
10 Jun MARÍA, LA PRIMERA MISIONERA
– LA NIÑA QUE SUEÑA DESPIERTA LOS SUEÑOS DE DIOS: Desde muy pequeñita, María sintió un deseo muy vivo de agradar a Dios y de hacer todas las cosas por amor a Él, pues le amaba sinceramente. Sus padres le habían contado la historia de Israel y Ella esperaba el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho al patriarca Abraham de que, de su descendencia, nacería el Salvador; un Mesías, cuyo reinado traería la paz y la liberación a su pueblo. Esta promesa se había convertido en su sueño favorito y continuamente se preguntaba cuándo vendría, cómo sería y si Ella llegaría a conocerlo.
Muchas noches se apoyaba en la ventanita de su cuarto y miraba a los montes del Líbano que rodean Nazaret, recortándose a lo lejos, sobre un cielo de estrellas, y cantaba el salmo: “Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio?” (Sal.120,1), con la esperanza de ver descender de ellos al Mesías, pues recordaba las palabras del profeta Isaías: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva!” (Is.52,5); aunque sus padres siempre le decían que aquello sólo acontecería cuando Dios quisiera, en la plenitud de los tiempos.
¡Qué poco se imaginaba Ella que, un día no muy lejano, aquellos “hermosos pies del mensajero” serían sus propios pies, caminando sobre los montes que conducen a Ain Karem, a la casa de Isabel, su prima, con la Buena Noticia de la Salvación en sus entrañas, para anunciársela en el “Magnificat”, su canto de alabanza a Dios. Algunos han querido ver en este primer viaje de María, embarazada de Jesús, la primera procesión del Corpus Christi de la Historia, donde María sería el primer sagrario y la primera custodia viviente que contuvo y transportó a su Hijo, recién concebido y en proceso de gestación, de encarnación. Algún místico dirá que, cuando Jesús nació, María no sabía si adorarle o darle de mamar, pero María sí sabía qué hacer: las dos cosas, activa en la contemplación y contemplativa en la acción, el equilibrio perfecto para un buen misionero.
– EL MANDATO MISIONERO DE MARÍA: Pues sí, en aquel viaje de la Visitación, la Virgen María, que era poco más que una adolescente, realiza el primer viaje misionero de la Historia, saliendo de su tierra de Nazareth, al Norte de Tierra Santa, para ir al encuentro de su prima Isabel, en Ain Karem, en los montes de Judea, a más de 100 Kms. al Sur, muy cerca ya de Jerusalén, un viaje plagado de peligros y asperezas, fiándose en solo Dios y llevando a Jesucristo en su seno para dárselo a conocer a su prima y al Precursor en gestación, Juanito, al que un día llamarán “el Bautista”, quien señalará, con su vuelco en las entrañas de Isabel, la presencia del divino Redentor, como diciendo con su salto lo que un día dirá de palabra, cuando sea mayor: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn.1,29), pues es lo que el Mesías acababa de hacer por él en el seno de su madre. Y así, llevando a Jesucristo a los demás, María se convierte en misionera.
¿Y quién envía a María como misionera? El propio Dios a través del Arcángel Gabriel, quien se presentó a María al sexto mes: “Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc.1,26-27)… ¿al sexto mes de qué? De la concepción del Precursor, del embarazo de Isabel, pues dice: “Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios» (Lc.1, 36-37). ¿Y cuál es la clave de la misión de María en este envío? La clave está en lo que Gabriel le dijo a Zacarías: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; […] estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre” (Lc.1,13-15).
Así pues, era de todo punto necesario que María visitara a su prima Isabel, para que el Mesías conociera a su Precursor y le habilitara para su misión precursora. Y María, llena del Espíritu Santo y guiada por Él, viajará hasta donde se encuentra el Precursor. Y si Ella fue preservada del pecado original, por los méritos del Mesías, para ser la Madre del Redentor, el Precursor, será el primer rescatado del pecado original, por los mismos méritos, para cumplir con su misión.
