21
Ago 23

Desde el Polo Norte



FOTO: © P. Daniel Perreault CMM [Canadá]
          La silueta del que contempla cómo amanece en alguna parte del Polo Norte es la del misionero de Mariannhill, P. Daniel Perreault CMM, que ha venido trabajando allí desde hace quince años.

El P. Daniel Perreault CMM es un misionero de Mariannhill que ha venido trabajando desde hace años en aquella zona conocida como el Polo Norte y que para la inmensa mayoría de nosotros es del todo desconocida.

        Reproducimos en esta ocasión la mayor parte de su última carta circular [Julio de 2023], donde habla de su trabajo en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción en la ciudad de Iqaluit, capital del territorio autónomo de Nunavut [Canadá], y de sus planes de futuro.

        Como reza el viejo refrán: “Todo lo bueno se acaba”. Después de casi quince años de trabajo misionero en las dos parroquias católicas de la Isla de Baffin, en Nunavut, el mandato que recibí de mis superiores de Mariannhill llega a su fin el próximo 31 de julio. Mi desempeño pastoral en dichas parroquias – Iqaluit y Pond Inlet – ha sido muy diferente, teniendo en cuenta la diferencia de los contextos geográficos, culturales, étnicos y materiales de ambas.

        Cuando llegué al Polo Norte no tenía ni idea de lo que me esperaba. En la parroquia de Iqaluit me encontré con una pequeña comunidad católica en busca de un nuevo impulso, con la esperanza de que el párroco recién llegado atrajera a más gente a la celebración de la misa dominical. Desde la primera reunión del consejo parroquial nos dimos cuenta de que quizá ese no era el planteamiento acertado y de que las cosas no iban a funcionar así. A lo largo del primer año de mi estancia llegamos a discernir cuál debía ser la prioridad principal para que nuestra comunidad cristiana creciera. Y eso no significaba necesariamente que aumentara el número de personas en la misa dominical. Tal prioridad consistía en que como parroquia católica pudiéramos influir en la población donde nos encontramos. Hay que tener en cuenta que por entonces los pocos cristianos Inuit – nativos del lugar – eran en su mayoría anglicanos y unos pocos de otras confesiones cristianas. La pequeña comunidad católica estaba formada por unos pocos francófonos y angloparlantes, provenientes de otras provincias canadienses, y por un nutrido grupo de católicos de Asia. Como es de suponer, todos ellos con formas muy distintas de pensar el futuro y de hacer las cosas. Así las cosas, ¿cuál fue entonces la prioridad por la que optamos? Nos decidimos por la evangelización de los bautizados en un contexto de descristianización masiva, no sólo en nuestra población de Iqaluit sino en toda Norteamérica y en otras latitudes del hemisferio norte. Aunque las causas de esta descristianización en gran medida se nos escapen, decidimos entonces hacer todo lo posible en orden a encontrar un remedio: que el mayor número posible de católicos de la parroquia, cada uno según sus carismas personales y las posibilidades concretas de sus condiciones de vida, tomen conciencia de que también son misioneros, actuando como tales.

        La evangelización de los bautizados consiste en intentar llegar a todos aquellos que, de una o de otra manera, han estado en contacto con la fe cristiana y que se han separado de ella, la mayoría de las veces de manera inconsciente. Éste es el caso que de tiempo atrás se puede decir de la inmensa mayoría de la población católica de Iqaluit. Para la mayoría de ellos, la transmisión de la fe se detuvo en la generación de sus abuelos, aunque siguieran solicitando el bautismo y otros sacramentos. Los pocos que participan en la vida parroquial en su mayoría están desorientados y no saben por dónde empezar para que esta transmisión continúe a través de ellos. Se imaginan que con llevar a sus hijos a la iglesia será suficiente. Pero no es así. Por eso elegimos desde un principio herramientas que han resistido el paso del tiempo. El objetivo no era sino capacitar a quienes en la comunidad católica reconocen que ser discípulos es también ser misioneros, dándoles los medios y la formación necesarios para poner en práctica sus carismas.

