08 Mar ORDENACIÓN DIACONAL DEL FRT. TOMÁS CAMISSONE GUETSANE CMM (1 de Febrero de 2015)

El día anterior a la solemnidad de la Presentación del Señor en el Templo de Jerusalén, fiesta fundacional y principal solemnidad de la Congregación de los Misioneros de Mariannhill, fue, también, el día de la presentación del mozambiqueño Frt. Tomás Camissone Guetsane CMM, en otro templo, el de San Juan de Sahagún, de la capital salmantina, para su ordenación diaconal,…

… quien abría la comitiva hacia el altar, seguido por nuestro diácono, el Frt, Rafael Manuel Chichava CMM, que portaba en alto el libro de los Evangelios, símbolo de su oficio como mensajero del Evangelio, y por todos los sacerdotes concelebrantes y del Sr. Obispo de Salamanca, Mons. Carlos López Hernández, que cerraba la comitiva,…

… mientras resonaban en las bóvedas parroquiales las voces y acordes del coro parroquial y de algunos de nuestros hermanos de congregación y amigos, que desgranaban el canto: “Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal. Pueblo de Dios, ¡bendice a tu Señor!”.

Llegado a los pies del altar, el Frt. Tomás no sube, toma su puesto abajo, el primero de entre los fieles, junto a las gradas, a las que solo accederá para la gran transformación: convertirse en diácono de la Iglesia de Cristo, y las cuales sólo subirá para tomar su puesto, una vez ordenado, en el servicio del altar, que representa a Cristo, a cuya imagen y semejanza servirá al pueblo fiel del que ha salido.

Escuchado el mensaje de las lecturas del día, el Sr. Obispo llama ante sí al candidato que ha de ser elegido para el Orden de los diáconos y el Frt. Tomás, acercándose a él, le responde: “Presente”.

Después pregunta al Superior Regional de los Misioneros de Mariannhill, P. Lino Herrero Prieto CMM – en el centro, al fondo de la imagen-, si le considera digno de ser ordenado diácono y éste responde afirmativamente, diciendo: “Doy testimonio de que ha sido considerado digno”, momento en que el que Sr. Obispo anuncia: “Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a este hermano nuestro para el Orden de los diáconos” y todos damos gracias a Dios por ello.

Tras la homilía, en que Mons. Carlos fue desgranando las dimensiones de la figura del diácono que podían serle de utilidad al Frt. Tomás en el ejercicio de su ministerio diaconal,

D. Carlos llama de nuevo ante sí al Frt. Tomás, que ocupa un lugar frente a él en el peldaño anterior a la grada del altar, sin subirla todavía, y, llamándole “querido hijo”, mediante diversas preguntas, le pide dar público testimonio de su voluntad de recibir dicho ministerio: “¿Quieres desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de diácono, como colaborador del Orden sacerdotal y en bien del pueblo cristiano?”. La respuesta no se hizo esperar: “Sí, quiero”.

Finalmente, El Frt. Tomás sube la grada, se arrodilla y pone sus manos juntas entre las del Sr. Obispo, en señal de respeto y obediencia, y D. Carlos le hace su última pregunta al candidato: “¿Prometes respeto y obediencia al Obispo diocesano y a tu Superior legítimo?” y ante la respuesta afirmativa del Frt. Tomás, proclama: “Dios, que comenzó en ti la obra buena, Él mismo la lleve a término”.

Entonces, en señal de total sumisión a Dios, que le llama y de quién obtendrá la fuerza y la gracia, los dones y carismas, el amor y los frutos necesarios e imprescindibles para el desempeño de su nueva misión, el Frt. Tomás se recuesta bocabajo en el suelo parroquial, mientras todos entonan las letanías de los santos.

¿Qué pasará por la cabeza y el corazón del Frt. Tomás mientras escucha sobre él los cantos de oración de los presentes y recibe la unción de los santos invocados en las letanías que se van desgranando en las bocas de todos? Quizá escuche en su interior el eco de aquellas palabras bíblicas: “Tú eres mi hijo, Yo te he engendrado hoy”…

Después, arrodillado en el peldaño de acceso a la explanada del altar, recibe la imposición de manos del Sr. Obispo, que le transmite la efusión del Espíritu Santo, y ora sobre él, diciendo: “… Envía sobre él, Señor, tu Espíritu Santo, para que, fortalecido con tu gracia de los siete dones, desempeñe con fidelidad el ministerio… Que resplandezca en él un estilo de vida Evangélica, un amor sincero, solicitud por pobres y enfermos, una autoridad discreta, una pureza sin tacha y una observancia de sus obligaciones espirituales…”

