03 Ago Homenaje al P. Fridolin Zueger CMM
En una pequeña aldea llamada Haetzingen, en el pequeño cantón de Glarus, en Suiza, el P. Fridolin nació como el segundo de cuatro hijos, el 16 de Marzo de 1923. Fue bautizado Juan Bautista. Ya con 11 años sabía que quería ser misionero y en 1937 ingresó en el Missionsgymnasium de los Misioneros de Mariannhill en Altdorf. Luego siguió el noviciado y los estudios teológicos en Brig y el 11 de Marzo de 1951, en la Catedral de Sion, fue ordenado sacerdote.
Cinco meses más tarde, iba camino de África, enviado para reforzar la fuerza de trabajo de la Diócesis de Mthatha. El obispo lo envió a Mariazell. Allí comenzó como maestro de embarque, dio instrucciones religiosas y ayudó en la parroquia. Poco después fue nombrado Director de la Escuela y, además, tuvo que aceptar más responsabilidades en la parroquia. Con dedicación y prudencia prestó sus servicios durante 20 años. Tenía un don para fomentar talentos y crear un ambiente armonioso y propicio para la gente que trabajaba y vivía con él. Por lo tanto, no es sorprendente que la comunidad del Monasterio de Mariannhill le pidiera ser su Superior.
Sólo en su tercer intento lo lograron (dos veces el obispo se negó a dejar que se fuera). En 1975 comenzó su misión como Superior de nuestra comunidad del Monasterio. Mudarse al Monasterio supuso un gran cambio para él, pues era moverse desde una estación misionera, donde tenía mucha libertad para organizar la propia vida, para trabajar en una gran comunidad, con un rígido orden del día y un calendario preciso que dejaba poco o ningún espacio para las inclinaciones individuales. Por experiencia personal puedo decir que el Padre Fridolin no sólo aceptó este nuevo estilo de vida, sino que, como un padre atento, se convirtió en un apoyo ferviente de los miembros de la comunidad y en un humilde ejemplo para todos. Aquí, también, su talento dio frutos: visiblemente, la comunidad del monasterio creció en unidad, al tiempo que crecía en la conciencia de su lugar y papel en una Sudáfrica cambiante.
La comunidad del Monasterio celebró días regulares de discernimiento, donde se trataron temas específicos, a menudo por expertos de fuera, y las reflexiones concretas dieron frutos concretos en los cambios y acciones que se acordaron. Está, por ejemplo, la renovación de la iglesia del monasterio y la reordenación del santuario con el hermoso mobiliario diseñado y realizado por los hermanos locales. A instancias del alcalde de Pinetown en la concientización sobre temas sociales y su desafío para nosotros como religiosos y misioneros, se construyeron casas para los empleados que habían trabajado fielmente con nosotros por muchos años y se pusieron en práctica salarios justos y un plan de pensiones.
En 1979, el Capítulo General de la Congregación lo eligió como Superior General. Lo que los delegados vieron en él no eran talentos gerenciales sino el testimonio honesto de un hombre sincero y dedicado de Dios. Fue muy difícil para el P. Fridolin aceptar esta llamada, pero tuvo el coraje y la sabiduría para saber que uno no tiene que hacerlo todo él mismo, sino que podría confiar en Aquel que haría el resto. Su experiencia de Mariazell y del Monasterio ahora le ayudó, ahora, a usar sus talentos para toda la Congregación.
Volvió a verse, ante todo, como padre de una familia, aunque ésta era mucho más grande ahora. Los hermanos mayores recordarán que, de repente, salida de la nada, podían recibir una tarjeta postal con los mejores deseos y oraciones por su santo, firmada por el Superior General. Y estaba, otra vez, su preocupación por las implicaciones sociales de nuestro mandato misionero y su deseo de ir más allá de las hermosas teorías, dando pasos concretos, por pequeños que fueran. Un gran paso real que se atrevió a hacer fue el tema de (la estación misionera de) San Wendolin, en Mariannhill. Esta fue una de las primeras estaciones misioneras abiertas por el abad Francisco, famoso por haber dicho: «¡Hoy te doy uno de mis hombres como pastor y sacerdote de la parroquia, sus sucesores deberán proceder de entre sus propias filas!». Los Trapenses también animaron a los residentes a adquirir títulos de propiedad adecuados y les ayudaron con esquemas de financiación a largo plazo.
En los años setenta del siglo pasado, el entonces Régimen de Apartheid decidió que el conjunto de San Wendolin’s Ridge debía ser «apartado» para la población hindú. Ya durante su etapa como Superior del Monasterio, el P. Fridolin encabezó la resistencia contra esta decisión y al comienzo de su mandato como Superior General se atrevió a llegar hasta el final y declaró que la Congregación de Mariannhill haría todo lo posible para ayudar a la gente de esta zona a permanecer donde habían crecido. Él nombró al P. Dieter Gahlen (CMM) como organizador a tiempo completo para esta tarea y, junto con otros hermanos, el P. Dieter se convirtió en un ejemplo cabal para el carisma de nuestra Congregación tal como fue inspirado por nuestro Abad Francisco y sus compañeros.
El P. Fridolin no sabía que sufría de un problema cardíaco genético que le causó dificultades cada vez mayores, especialmente en los numerosos viajes que formaban parte de su nueva misión. Eventualmente, las pruebas médicas revelaron su condición y, como consecuencia, en 1989, después de diez años como Superior General, presentó su dimisión por motivos de mala salud. Su renuncia fue aceptada de inmediato por el Vaticano. Desde Roma se trasladó a Wernberg, donde fue capellán de nuestras Hermanas (de la Preciosa Sangre). Las Hermanas apreciaron su presencia y cuidaron bien de él y, con la atención médica adecuada, su salud volvió a ser estable y fuerte.
