
21 Abr Catequesis sobre la Misericordia en el Año Jubilar de la Misericordia: La Misericordia en la Sagrada Escritura: Nuevo Testamento (1ª parte):
TEMA 3.- LA DIVINA MISERICORDIA EN LA SAGRADA ESCRITURA [N.T.][1] (1/1)
NUEVO TESTAMENTO: La misericordia de Dios hecha humanidad y corazón.
Al pensar en Dios, suelen cometerse dos errores: imaginarlo muy severo y exigente -y decimos que es “justo”-, o imaginarlo muy bueno y fácilmente perdonador, al que no tomamos muy en serio –y decimos que es “misericordioso”-, pero la Biblia nos enseña que Dios es al mismo tiempo justo y misericordioso.
[1] Sevilla Jiménez, Cristóbal: “La divina misericordia en la Sagrada escritura”. PDF. Instituto teológico San Fulgencio. Murcia. 2013. Scripta Fulgentina. Año XXIII. Nº 45-46. Págs. 21-38.
Un ejemplo: «Había dos amigos de la infancia que siempre se quisieron mucho y se llevaron bien, pero crecieron y uno se convirtió en ladrón y el otro estudió y se hizo juez. Un día llevaron al ladrón delante del juez con graves cargos. El ladrón estaba tranquilo, pues pensaba que su amigo juez lo perdonaría y lo libraría, pero el juez, que era justo, vistos los cargos, dictó sentencia y condenó al ladrón a pagar una fuerte suma de dinero, que sabía que él no tenía.
Acto seguido, el juez, que era misericordioso, sacó su cartera y poniendo sobre la mesa el dinero de la condena, dijo: “Amigo, tu sentencia está cumplida, vete en paz y no robes más». Eso es, exactamente, lo que Dios, justo y misericordioso, ha hecho con nosotros por la cruz de su Hijo, Cristo Jesús: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn.15,13).
1.- EL DIOS DE JESÚS, UN DIOS RICO EN MISERICORDIA[2]:
Cuando San Pablo usa la frase “Dios es rico en Misericordia” está intentando, tímidamente, expresar una misericordia infinitamente profunda y muy parcialmente entendible por nosotros. La palabra “rico”, desde luego, se queda muy corta frente a Dios, pues Dios no sólo es misericordioso, sino que Él mismo es la misericordia en persona. Dios es Misericordia, eterna Misericordia, y “su Nombre, Misericordia infinita” (canto francés).
[1] Sevilla Jiménez, Cristóbal: “La divina misericordia en la Sagrada escritura”. PDF. Instituto teológico San Fulgencio. Murcia. 2013. Scripta Fulgentina. Año XXIII. Nº 45-46. Págs. 21-38.
[2] Bautista García, Mateo: “El carisma de la misericordia”. Cuadernos de la BAC. Nº 122. “Dios rico en Misericordia” y Sevilla Jiménez, Cristóbal: “La divina misericordia en la Sagrada Escritura”. Scripta Fulgentina. 2013. Año XXIII. Nº 45-46.
La misericordia es la forma de ser de Dios y, por lo tanto, es la forma de ser de Jesús, de la Iglesia, y la nuestra. Para un cristiano, la misericordia nunca debe ser un simple “rasgo” o una característica más entre muchas, sino algo imprescindible en su fe y, por tanto, parte esencial de su forma de ser, tanto es así que, “sin misericordia, no hay cristiano”.
Aquí entraríamos ya en la dimensión inentendible y escandalosa de la misericordia de Dios, que Jesús de Nazaret practicó durante toda su vida, caracterizada por su bondad, su amor, su compasión y su misericordia –San Lucas dirá de Él, como rasgo distintivo suyo, que “Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él” (Hch.10,38), algo que se espera igualmente de nosotros y que constituye nuestro legado espiritual como discípulos suyos:
“Como el Padre me ama a mí, así os he amado Yo: permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como Yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn.15, 9-10). “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Que como Yo os he amado, así también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros” (Jn.13,34-35).
2.- JESÚS, SEÑOR DE LA MISERICORDIA[1] (I):
– Jesucristo es enviado por el Padre como revelación de la misericordia de Dios (cf. Jn.3,16-18). Él ha venido no para condenar -“la caña cascada no la quebrará y el pábilo vacilante no lo apagara” (Is.42,3)-, sino para perdonar, para derramar misericordia (cf. Mt.9,13). Y la misericordia mayor radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como “el Hijo de Dios vivo” (Mt.16,16).
Ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, “para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo”: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo único, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3,16). Su misericordia para nosotros es redención.
– La misericordia es la constante de la vida de Jesucristo: Al paralítico le ofrece la solución de alma y de cuerpo: “Confía, hijo: tus pecados te son perdonados” (Mt.9,2). Igualmente a la mujer hemorroísa: “Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer desde aquel momento” (Mt.9,22).
[1] Kasper,Walter: “Misericordia”. Sal Terrae. Santander. 2015. Nº4.
Cristo es, además, amor misericordioso, porque contempla la situación de la humanidad caída por el pecado original y ofrece la única solución posible: la redención del género humano, centrada en su Pasión y muerte en la Cruz, donde nos ofrece la gran solución: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc.23,34) y abre las puertas del Cielo al buen ladrón suplicante: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc.23, 40-44).
– Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva: Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal.104,30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien.
Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no volver a pecar. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
[Comienza aquí la reflexión personal].
Próxima entrega: JESÚS, SEÑOR DE LA MISERICORDIA (2ª parte).
P.Juan José Cepedano Flórez CMM.
Misionero de Mariannhill.
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