su pueblo. Si Dios ha querido entrar en la historia, la oración está tejida de recuerdos. No solo del recuerdo de la Palabra revelada, sino también de la propia vida, de la vida de los demás, de lo que el Señor ha hecho en su Iglesia.» [GE 153]
111.- «El kerigma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte». Cuando a este primer anuncio se le llama «primero», eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos.» [EG 164]
112.- «Dar y perdonar es intentar reproducir en nuestras vidas un pequeño reflejo de la perfección de Dios, que da y perdona sobreabundantemente. Por tal razón, en el evangelio de Lucas ya no escuchamos el «sed perfectos» (Mt 5,48) sino «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará» (6,36-38). Y luego Lucas agrega algo que no deberíamos ignorar: «Con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros» (6,38). La medida que usemos para comprender y perdonar se aplicará a nosotros para perdonarnos. La medida que apliquemos para dar, se nos aplicará en el cielo para recompensarnos. No nos conviene olvidarlo.» [GE 81]
113.- «La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.» [EG 46]
114.- «Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve.» [EG 179]
115.- «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial».» [EG 27]
116.- «Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día… A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas.» [EG 44]
117.- «El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría… Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?» [EG 5]
P. Lino Herrero Prieto CMM
Misionero de Mariannhill