        Durante los dos primeros años, preparamos el terreno para concienciar de esta responsabilidad al mayor número posible de católicos. En una segunda etapa organizamos dos retiros parroquiales, basados en el método “Vida Nueva” de la Escuela de Evangelización San Andrés y en la creación de células parroquiales de evangelización, teniendo en cuenta que en nuestra comunidad católica la movilidad de creyentes es continua, dado que la permanencia, debido a razones laborales, no suele durar más de tres años. Para hacer posible este enfoque, fue necesario caer en la cuenta de que era absolutamente necesario un cambio de actitudes, un cambio de paradigma: que cada fiel católico se diera cuenta de que es un actor importante en el proceso de evangelización y que este proceso se alimentara constantemente con la oración personal y comunitaria. Cada discípulo misionero se debía comprometer a dedicar regularmente un tiempo a la adoración personal o a la Lectio Divina, que es una forma de meditación sobre las Sagradas Escrituras.

        Entrar en este proceso de evangelización implicaba una verdadera conversión pastoral y personal. Dado que optar por esta prioridad afectaría a toda la vida de la parroquia, debía ser aceptada y vivida por el mayor número posible de fieles católicos. Para que todas las actividades normales de la parroquia no fueran vistas al margen de esta prioridad, sino que se imbuyeran del tenor de la misma, tenían que pasar a ser consideradas como oportunidades adicionales de evangelización. Hubo que tomar una decisión difícil, pero importante. En toda comunidad parroquial siempre hay personas más inclinadas hacia tal o cual espiritualidad o movimiento eclesial. Dado que nuestra parroquia era y sigue siendo pequeña, no nos quedó otro remedio que decidirnos por una única prioridad, en lugar de dividirnos en multitud de ellas, lo que habría tenido como efecto reducir considerablemente el impacto del proceso de evangelización. El objetivo no era formar grupos que se replegaran sobre sí mismos, por muy buenos que fueran, sino formar discípulos que se atrevieran a salir al mundo. Formar, en definitiva, una Iglesia en salida.

        En las dos parroquias de Iqaluit y Pond-Inlet, donde he venido trabajando, muchos fieles – padres y abuelos – utilizan actualmente una nueva herramienta para la evangelización de los niños. También debo mencionar que esta herramienta se ha puesto a disposición de otras 8 parroquias católicas, gracias a la generosidad de algunos bienhechores. Dicha herramienta consiste en una serie de 30 cuadernillos, donde se narran otras tantas historias bíblicas con atrayentes ilustraciones, especialmente diseñados y adaptados para que los padres y abuelos se las puedan contar a los niños pequeños. Esto permite transmitir la fe de forma sencilla a los más pequeños y, a la par, que los padres participen realmente en esta tarea, por la que ofrecen el maravilloso regalo de Fe a sus hijos. He oído que a los hermanos mayores les gusta participar en esta transmisión.

        En la parroquia de Iqaluit, el número de los fieles que atienden a las celebraciones dominicales se ha triplicado hasta el punto de que tenemos que añadir más sillas y no son pocos los que tienen que permanecer de pie durante la misa. No hay lugar para la autocomplacencia. El proceso de crecimiento debe continuar y extenderse a otras comunidades. Cuando miro a la asamblea dominical, puedo percibir que se siente feliz y eso me reconforta mucho.

        Hay un punto muy importante que también me gustaría destacar. Desde el año 2009, los pastores de las distintas confesiones cristianas decidieron reunirse una vez al mes para rezar y alabar juntos a Dios. No son momentos de discusión, sino de comunión. Dado que compartimos muchos de los mismos retos y preocupaciones, estas reuniones, con Cristo en el centro, nos han acercado y reconfortado mutuamente. Esta amistad entre nosotros también ha permitido a nuestras comunidades reunirse en ocasiones especiales. Debo decir que echaré de menos estos momentos tan enriquecedores.

        Las cosas son un tanto diferentes en la otra parroquia de Pond Inlet. Aquí también está claro que transmitir la fe no es tarea fácil. Los abuelos la transmiten como buenamente pueden, pero el contexto no ayuda mucho. La conciencia de que la evangelización es una responsabilidad de todos los discípulos y de que todos están llamados a la misión aún no ha calado realmente. Cuando el sacerdote está ausente, lo que ocurre con bastante frecuencia, dos o tres líderes se ponen de acuerdo para presidir las celebraciones de la Palabra, pero estos líderes ya son mayores y los católicos más jóvenes no se animan a implicarse. Sigue habiendo mucha rivalidad entre familias y clanes. Y todo ello se nota en la vida de la comunidad. Algunos jóvenes que serían capaces no se atreven por miedo al rechazo. Luego está el modo de vida tradicional, que no es malo en sí mismo, porque permite a la gente alejarse de las principales tentaciones de la ciudad: nada de televisión, nada de Internet, poco o nada de alcohol o drogas. La vida de la comunidad cristiana depende de la época del año. Cuando termina la noche polar y vuelve pujante la luz del día, da comienzo la temporada de la caza de focas, imprescindible para la provisión de alimentos y vestido. La caza de narvales se inicia a finales de verano. La acampada en el hielo con la caza del ganso y, por supuesto, la pesca de subsistencia prácticamente durante todo el año. Como cabe suponer, todo ello influye mucho en las actividades de la comunidad cristiana desde el punto de vista de la evangelización.

