
21 Mar Catequesis sobre la Misericordia en el Año Jubilar de la Misericordia: La Misericordia en la Sagrada Escritura: Antiguo Testamento (4ª parte):
TEMA 2.- LA DIVINA MISERICORDIA EN LA SAGRADA ESCRITURA [A.T.][1] (4/4)
3.- EL LIBRO DE LOS SALMOS y el amor eterno y la misericordia para siempre de Dios:
Dios es una eternidad de amor, una misericordia que está siempre y dura para siempre, pero el tiempo de Dios no es nuestro tiempo, ¿cómo podemos entrar nosotros en contacto con esa eternidad de amor? Veamos las respuestas a esta pregunta en el libro de los Salmos:
En el salmo 30, el salmista experimenta que la bondad de Dios está siempre: “Tañed para el Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante, su bondad de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo”. Y el recuerdo de que su nombre es santo es, precisamente, el recuerdo de que su misericordia y su bondad son eternas y el salmista las ha experimentado en su vida: “Cambiaste mi luto en danzas. Me desataste el sayal, y me has vestido de fiesta”.
[1] Sevilla Jiménez, Cristóbal: “La divina misericordia en la Sagrada escritura”. PDF. Instituto teológico San Fulgencio. Murcia. 2013. Scripta Fulgentina. Año XXIII. Nº 45-46. Págs. 21-38.
Esta misma experiencia aparece, también, en el salmo 103: “Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que le temen; porque Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro… los días del hombre duran lo que la hierba…, pero la misericordia del Señor dura desde siempre y por siempre”. Lo mismo ocurre con el salmo 138: “Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo, y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos” y con la liturgia de Israel, que invita a todos los que en ella participan a que proclamen que la “la misericordia del Señor es eterna”.
– Anexo 2: Cuando la misericordia y la protección divinas vienen representadas por el símbolo de las alas: En medio de las tormentas de su vida, el salmista descubre que la misericordia divina es para siempre y por ello se refugia en ella, pudiendo pasar del miedo y la angustia, que le atenazaban, a la alegría y la esperanza; pero lo hará utilizando una expresión muy concreta: “las alas”: “Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de tus alas mientras pasa la calamidad” (Sal.56,2)
Una expresión que podemos encontrar en diversos pasajes del Antiguo Testamento: 1) “Como un águila cubre a sus polluelos, y revolotea sobre ellos, así él extendió sus alas y lo tomó y lo llevó sobre sus plumas” (Dt.32,11); 2) “Guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme a la sombra de tus alas” (Sal.17,8); 3) “¡Qué valiosa es tu gracia! A ti acuden los hijos de Adán debajo de tus alas se refugian” (Sal.36,8); 4) “Quiero compartir tu tienda para siempre, cobijarme en el repliegue de tus alas“ (Sal.61,5); 5) “Que Yahveh te recompense tus buenas obras y que el Dios de Israel, bajo cuyas alas te has cobijado, te dé el premio que mereces” (Rut.2,12).
Hasta el propio YHWH hará uso de ella al recordarle a un Israel ya acampado en el Sinaí: “Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a Mí” (Ex.19,4). Y el propio Jesús, mitad reproche, mitad lamento, la usará, también, en el Nuevo Testamento, al contemplar la ciudad de David: “¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina a sus pollitos bajo sus alas, y no habéis querido!” (Lc.13,31-35).
En el salmo 85 encontramos una súplica comunitaria para pedirle a Dios la restauración de su pueblo. Es el salmista, en nombre del pueblo, quien se la dirige a Dios: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación” (Sal.85,8) y quien, a su vez, puesto a la escucha profética del Señor, recibirá un oráculo con el anuncio de salvación, donde se manifestará la gloria de Dios en medio de su pueblo: “La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan” (Sal 85,11). Y es que la fidelidad es la respuesta y el fruto de la misericordia, al igual que la paz es la respuesta y el fruto de la justicia.
Y, también, una súplica individual en el salmo 27: “Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que Tú eres mi auxilio. No me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación. Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá” (Sal.27,8-10). Donde la expresión “buscad el rostro de Dios” significa “buscad su misericordia”, es decir, “id tras la bondad del Señor para que ésta se manifieste en medio de la dificultad y de la prueba”.
– Anexo 3: Dos ejemplos más en el libro del Eclesiástico:
1) En medio de las dificultades es necesario mantenerse siempre en la esperanza de la misericordia divina: “Los que buscáis al Señor, aguardad su misericordia” (Eclo.2,7;9;11).
2) Siempre es mejor ser probados por el Señor y pasar dificultades y humillaciones por Él, que caer en el círculo de los intereses humanos y sus sentimientos contradictorios que nos quitan la paz: “Caigamos en manos del Señor y no en manos de los humanos, pues su misericordia es como su grandeza” (Eclo.2,18). Lo que se ve reforzado por las palabras del rey David al profeta Gad: “Estoy en un gran apuro, pero prefiero caer en las manos de Dios, cuya misericordia es grande, y no caer en manos de los hombres” (2Sam.24,14).
[Comienza aquí la reflexión personal].
Próxima entrega: LA MISERICORDIA EN LA SAGRADA ESCRITURA: Nuevo Testamento: La misericordia de Dios hecha humanidad y corazón. EL DIOS DE JESÚS, UN DIOS RICO EN MISERICORDIA.
P. Juan José Cepedano Flórez
CMM. Misionero de Mariannhill.