Por eso, libre ya del pecado original y lleno del Espíritu Santo –“desde el seno materno”, tal como anunciara el Arcángel Gabriel a Zacarías (cf. Lc.1,15), lo que le hará tener en sí el fuego de Elías, el profeta que regresaría para preparar el camino al Mesías-, Juan salta de gozo en el seno materno y llena a su madre de este mismo Espíritu, por eso Isabel será capaz de profetizar y decir el misterio que se esconde en María y esto desatará la lengua de María, que romperá a proclamar las maravillas que Dios ha hecho en Ella, en el “Magnificat”, el primer anuncio misionero de la Historia, que enlaza con el Protoevangelio o primer anuncio de la salvación dado por Dios a nuestros primeros padres antes de su expulsión del Paraíso, pues María es la descendiente de Eva que pisará la cabeza de la serpiente con el fruto de su vientre, el Mesías, por eso la felicitarán todas las generaciones.
– MARÍA, LA PRIMERA MISIONERA: Así pues, la Virgen María no sólo es misionera, sino la primera misionera, propiamente dicha, que su Hijo Jesús tuvo en la Tierra y en la Historia de la Salvación. Y me diréis: “¿Y por qué la primera?”. Pues, porque lo propio de los misioneros es llevar a Jesús en medio de los hombres que no Le conocen, haciendo de estos hombres sus hermanos en la fe e hijos del Dios vivo al que proclaman, y esto sólo ocurrirá en el Nuevo Testamento, a partir del mandato misionero de Jesús: “Id, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt.28,18-20).
Y María precederá a los misioneros de todos los tiempos, e, incluso, a su propio Hijo y al mandato misionero por El dado, formulando Ella su propio mandato: “Haced lo que El os diga” (Jn.2,5), un mandato que marcará el inicio de la actividad misionera y mesiánica de su Hijo con el milagro de las bodas de Caná. Ella sabrá desempeñar esta actividad misionera a lo largo de su vida, con total generosidad, aunque una espada le traspase el alma, como le anunciara el anciano Simeón, siempre obediente a Dios, de quien se fiaba totalmente, y movida por el mismo Espíritu que un día moverá a su Hijo por los caminos de Palestina y a sus apóstoles por los caminos del mundo, haciendo de los hombres no sólo sus hermanos, sino hijos suyos muy amados e hijos muy amados de Dios en su Hijo.
Y no sólo será la primera misionera porque fuera la precursora de todos los demás misioneros que en el mundo han sido, sino también por la calidad de su apostolado, con un testimonio vivo y una entrega plena y fiel hasta el extremo, como sólo una Madre -y Primera Discípula- sabe hacerlo. Jesús llegará a decir: “Mi Madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Mc.3,33-35)-, y por la cantidad de almas llevadas, primero a su Hijo -“A Jesús por María”- y después al Cielo, desde aquella tarde en que, a los pies de la cruz, acogió, en la figura de Juan, el Discípulo Amado, a todo el género humano; lo que le ha valido el título de Corredentora, tan deseado por tantos de sus hijos para Ella, y el de Reina indiscutible de las Misiones, a las que sigue y seguirá amparando desde el Cielo, con su protección maternal, hasta el final de los tiempos, cuando todos sus hijos de la tierra hayan sido llevados a su Hijo del Cielo.
Y al de Reina de las Misiones cabe añadir, finalmente, el de Patrona, Maestra y Modelo de misioneros y evangelizadores, pues, en los tiempos que corren, la Virgen María es también, Estrella de la Nueva Evangelización, como Portadora de la Palabra y del Espíritu del Señor para todos los que la vida de pecado ha entibiado y alejado de la salvación.
– EL MENSAJE MISIONERO DE MARÍA: ¿Y cuál fue el mensaje de esta primera misionera de la Historia? El cántico que María llevaba en su corazón y que sólo Dios y Ella conocían; quizás se lo habría cantado muchas veces a Dios, en la soledad de su cuarto, en los días que siguieron a la aparición del ángel y lo habría ido completando y alargando, hasta hacer un cántico enteramente suyo, en las duras jornadas de viaje hasta la casa de Isabel, en que la repetición del mismo, en el interior de su alma, debió convertirse en su mayor consuelo y entretenimiento. Así, pues, no es difícil pensar que le saliera de un tirón cuando Isabel, al reconocer en María la acción poderosa de Dios, tocó la tecla precisa y la llamó: “Madre de mi Señor” (Lc.1,43). Sólo entonces, y como si Dios abriera el tapón de su alma, María cantará una vez más su cántico a Dios, pero esta vez no ya en secreto, sino delante de aquella a la que Dios mismo había revelado ya el misterio: su prima Isabel.