        No quiero aburrirles contándoles la multitud de problemas materiales, con los que he venido encontrándome durante mis quince años de servicio pastoral en estas parroquias. Baste enumerar la cantidad de reparaciones que he tenido que hacer para evitar la congelación de determinados lugares. Estos problemas han sido, sin duda, mis pruebas más difíciles, sobre todo ahora que ya no puedo agazaparme bajo la casa a -35º C para desatascar una tubería o descongelar un depósito. Aunque se vislumbran algunas soluciones, falta mucho todavía.

        Afortunadamente, el sacerdote que me va a sustituir está en buena forma y es bueno con las manos. Además todavía es capaz de acampar y podrá viajar con los Inuit durante las largas temporadas de caza. Residirá de manera permanente en Pond-Inlet, lo que supondrá un gran impulso a la vida de la comunidad parroquial.

        Cuando podáis leer esta carta, ya habré salido de Nunavut, después de presentar a mi sucesor en la parroquia de Iqaluit. Tengo planes de pasar con él un par de semanas para informarle sobre la vida y la administración de la parroquia y garantizar así la continuidad del trabajo pastoral. Después de pasar un mes en Quebec, iré a Israel durante 3 meses para seguir unos cursos de Biblia en el contexto geográfico, histórico y geopolítico de la región. Será para mí como una forma de pasar página, aunque, no del todo, tengo que confesar. Y digo esto porque mi obispo me ha pedido que continúe como Vicario General de la diócesis durante los próximos dos años, mientras encuentra a alguien que me sustituya. Hasta la fecha, siempre he desempeñado estas funciones a distancia, utilizando la tecnología que conocemos. A finales de este año volveré a Sherbrooke. A partir del próximo años estaré a disposición de mi Congregación para ir a donde me envíen, probablemente a algún lugar un poco más cálido. Me encantaría tener la oportunidad de compartir mi experiencia de Iglesia en crecimiento con otros hermanos de Congregación en otras latitudes. Veremos qué disciernen mis superiores.

        Me gustaría agradeceros vuestra paciencia al leer regularmente mis cartas circulares. Muchos de vosotros me habéis hecho preguntas, que he intentado responder lo mejor que he podido. Quiero agradeceros sobre todo vuestro apoyo en la oración y también vuestra generosidad material. Nunca me sentí solo, dado que contaba con toda una comunidad de hermanos, familiares, amigos y bienhechores. Seguiré enviándoles mis noticias y manteniéndoles informados de mi nueva misión.

P. Daniel Perreault CMM

Misionero de Mariannhill


27
Jul 23

Para servir a Dios y a la Iglesia

Para servir a Dios y a la Iglesia

Frt. Felizardo Luheia CMM ordenado diácono



FOTO [01]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]

          En la tarde del pasado 2 de Junio de 2023 la Familia de Mariannhill en España pudo vivir unas horas de gozo con motivo de la ordenación diaconal de uno de sus miembros, el Frt. Felizardo Luheia CMM.

          La celebración litúrgica tuvo lugar en la Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima [Salamanca/España] y fue presidida por el Obispo de la Diócesis, D. José Luis Retana Gozalo.

          Acompañaban al nuevo diácono los misioneros de Mariannhill en España, amigos y bienhechores de esta familia misionera, así como feligreses de la parroquia donde tuvo lugar la celebración.       

“Asístenos Dios todopoderoso, de quién procede toda gracia…..” Así es como comienza la Plegaria de Ordenación, leída por el Obispo, después de haber impuesto en silencio sus manos sobre la cabeza del que estaba siendo ordenado diácono. Con las palabras centrales de dicha Plegaria, que rezan: “Envía sobre él, Señor, tu Espíritu Santo, para que fortalecido con tu gracia de los siete dones, desempeñe con fidelidad el ministerio”, quedó el Frt. Felizardo ordenado diácono de la Iglesia.