Tras la plegaria de ordenación y asistido por su compañero de ministerio y hermano de Congregación, el Frt. Rafael, y de sus padrinos de ceremonia, D. José Luís y Dña. Carmen, un matrimonio amigo, se va revistiendo de todos los símbolos de su nuevo ministerio. En primer lugar, la estola, colgada en bandolera, al estilo diaconal, que recuerda su humilde origen como toalla para secar los utensilios del altar y, quizá, también, aquella otra toalla que Jesús se ciñó para lavar los pies de sus apóstoles en la Última Cena, sirviéndoles y amándoles, así, hasta el extremo.

En segundo lugar, la dalmática, vestido procedente de Dalmacia, de ahí su nombre, que se puso de moda entre lo nobles romanos y que la Iglesia adoptó para sus diáconos, pues el hecho de tener mangas, no entorpece su servicio del altar.

Ahora se trata de que el Frt. Tomás deje a Cristo libre y actuante en él, y que, poniendo a su servicio sus sentimientos, cualidades y buena disposición, le preste a Cristo lo que tiene y lo que es, su tiempo y su persona, para ser hoy, entre los hombres, sus hermanos, presencia servidora de su Maestro, para que el mundo crea.

Y, por último, el Libro de los Evangelios, para el servicio de la Palabra, por medio de su proclamación y predicación: “Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado”.

Todo termina con el abrazo de paz, que se efectúa con el himno con la Oración del Abad Francisco resonando en los oídos de todos: “Vosotros todos los santos de Dios, por la Sangre preciosa de Cristo el Señor, obtenedme la gracia de que pueda alcanzar: Siempre hacer la voluntad de mi Dios, siempre estar unido a Dios. Sólo pensar en las cosas de Dios, sólo hacer todas las cosas por Dios. Entender lo que soy a los ojos de Dios, conocer mejor la voluntad de mi Dios, en todo quedar recogido en Dios, en todo buscar la gloria de Dios”.

El nuevo diácono, ya junto al altar, continúa el resto de la celebración ejerciendo su ministerio, por primera vez. Preparar la ofrenda para su consagración, verter el vino en el cáliz, casi como cuando era acólito, pero ¡qué diferente ahora: Ministro de Cristo, al servicio del altar y del pueblo de Dios! Y, mientras lo hace, el coro y toda la asamblea con él, entonan a viva voz: “Toma mis manos, te pido; toma mis labios, te amo; toma mi vida, oh Padre, tuyo soy, tuyo soy…”

Nuestros dos diáconos de Mariannhill, atendiendo el altar, a ambos lados de Mons. Carlos, de cuya mano fueron ordenados diáconos.

Y después, como el servidor bueno y fiel del Evangelio, que reparte el alimento a su tiempo entre los fieles del Señor, saciando su hambre y su sed, reparte la Sagrada Comunión a cuantos se acercan a recibir al Señor.

Recogido el altar y como expresión de la alegría intensa del propio interesado y de cuantos le aprecian y acompañan, surge la danza ante las gradas del altar, una danza que recorre los cuatro puntos cardinales,…

… una danza llena a desbordar de júbilo, cantos de alegría, tantanes en fiesta y gritos marcadamente africanos, que impregnan el templo parroquial y que el pueblo fiel celebra entre conmovido, sorprendido y solazado, en total complicidad; sus pies no danzan, pero su corazón de niños sí, mientras ojos y bocas sonríen, contagiados de la alegría del momento.

Después, cuando todo se tranquiliza, el Sr. Obispo nos da la bendición a todos, pero remarca para el Frt. Tomás: “El Dios autor de todos los dones te llene de la gracia celeste, para que edifiques a su pueblo santo con los trabajos de tu vida y la santidad de tus costumbres”.

Por último, el Frt. Tomás expresa su agradecimiento a cuantos han hecho posible su ordenación diaconal y a cuantos le han acompañado en este día.

Nuestros dos flamantes diáconos, los Frts. Rafael Manuel Chichava CMM y Tomás Camissone Guetsane CMM, dándose la mano ante el altar.
© Fotos: Miguel Ángel Anca. Textos: P. Juan José Cepedano Flórez CMM