
05 May Catequesis sobre la Misericordia en el Año Jubilar de la Misericordia: La Misericordia en la Sagrada Escritura: Nuevo Testamento (3ª parte):
TEMA 3.- LA DIVINA MISERICORDIA EN LA SAGRADA ESCRITURA [N.T.][1] (3/3)
3.- MARÍA, MADRE DE MISERICORDIA[2]:
3.1.- María es “Madre de misericordia”, al ser objeto preferencial de la misericordia de Cristo:
Decíamos que, para poder ser misericordiosos con el prójimo, debíamos experimentar, previamente en nosotros, la misericordia de Dios. De igual manera, la Virgen María había de ser “la que de manera singular y excepcional ha experimentado, como nadie, la misericordia” (LG9) antes de convertirse en “agente de misericordia” para todo el género humano.
Y efectivamente, en atención a los méritos de su Hijo, María fue preservada de la culpa original y del más mínimo pecado personal, a la vez que recibió el don de la gracia divina sin medida: Ella es “la llena de gracia” –salutación del ángel Gabriel (cf. LC.1,28) y oración del Avemaría-. Así, en el orden de las criaturas, María representa el máximo de inocencia frente a la culpa y el máximo de acercamiento a Dios por la santidad de que está adornada. No es de extrañar que exultara a Dios por ello en su canto del “Magnificat” (Lc.1,46-55).
[1] Sevilla Jiménez, Cristóbal: “La divina misericordia en la Sagrada escritura”. PDF. Instituto teológico San Fulgencio. Murcia. 2013. Scripta Fulgentina. Año XXIII. Nº 45-46. Págs. 21-38.
[2] S.S. San Juan Pablo II: Encíclica “Veritatis Splendor” -conclusión final-. Roma. 1993. Vatican.va;; Kasper,Walter: “Misericordia”. Sal Terrae. Santander. 2015. Nº9;; Lledó López OP, Fr. Carlos: “María, Madre de la misericordia”. http://www.cofradiarosario.net/virgen_maria_14.htm;; Bandera OP, P. Armando: “La madre de la Misericordia”. Revista “La Vida Sobrenatural”. Nº 503 Septiembre-Octubre). Salamanca. 1982. Págs. 321-339.
De esta forma, al ser objeto preferencial de la misericordia de Cristo, María es privilegiada y excepcionalmente redimida, al no contraer el pecado original. Es la “Inmaculada Concepción” y, también, la “Llena de gracia”, de toda la gracia necesaria para ser “Madre de Dios”, la “Madre-Virgen”. Y, como en María triunfa en plenitud la misericordia, es privilegiadamente “asunta al Cielo en cuerpo y alma” y coronada “Reina y Madre de Misericordia” –oración de la Salve-.
3.2.- María es “Madre de la misericordia”, por ser la Madre de Cristo:
María es “Madre de la misericordia” desde el misterio de la Encarnación, la gran misericordia del Verbo que se hace hombre en el calor del corazón de María por obra del Espíritu Santo, y al pie de la cruz, proyectando su amor sobre Cristo en la cruz, con ternura de madre –“Stabat Mater”–. Y lo sigue proyectando sobre la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y por tanto, sobre nosotros, pecadores.
San Juan Pablo II dirá: «Dirigimos nuestra mirada a María santísima, a la que hoy invocamos con el título dulcísimo de «Mater misericordiae«. María es «Madre de la misericordia» porque es la Madre de Jesús, en el que Dios reveló al mundo su «corazón» rebosante de amor. La compasión de Dios por el hombre se comunicó al mundo precisamente mediante la maternidad de la Virgen María. Iniciada en Nazaret por obra del Espíritu Santo, la maternidad de María culminó en el misterio pascual, cuando fue asociada íntimamente a la pasión, muerte y resurrección de su Hijo divino. Al pie de la cruz, la Virgen María se convirtió en Madre de los discípulos de Cristo, Madre de la Iglesia y Madre de toda la humanidad. «Mater misericordiae«…»[3].
Para Santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia, la Virgen María es, ante todo, la Madre del Hijo de Dios, de la Misericordia Encarnada y, por la misericordia de Dios, también la Madre de cada persona. Ella misma le dijo: “Soy Madre de todos gracias a la insondable misericordia de Dios” (Diario 449) y, también: “Yo soy no sólo la Reina del Cielo, sino también la Madre de la Misericordia y tu Madre” (Diario 330).
3.3.- María es “Madre de misericordia”, porque Jesús le confía su Iglesia y toda la humanidad:
A los pies de la cruz, cuando María acepta a Juan como hijo; cuando, junto con Cristo, pide al Padre el perdón para los que no saben lo que hacen (cf. Lc 23,34), María, con perfecta docilidad al Espíritu Santo, experimenta la riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y la capacita para abrazar a todo el género humano. De este modo, se nos entrega como Madre de todos y de cada uno de nosotros y se convierte en la Madre que nos alcanza la misericordia divina.
[3] Juan Pablo II, en el rezo del «Regina Coeli» del Domingo 22 de abril de 2001.
San Juan Pablo II, en su Encíclica “Rico en Misericordia”, dice: “María, pues, es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. En este sentido, la llamamos también Madre de Misericordia: Virgen de la misericordia o Madre de la divina misericordia…, pues asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida a los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad, hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada”. Recordad ese famoso dicho cristiano: “A Jesús por María”. De esta forma:
a.- María, “Madre de Misericordia”, comparte nuestra condición humana, pero con total transparencia a la gracia de Dios: No habiendo conocido el pecado, está en condiciones de compadecerse de toda debilidad, comprende al hombre pecador y lo ama con amor de Madre.
b.- María, “Madre de Misericordia”, cuida de todos para que no se haga inútil la cruz de Cristo: María invita a todo ser humano a acoger la Sabiduría de Dios encarnada en Cristo Jesús y nos dirige la misma orden dada a los sirvientes del banquete de bodas en Caná de Galilea: “Haced lo que él os diga” (Jn.2,5). Por último,
c.- María, “Madre de Misericordia”, es Madre del perdón en el amor, y del amor en el perdón: al perdonar a Pedro, que niega a su Hijo, a Judas, que lo traiciona con un beso, a los discípulos, que lo abandonan y huyen, a Pilato, que se lava las manos, a los sayones, que lo flagelan y crucifican, a Longinos, que lo atraviesa con su lanza, … mientras repite con Jesús, a los pies de su cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc.23,34).
María nos ofrece la Misericordia de Cristo y nos orienta hacia Él, porque está al servicio de la Misericordia de Cristo; y nos pide que recemos el santo Rosario, como camino de oración para alcanzar la misericordia de Cristo y experimentar su amor misericordioso de Madre. María es, también, camino del perdón, pues el rezo del santo Rosario marca el camino de la misericordia y lo pone en práctica, al conducirnos al Confesionario y a la Eucaristía. Por tanto, hermanos, recemos el santo Rosario.
– Invocación: “María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia, defiéndenos del enemigo y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
[Comienza aquí la reflexión personal].
P. Juan José Cepedano Flórez CMM.
Misionero de Mariannhill.
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