De igual forma, el corazón del misionero hablará del gran amor de su vida a aquellos a los que es enviado, dándoles testimonio de las maravillas que Dios ha hecho en su vida: “No podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hch.4,20) y, por ello, “lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1Jn.1,3).
Pero el verdadero mensaje de María misionera es su propia vida: su sencillez, su humildad, su docilidad, su disponibilidad y su fidelidad a toda prueba, en una palabra, su sí gratuito e incondicional a Dios y a su plan de salvación sobre los hombres, de una vez para siempre y en cada acontecimiento y situación, por duro que fuera, incluido el de ver morir a su Hijo en una cruz, con el “Hágase en mí” de la Anunciación en los labios y en el corazón. A ello cabría añadir, además, su capacidad de perdón, Pues tuvo que perdonarnos a todos para hacernos sus hijos y amarnos como tales, para responder así al ruego y última voluntad de su Hijo moribundo en la cruz, donde le pusieron nuestros pecados: “Mujer, ahí tienes a tu hijo –a tus hijos-“; “Hijo, ahí tienes a tu Madre –ahí tenéis a vuestra Madre-“.
– MARÍA; LA PRIMERA MISIONERA DE AFRICA: Andando el tiempo, la maldad de Herodes hará huir a la Sagrada Familia a Egipto, lugar que tradicionalmente ha ido acogiendo, a través de la historia, a todos los exiliados de Israel, a través de cientos de kilómetros de desierto, expuestos a fieras y bandidos y a las inclemencias del desierto, con calores extremos durante el día y fríos extremos durante la noche, por caminos deshabitados, para no ser descubiertos y, por tanto, sin posibilidad alguna de ayuda humana en caso de emergencia. Y María, que callaba y guardaba todas aquellas cosas en su corazón, sólo abría la boca para decirle, nuevamente, a Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra” (Lc.1,38).
Ella no se imaginaba entonces, en la angustia de su partida, que aquel empezar de cero, en una tierra pagana y extranjera como Egipto, haría que se cumpliera una antigua profecía mesiánica: “De Egipto llamé a mi Hijo” (Mt.2,15) y que Ella misma, junto con el bueno de San José, se convirtiera en la primera misionera de África -tal como narran las tradiciones coptas, que les pintan con el Niño Jesús en sus brazos, dando testimonio del Mesías por donde pasan- y, también, en la primera misionera “motorizada” de la Historia, pues, en esta ocasión contaba con el pequeño borriquito de San José, como humilde medio de transporte para llevar a cabo su misión.
– MARÍA, MISIONERA UNIVERSAL: Finalmente, y todavía en vida, María “misionará” a España y se aparecerá sobre una columna de mármol, a orillas del río Ebro, para animar la tarea misionera de uno de los discípulos de su Hijo, el apóstol Santiago, según recoge una antigua tradición maragata, y, asunta al Cielo, iniciará una época de apariciones y mensajes de salvación, en todos los lugares del planeta, que se prolongará hasta la actualidad: Guadalupe en México, Lourdes en Francia, Fátima en Portugal, Ceitún en Egipto, Medjugorje en Bosnia, …, en su empeño misionero de llevar a los hombres de todos los tiempos y lugares a Dios, heredando los rasgos étnicos de las personas a quienes se aparece.
Pues bien, esta Virgen que se aparece en todo el mundo para llevar a sus hijos hacia Dios, será representada con la bola del mundo entre sus manos y llamada Reina del Universo, Reina del Mundo, Reina de la Iglesia, Reina de las Misiones y Estrella de la Nueva Evangelización. A Ella le pedimos que reine en nuestros corazones y en el corazón del mundo, y que siempre tengamos en nuestros labios el Dulce Nombre de María, para que la ayudemos en la tarea misionera de llevar a nuestros hermanos al Cielo y, que también nosotros, un día, podamos reinar con Ella y con Jesús, en el Cielo, por toda la eternidad. Que así sea.
Juan José Cepedano Flórez, CMM.
Misionero de Mariannhill.
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