El Buen Samaritano


© FOTO: Carmen Borrego Muñoz (España)

JESÚS, EL BUEN SAMARITANO: Imagen tallada y policromada, que se encuentra en la Capilla de la Casa de Mariannhill en Madrid. La escultura fue realizada por el escultor Shadreck Chivandire, natural de Zimbabwe. El artista salmantino, Francisco Orejudo Alonso, realizó la ornamentación de la misma.

Jesús: el Buen Samaritano

            Así lo reconoce San Agustín [Serm. 171,3]: “Aquel hombre que cayó en manos de unos bandidos, que fue abandonado medio muerto, que fue desatendido por el sacerdote y el levita y que fue recogido, curado y atendido por un samaritano que iba de paso, representa a todo el género humano. Así, pues, como el Justo e Inmortal estuviese lejos de nosotros, los pecadores y mortales, bajó hasta nosotros para hacerse cercano quien estaba lejos”.            La parábola del buen samaritano [Cfr. Lc. 10, 25-37] nunca nos deja indiferentes. ¿Se nos ha ocurrido pensar que aquel buen samaritano no es sin más un personaje anónimo sino que transparenta con especial luminosidad a la persona misma de Jesús y toda su obra redentora? Jesús es ciertamente el Buen Samaritano, que hizo por el ser humano todo y más de lo que éste hubiera necesitado y esperado.

Eso fue lo que hizo Jesús por nosotros: Bajó de su gloria [Jerusalén] a nuestra miseria [Jericó]. Nos encontró mal heridos por el pecado. Al encarnarse, nos cargó a sus hombros y nos montó en su cabalgadura. Nos limpió con el aceite y vino de los sacramentos, llevándonos a la posada de la Iglesia.

Los cristianos: buenos samaritanos

En la parábola del buen samaritano el concepto de «prójimo» deja de referirse únicamente a los conciudadanos o nacionales. Y sin embargo, aunque en esta parábola dicho concepto se universaliza, sigue permaneciendo concreto; es decir, aunque se extienda a todos los hombres, el amor al «prójimo» no se reduce a una actitud genérica y abstracta, sino que requiere un compromiso práctico aquí y ahora. [Cfr. Benedicto XVI, Deus caritas est, nº 15]

Por otra parte, aunque en la parábola del buen samaritano se muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado «casualmente», quienquiera que sea, también en esta parábola se da la exigencia específicamente eclesial de que, precisamente en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad. [Cfr. Benedicto XVI, Deus caritas est, nº 25]

Pero como el «prójimo» a ser ayudado es un ser humano, éste necesita no sólo ser atendido con competencia profesional, sino también con atención cordial, para que así se evidencie que el amor al «prójimo» ya no es un mandamiento impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de aquella fe, que actúa por la caridad. [Cfr. Benedicto XVI, Deus caritas est, nº 31]

Misioneros Samaritanos

Siguiendo el ejemplo de lo que hizo el buen samaritano, ¿qué ha de hacer el misionero con todos los que se encuentran tendidos al borde del camino de la vida, maltratados, llagados y robados en su dignidad humana?

Del misionero se espera que se pare y que no pase de largo; que se apee de su cabalgadura y acerque al que contempla llagado; que lo mire con compasión y lo cure; que lo ayude a levantarse, llevándolo a posada segura; que tome las medidas para que sea atendido y cuidado; que ponga sus bienes y recursos a su disposición; que no lo olvide y vuelva a visitarlo.

P. Lino Herrero Prieto CMM

Misionero de Mariannhill

 

 

Comments are closed.