Como, por otra parte, no puede ser de otra manera, detrás de la celebración quedan registradas no pocas horas de preparativos, en los que se implicaron muchas personas. Pero mucho más tiempo es el invertido en la formación de la vocación de este joven, desde los comienzos de la misma hasta la meta felizmente alcanzada. Mucho tiempo y no poco esfuerzo mancomunado de muchas personas, empezando por su familia, siguiendo por su familia religiosa, sin olvidar a todos aquellos que han ido pasando por su vida y han dejado en ella su variada contribución bienhechora. En la homilía el Obispo diocesano, apoyándose en las lecturas escogidas para la celebración, describió de manera sencilla, a la par que profunda, el significado del diaconado. Entre otras cosas dijo: “… Cuando nos entregamos así a Cristo y nos mostramos dóciles a su voluntad, de algún modo quedamos expropiados… Tú sabes que un diácono está llamado a vivir personalmente la Palabra de Dios de una manera intensa y fecunda… Nos la debes proclamar con exquisita fidelidad y con toda su belleza… Pero tus labios nos deben decir lo que debe gritar tu misma vida, porque la vida no debe contradecir lo que tus labios nos cuentan… Para poder ser mensajero, debes ser previamente oyente fiel del mensaje, hacerlo tuyo sin rutina por una parte y sin traición por otra… El diácono también tiene una vinculación especial con la caridad como entrega a los demás, particularmente a los pobres de cualquier tipo de pobreza… Cuida a los pobres con un servicio amoroso, un servicio lleno de respeto y de gratuidad… Que todos ellos puedan hallar en ti acogida, en tu corazón una palabra de esperanza, uan ayuda habitual y una compasión sincera… Digamos, por último, que el diácono que da el paso que tú vas a dar esta tarde, para recibir en un tiempo prudencial el sacramento del orden sacerdotal, hace promesa de celibato. Hoy tu vida se desposa con Jesucristo… Cuida tu corazón para que esta pertenencia libre y amorosa al Señor no tenga ningún rival. Qué nada ni nadie ocupe en tu corazón el lugar que sólo le corresponde al Señor. Procura ser limpio de corazón. Ten un corazón que ama sin buscarse a sí mismo, que ame sin poseer, lleno de respeto a la otra persona. Sin intenciones torcidas, tratando al otro como tierra sagrada. Reconoce en cada persona el rostro de Cristo. Ten un corazón y un amor indiviso a Dios, sin compartirlo con otros amores, porque el amor a Dios es el único que unifica nuestro corazón. Para ello es necesario una madurez humana en la afectividad, siempre necesitada de vigilancia. Conjuga proximidad y distancia. Delicadeza y firmeza. Exigencia y bondad, que te ayudarán a no invadir el espacio íntimo del otro. Esta distancia supone, a veces, soledad, aunque nosotros sabemos que con Dios nunca estamos solos… No dejemos de pedir por las vocaciones. Es nuestra más urgente necesidad eclesial. Bendito sea el Señor que nos bendice a través de este joven que va a ser ordenado diácono. Cada uno desde donde se encuentra en la vida de la Iglesia, colabore con su oración, su disponibilidad y su afecto en suscitar jóvenes vocaciones. No dejemos de rezar por las vocaciones al sacerdocio. Y pidamos por la santidad de los sacerdotes. Como María, creemos que lo imposible para nosotros, es posible para Dios, que es el que llama”.

FOTO [02]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]

Después del escrutinio o interrogatorio y, una vez que el ordenando hizo la promesa de celibato, éste se postró en el suelo mientras se cantaban las Letanías de los Santos.

Después del escrutinio o interrogatorio y, una vez que el ordenando hizo la promesa de celibato, éste se postró en el suelo mientras se cantaban las Letanías de los Santos. La invocación de los Santos recuerda al ordenado que sólo con la ayuda de la gracia de Dios va a poder realizar lo que Dios le pide y aquello a lo que se compromete. El momento central de la celebración aconteció cuando el Obispo le impuso las manos en silencio y leyó la plegaria de Ordenación. Ya ordenado diácono, otro diácono le impuso la estola y la dalmática, ornamentos litúrgicos que resaltan la función sagrada del que los viste. Siguiendo el Ritual, el Obispo le hizo entrega del libro de los Evangelios a fin de que convierta en fe viva lo que lea y cumpla lo que enseñe. El rito de ordenación terminó con el abrazo del Obispo y de los otros diáconos presentes en la celebración.

