
22 Feb Catequesis sobre la Misericordia en el Año Jubilar de la Misericordia: La Misericordia en la Sagrada Escritura: Antiguo Testamento (1ª parte):
TEMA 2.- LA DIVINA MISERICORDIA EN LA SAGRADA ESCRITURA [A.T.][1] (1/4)
– INTRODUCCIÓN:
«Hace poco me encontré en la capilla de un tanatorio, en el leccionario correspondiente, cómo alguien había tachado con un bolígrafo el responsorio del Salmo 103: “El Señor es compasivo y misericordioso”, y había puesto a continuación: “No”.
En ese momento me imaginé que alguien que había pasado por aquella capilla se encontraba en diálogo con Dios por la pérdida de un familiar o un amigo, alguien escandalizado y dolorido por la muerte cercana. En su “no” hay una respuesta a Dios desde su sentimiento herido, aunque es una respuesta que bien podría dejar hablar a Dios.
Tantas veces me pregunto cómo podemos ser canales de la misericordia de Dios para tanta gente herida que, en su sufrimiento, se escuchan a sí mismos pero no escuchan a Dios».
Vivimos huyendo del sufrimiento, perdidos en la superficialidad del día a día, sumergidos en las prisas y las distracciones, pues la vida son dos días y hay que vivirla lo mejor posible, pero, al final, tanto sufrimiento nos escandaliza y acabamos preguntándonos: “¿Por qué todo este sufrimiento que veo a mi alrededor?” y “¿Por qué tengo que sufrir yo?”
[1] Sevilla Jiménez, Cristóbal: “La divina misericordia en la Sagrada escritura”. PDF. Instituto teológico San Fulgencio. Murcia. 2013. Scripta Fulgentina. Año XXIII. Nº 45-46. Págs. 21-38.
En esta situación de escándalo, cuando nos encontrarnos con la Palabra de Dios, puede parecernos que esta palabra no dice la verdad o que el Dios que aparece en la Biblia como “compasivo y misericordioso” no es verdadero, sino una mera ilusión para dar consuelo y justificar la religión establecida.
Sin embargo, si analizamos el lenguaje de la Biblia sobre la Misericordia, comprobaremos que la Palabra de Dios parte, precisamente, de una realidad de necesidad y de sufrimiento. Es lo que trataremos de hacer ahora, sumergiéndonos en la Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
– ANTIGUO TESTAMENTO: El Dios compasivo y misericordioso.
Toda la Biblia, al ser la historia del camino de Dios con el hombre, es historia de la misericordia, pues la misma relación entre Dios y el hombre es historia de misericordia.
En el Antiguo Testamento, de las treinta veces que es empleado el término “misericordioso”, veintiocho veces se hace en relación con Dios y sólo dos veces en relación con el hombre. Podemos decir que el Antiguo Testamento es una continua exaltación de la misericordia de Dios; y que, paradójicamente, su experiencia más profunda por parte del hombre se da en los momentos de infidelidad y de dolor.
El pueblo descubre que Dios no es un frío bienhechor, sino un amigo fiel, tierno y cálido, que tiene en plenitud los rasgos de un padre y de una madre e, incluso, de un esposo fiel: “Te amaré más allá de tus infidelidades”. “Te desposare conmigo para siempre y te desposare en justicia y en derecho, en amor y misericordia; te desposaré en la fidelidad y tú conocerás al Señor” (Os.2,21-22).
1.- NUESTROS PRIMEROS PADRES Y EL PROTOEVANGELIO (Gen.3,15), la primera manifestación del amor misericordioso de Dios:
Tras la caída de Adán y Eva, Dios se conduele de sus hijos caídos en pecado y les revela su plan de salvación. Así, el Señor dice a la serpiente, figura del espíritu del mal: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar” (Gén.3,15),
Estas expresiones, denominadas por la tradición cristiana, desde el siglo XVI, “Protoevangelio”, es decir, “primera buena nueva”, dejan entrever la voluntad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la humanidad. En efecto, frente al pecado, según la narración del autor sagrado, la primera reacción del Señor no consistió en castigar a los culpables, sino en abrirles una perspectiva de salvación y comprometerlos activamente en la obra redentora, mostrando, además, su gran generosidad hacia quienes lo habían ofendido.
Así, en el Protoevangelio, Dios anuncia que si Eva fue la aliada de la serpiente para arrastrar al hombre al pecado, invirtiendo esta situación, Él hará de la mujer la enemiga de la serpiente y su aliada en el plan divino de la salvación. A la luz del Nuevo Testamento y de la tradición de la Iglesia sabemos que esta mujer nueva es María; reconocemos en “su linaje” (cf. Gén 3,15), a su Hijo, Jesús -«el amor misericordioso tomó carne y habitó entre nosotros«-, triunfador en el misterio de la Pascua sobre el poder de Satanás.
De esta forma, la luz que arroja María, la nueva Eva, desde las páginas del Génesis se proyecta sobre toda la economía de la salvación, dentro y más allá de los confines visibles de la Iglesia, mostrando que la vocación única de María es inseparable de la vocación de la humanidad.
[Comienza aquí la reflexión personal].
Próxima entrega: PROFETAS DE LA MISERICORDIA (1ª parte): Moisés y Jonás.
P. Juan José Cepedano Flórez CMM. Misionero de Mariannhill.