Así que, después de cinco años en Wernberg los hermanos de la Provincia de Suiza lo eligieron Superior Provincial en 1995. Obediente como siempre, el P. Fridolin aceptó y así, tras 44 años «en el extranjero», regresó a Suiza, donde todo había comenzado. Después de tres años (1998), pudo entregar a esta oficina y comenzar, finalmente, una bien merecida jubilación. Hasta 2004 vivió en la comunidad de Brig y, cuando esta casa fue vendida, se trasladó con todo el mundo a Altdorf. Cuando en 2009 sufrió un derrame cerebral grave, necesitó una atención profesional que recibió en el Franziskusheim de las Hermanas de la Santa Cruz, en Menzingen. Allí murió pacíficamente el 21 de abril de 2015.
El 4 de mayo, lunes de la quinta semana de Pascua, celebramos la Misa de Funeral y depositamos sus cenizas en el pequeño cementerio de nuestra comunidad en Altdorf. Fue un gran privilegio para mí presidir este servicio. Las lecturas del día ofrecieron un espejo perfecto para reflexionar sobre la vida y la obra del P. Fridolin. Fueron: Hechos 14, 5-18 y Juan 14, 21-26. En la primera lectura Pablo hace un milagro. Las personas comienzan a venerar a Pablo como a un dios, porque sólo los dioses pueden hacer milagros. Traen toros e incienso para ofrecer sacrificios y adoración… Pablo y Bernabé tratan de explicar y afirmar que están hablando de Dios, pero que ellos mismos no son dioses.
Somos parte de un mundo donde los seres humanos se ven, cada vez más, como dioses y no buscan sólo el incienso, sino que realmente hacen todo lo posible para ser grandes, más grandes e importantes que los demás. Hay personas que piensan que tienen poder sobre los demás, quienes están «a cargo» y afirman «tener el control de todo»… El P. Fridolin nos muestra otra manera. Conocía sus límites y confió en todas partes y siempre en la fuerza de Aquel que nos aseguró que Él haría lo que no podemos hacer nosotros mismos. Y así, cuando Jesús habla en el Evangelio de la fuerza del amor de Dios, la pregunta que Judas le hace al Señor es comprensible: «¿Por qué nos hablas sólo a nosotros? Todo el mundo debería escuchar esto…” ¿Qué podemos hacer? ¿Quiénes somos, a fin de cuentas?
Y Jesús ni siquiera contesta a su pregunta, sólo repite lo que había dicho antes: no es una cuestión de especialistas poderosos o autoproclamados o seguros de sí mismos. Uno no tiene que ser capaz de hacerlo todo mejor que todos los demás… lo único importante es que me améis, dice Jesús. Y añade que todo lo que oímos y vemos en él es el don del Padre, y: «cuando me amáis entonces el Padre y yo venimos y permaneces con vosotros». De esta forma, el poder de Dios estará trabajando en nosotros y a través de nosotros. Y así, Él será nuestra fuerza y no sólo permitirá que se dé vida, sino que la hará fructífera a través nuestro.
Esto lo veo maravillosamente en toda la vida del P. Fridolin y en todas las tareas y ministerios que emprendió. Quiero dar las gracias al P. Fridolin por su obediencia y disponibilidad en nuestra Congregación y por el espíritu en el que ha vivido y trabajado. Él no sólo ha hecho un trabajo espléndido sino que él es para nosotros hoy un espléndido ejemplo.
Al escribir estos recuerdos y así traer a la memoria la generosa respuesta del P. Fridolin al llamado de Dios y a nuestra Congregación, reconozco cuánta razón tenemos de agradecer a Dios por nuestra Congregación, que es tan rica y bendecida, verdaderamente.
¡Y el P. Fridolin no está solo! Sin duda, encontramos muchos ejemplos entre los que nos han precedido, pero también tenemos grandes ejemplos entre aquellos que aún viven entre nosotros. Aprendamos de ellos e imitémosles, y aprendamos unos de otros y apoyémonos mutuamente en nuestros esfuerzos por vivir el maravilloso carisma de nuestra Congregación. Mucho antes que «la dignidad humana», «la justicia y la paz», «el apostolado social», “los marginados y excluidos» y todas esas palabras tan populares en la actualidad fueran incluso conocidas o utilizadas, estas ideas e ideales eran parte de la vida y de la obra de los Misioneros de Mariannhill. Sí, somos ricos, de hecho, y nuestra misión es hoy como lo fue siempre, la misión que Cristo ha confiado a su Iglesia: construir el Reino de Dios.
Queridos hermanos Hagámoslo, con fe y la fidelidad. Esto marcará la diferencia entre el simple admirar a los hermanos y el verdadero agradecimiento al tomar su testigo en la carrera de relevos y correr… ¡como el abad Francisco dijo e hizo!
Que el Señor bendiga y recompense al P. Fridolin y que el P. Fridolin ruegue por nosotros, ya que tratamos de seguir sus pasos.
P. Damian Weber CMM.
Superior General de los Misioneros de Mariannhill.
Traducción del inglés: P. Juan José Cepedano Flórez CMM.



