FOTO [03]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]

El momento central de la celebración aconteció cuando el Obispo le impuso las manos en silencio y leyó la plegaria de Ordenación.

Acto seguido el nuevo diácono comenzó a servir como tal, preparando el Altar. En el momento de la paz fue saludando, uno por uno, a todos los sacerdotes concelebrantes.

Al final de la celebración el diácono Frt. Felizardo se dirigió a la asamblea con estas palabras, que compendian los sentimientos, que en aquella hora gozosa llenaban el corazón del Frt. Felizardo: “Agradecimiento, en primer lugar, a Dios por el don de la vida y de la vocación; en segundo lugar, a mis padres ya fallecidos, que, aunque no eran católicos, siempre me apoyaron para yo llevara adelante mi vocación. Mi agradecimiento se extiende también a los Misioneros de Mariannhill, aquí presentes, que son mi segunda familia y que me han venido acompañando en este proceso formativo, tanto académico como espiritual. Agradezco, de modo especial, al Obispo, Don José Luis, porque a través de él he recibido este Sagrado Orden del Diaconado, y también a Don Juan Pedro por aceptar que esta celebración tuviera lugar aquí en su Parroquia. No debo olvidar al coro que ha animado esta celebración. A todos vosotros, amigos, conocidos y colegas, aquí presentes, muchísimas gracias por vuestra presencia”.

P. Lino Herrero Prieto CMM

Misionero de Mariannhill

FOTO [04]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]

El nuevo diácono preparando el Altar.


27
Jul 23

AMAR AL AMOR DE LOS AMORES

(Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús – 16 de Junio de 2023)

Queridos hermanos: como hemos visto estos días de la novena, «el Corazón de Cristo es el centro de la fe cristiana. La Sagrada Escritura lo atestigua, los papas del último siglo así lo confirman, y la experiencia del pueblo de Dios lo ratifica. Dios es Amor (1Jn.4,8), y nos ha amado hasta el extremo: hasta hacerse hombre y compartir su vida con nosotros, hasta entregarse y morir crucificado, hasta quedarse vivo y palpitante en la Eucaristía».[1]  Por eso seguirá repitiendo, hasta el final de los tiempos, con cada latido de su Corazón: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».” (Mt.11,25-30)… Pero ¡qué poquitos van a Él y se dejan aliviar por Él!

San Francisco de Asís pasaba noches enteras en oración. El recuerdo de su Señor Crucificado le quemaba como fuego, produciéndole una extraña mezcla de gozo y dolor, de pena y de alegría. Y decía: «Cuando pienso en la humildad de mi Señor Redentor, que cuando era calumniado, callaba; cuando era golpeado, no amenazaba; cuando era insultado, no protestaba… Cuando pienso en la paciencia infinita de mi Señor Jesucristo, siento ganas de llorar, […] Y cuando pienso que todo eso lo hizo por nuestro amor, ¡oh!, siento volverme loco y me nacen alas para volar sobre el mundo gritando: “El Amor no es amado, el Amor no es amado”».

¿Qué significa eso de que «el Amor no es amado»? ¿Cómo es posible que el Amor, Jesucristo, nuestro Señor, no sea amado por la Humanidad? Jesucristo es la Palabra salida de la boca del Padre. Jesucristo es el Amor del Padre. Jesucristo es el gran amador del Padre. Jesucristo llega a decir: “Quien me ve a mí, ve a mi Padre. Quien recibe a un niño, un enfermo, un pobre, un marginado de la sociedad, me recibe a mí”. Y es que Jesucristo sólo tenía una palabra, un deseo, una fijación: su Padre. Por eso llega a confesar: que su alimento y su alegría, es hacer la voluntad de su Padre, pues nadie ha amado tanto al Padre como el Hijo, y nadie ha amado tanto al Hijo como el Padre.

Queridos hermanos: Dios amó tanto al mundo, que entregó a su único Hijo, para hacernos hijos en el Hijo. Por eso, Jesús dirá: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado”. (Jn14,23-24). Por eso, hermano, hermana, cuando amas a Jesucristo, amas al Padre, y los dos junto con el Espíritu Santo amarán y vivirán en ti. Mis queridos hermanos: ¡Amemos al Amor, al Amor de los Amores![2]

Pero será el propio Corazón de Jesús el que lo anunciará personalmente, a través de algunos santos, como santa Margarita María de Alacoque, al descubrirle su Corazón envuelto en llamas de Amor, el 16 de junio de 1657, mientras le decía: «He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres, que no ha omitido nada hasta agotarse y consumirse para manifestarles su amor, y por todo reconocimiento, no recibe de la mayor parte más que ingratitudes, desprecios, irreverencias y tibiezas que tienen para mí en este sacramento de amor (la Eucaristía). Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan.» Y le hará a Santa Margarita María una sorprendente propuesta, una súplica, casi mendicidad: Al menos tú, ámame”.

Con esa petición de amor, Jesús no se limitaba sólo a los oídos de aquella santa… su Sagrado Corazón quería que todos los hombres escucháramos su mensaje de amor y misericordia. Por eso, hoy nos está diciendo estas mismas  palabras a cada uno nosotros; hoy, te las está susurrando al oído, al corazón. Él te está llamando por tu nombre, está intentando enamorarte, para llevarte al desierto y hablarte al corazón (cf. Os.2,14). Para que al final, puedas decir con Jeremías: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir” (Jer.20,7). Me enamoraste y me dejé enamorar; y aprendí el Amor, el Amor verdadero, que eres Tú, y te amé.

Querido hermano, querida hermana: Hoy, Jesucristo, Nuestro Señor, te descubre a ti su Corazón traspasado y ardiente de Amor y te dice:He aquí este Corazón, que ha amado tanto a los hombres, que no se ha reservado nada hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y en respuesta no recibo de la mayor parte sino ingratitud […] Por eso, … Al menos tú,… ámame.” Recordemos las palabras de san Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.” (1Jn.4,10), y abrámosle, también, nuestro corazón, diciendo: “¡Gracias, Señor!, Tú hiciste todo esto por mí… ¿Qué puedo hacer yo ahora por ti?”… Y la mejor manera de reparar y saciar la sed de amor del Corazón de Cristo es practicar el amor concreto con el prójimo concreto.

Quien acepta el Amor de Dios queda necesariamente marcado por ese Amor. Quien llega a experimentar el Amor de Dios queda tocado por una llamada especial de Dios que le pide vivir para amar. Esto es lo que desea Jesús de aquellos que le aman: que lleguen a amar como Él nos ama, que lleguen a participar con Él de la salvación del mundo, que está perdido sin Dios. Su amor misericordioso nos provoca el deseo de participar en su obra de salvación y nos convierte en sus instrumentos, hace que nuestra vida se convierta, también, para los demás, en un manantial del que manan “ríos de agua viva” (Jn.7,38). San Juan dirá: “En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1Jn.3,16). Queridos hermanos: Necesitamos hacer esta experiencia hondísima y viva del amor dado por Dios para convertirnos en verdaderos creyentes capaces de amar hoy hasta dar la vida.

Así, nuestra identidad como cristianos e hijos de Dios, se irá configurando a imagen y semejanza de la suya y nos iremos pareciendo cada vez mas a Jesús. Y no es que Jesucristo vaya a anular nuestra personalidad o que vayamos a perder toda la belleza que Dios ha puesto en nosotros. ¡Es algo mucho mejor! Es que, sin dejar de ser nosotros mismos, comenzaremos a vivir con la alegría, la paciencia y la ternura de Jesús, pues será Cristo mismo el que viva y actúe en nosotros (cf. Gál.2,20). Queridos hermanos: ¡Nadie nos ama como Cristo y nadie puede ayudarnos mejor que Él! Tan solo nos pide que confiemos en su Amor en todas las circunstancias, cuando las cosas van bien y cuando parece que todo se hunde. Pase lo que pase, Él está siempre a nuestro lado. Por eso nos repite siempre, una vez más: “Al menos tú, ámame”. La pregunta clave es: ¿Queréis amar, de verdad, al Amor?, ¿al Amor de los amores?

¡Sagrado Corazón de Jesús. En vos confío!


[1] Mons. Munilla

[2] Cf. Marlene Suárez Francia (Lic. Teología Espiritual- U.P. Comillas-Madrid)


27
Feb 23

Desde el Polo Norte

El P. Daniel Perreault CMM es un misionero de Mariannhill que trabaja desde hace años en aquella zona conocida como el Polo Norte y que para la inmensa mayoría de nosotros es del todo desconocida.

        En su última carta circular [Diciembre de 2022] habla de su trabajo en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción en la ciudad de Iqaluit, capital del territorio autónomo de Nunavut [Canadá], y de la visita que realizó el Santo Padre a la ciudad donde está ubicada esta parroquia católica donde trabaja.

        Compartimos con los lectores de Familia Mariannhill lo que escribe en la mencionada carta el P. Daniel.

          Ha pasado un año desde mi última carta circular, escrita en diciembre del 2021. En aquel mes, justo antes de Navidad, las autoridades sanitarias decidieron cerrar todo. Tuve que celebrar las fiestas de Navidad solo. Fueron unas semanas especialmente difíciles para la comunidad cristiana a la que sirvo. Justo antes de la Semana Santa del 2022 las autoridades volvieron a autorizar las reuniones en los lugares de culto. Pudimos celebrar el Triduo Pascual y preparar a algunos niños para su Primera Comunión. Aunque, poco a poco la vida parroquial fue volviendo a la normalidad, la composición de la parroquia de Iqaluit había cambiado mucho. Mientras algunos feligreses se habían mudado, otros nuevos llegaban. En su mayoría los fieles católicos de nuestra parroquia se concentran en Iqaluit por razones médicas o laborales. Casi un tercio son de origen africano, otro tercio es de origen asiático y el resto de origen canadiense. Los católicos del lugar son una minoría en comparación con los anglicanos.

        Fue una sorpresa cuando en mayo del 2022 nos enteramos que el Papa en su viaje a Canadá iba a visitar nuestra ciudad. Uno hubiera pensado que la agraciada para tal visita hubiera sido la ciudad de Rankin Inlet, al oeste de la Bahía de Hudson, ya que en su área es donde vive la gran mayoría de los católicos; además es donde se encuentra la única escuela federal dirigida por católicos en todo el territorio de Nunavut. Sin embargo, el aeropuerto de Iqaluit era el único que podía garantizar con seguridad el desembarco del Papa. Fue una gran alegría escuchar esta noticia. De hecho unos meses antes, en marzo del 2022, algunos representantes de los pueblos originarios de Canadá de estos territorios se habían reunido con el Papa en Roma.

        Desde mayo hasta la última semana de julio apenas tuvimos tres meses para preparar la visita papal a nuestra ciudad. La organización de la misma se nos presentaba como una especie de carrera de obstáculos, tanto por razones prácticas como sicológicas. La responsabilidad de la organización se confió a los líderes de Nunavut Tungavik Inc., que carecían de experiencia en este tipo de actividades. Afortunadamente, se pudo contar con la ayuda de algunos representantes de la RCMP – Real Policía Montada de Canadá -, que tienen en su haber bastante experiencia. Primero tuvimos que elegir los lugares más apropiados para la audiencia semiprivada y la audiencia general con el Papa; luego tuvimos que preparar adecuadamente estos lugares y sus alrededores para que todo estuviera listo y seguro para todos y para el Papa. Además tuvimos que organizar el viaje de un gran número de personas que querían conocer al Papa y de muchos pueblos de Nunavut. Afortunadamente el Gobierno Federal se hizo cargo de pagar estos viajes.

        La gente de las comunidades de pueblos originarios de Canadá, los antiguos alumnos de las escuelas federales – una de ellas dirigida por católicos -, se mostraron desde un principio muy receptivos y acogieron con satisfacción la visita papal. Igual satisfacción mostraron los cristianos anglicanos. Los que me conocen saben que soy un tipo prudente y moderado. Puse, por ello, especial cuidado en evitar tensiones innecesarias y no provocar conflictos con los líderes de las asociaciones de los pueblos originarios. Por ello, las negociaciones con dichos líderes Inuit fueron mucho más laboriosas. Desde un primer momento su objetivo era encontrar culpables de supuestos o reales malos comportamientos de los católicos en tiempos pasados para así poder humillarlos. Recuerdo que tres días antes de la llegada del Papa eliminaron de la lista de los que se iban a beneficiar del transporte para el encuentro con el Papa a los católicos Inuit. Providencialmente una empresa minera accedió a llevar completamente gratis a nuestra gente en sus propios aviones. Los líderes Inuit también rechazaron colocar cualquier símbolo religioso en el lugar donde el Papa tendría la audiencia pública. Se negaban  a que se realizara cualquier oración durante dicha audiencia. Costó mucho tiempo y energía poder finalmente cantar el Padrenuestro en Inuktitut después del mensaje del Papa.

        Sin embargo, a pesar de que hacía frío y viento, la gente acudió al encuentro. El mensaje del Santo Padre fue verdaderamente un mensaje de paz y reconciliación. Nos recordó que poniendo a Cristo en el centro de nuestras vidas, éstas cobran sentido y todo se vuelve posible. Animó a los jóvenes a enraizar sus proyectos de vida en la herencia cultural recibida de sus antepasados ​​y a dejarse animar por su testimonio evangélico. Las personas presentes, tanto Inuit como de otras culturas, así como de todas las denominaciones cristianas, vivieron este momento como un regalo del cielo. El momento de oración con el Papa Francisco, aunque breve, fue una oportunidad para un encuentro real de los cristianos con Dios, nuestro Padre.

        En otra ocasión he hablado de la publicación de un conjunto de libritos con historias bíblicas para niños. Se trata de 30 libritos con ilustraciones, publicados por la Sociedad Bíblica Canadiense, donde se narran historias bíblicas para ser contadas por un adulto de la familia. En cada uno de los libritos, después del texto bíblico correspondiente en inglés, aparece algunas palabras clave en lengua Inuktitut, haciéndolo así accesible a los Inuit de todas partes de Nunavut. Dado que a los padres Inuit les encanta contar historias a sus hijos, creo sinceramente que estas historias bíblicas son una maravillosa oportunidad para que los padres transmitan la fe a sus hijos. Así es como se puede comenzar la evangelización. El núcleo de cada librito es una historia bíblica con dos o tres palabras clave en cada página y una hermosa ilustración. Cada historia comienza y termina con una breve oración para que la Palabra viva de Dios sea transmitida y experimentada por los niños. Los padres también se preparan para responder con sus propias palabras cualquier pregunta que pudieran tener sus hijos.

        Creo que esta iniciativa puede unir a padres e hijos en una hermosa experiencia de encuentro con Dios, especialmente cuando los niños se preparan para dormir. Todo esto ha llevado mucho tiempo de preparación. Las labores de impresión de los libritos tardó mucho más de lo esperado, debido al parón de la pandemia. Ahora están listos. Por supuesto, que esta iniciativa no hubiera sido posible sin la ayuda de muchos y generosos benefactores, a quienes me gustaría agradecérselo de todo corazón.

P. Daniel Perreault CMM

Misionero de Mariannhill


15
Dic 22

In memoriam: P. José Francisco Flores Zambrano CMM









© P. JOSÉ FRANCISCO FLORES ZAMBRANO CMM [+]

        Varios eran ya los años que el P. José Francisco – Paco – llevaba trabajando en la Fundación de Mariannhill en Colombia. Había sido destinado de nuevo a la Región de Mariannhill en España. Se despidió de su gente en la Parroquia de María Auxiliadora en el Totumo [Paz de Ariporo/Casanare]. Viajó a la comunidad de Mariannhill en Bosa/Bogotá para preparar su viaje a España. Cenó con los hermanos de la comunidad, fue a descansar, y durante la noche del 24 al 25 de Mayo del año pasado falleció. La noticia nos sobrecogió. No es fácil hacerse a la idea de que Paco ya no se encuentra entre nosotros, al que todos recordamos como un torrente de vitalidad desbordante. El  Señor lo quiso junto a sí a sus 58 años. Descanse en la paz de Señor.

        El P. José Francisco nació en la ciudad de Barranquilla [Colombia] el 10 de julio de 1964, de padre peruano y de madre colombiana. El 24 de diciembre del mismo año fue bautizado en la Parroquia del Rosario de Barranquilla.

       Siendo todavía niño su familia se trasladó por razones de trabajo a la ciudad de Panamá. Allí fue donde realizó sus estudios primarios, secundarios y universitarios. Se confirmó el 13 de marzo de 1989.






© P. JOSÉ FRANCISCO FLORES ZAMBRANO CMM [+]

Una de las grandes aficiones del P. Paco a lo largo de su vida fue la confección de arreglos florales para la capilla. En la foto le podemos ver posando junto a las andas de la Madre de Mariannhill momentos antes de salir la procesión de candelas el 2 de febrero del 2011.

        El 17 de enero de 1993 llegó a España para incorporarse a la Congregación de los Misioneros de Mariannhill, comenzando el noviciado en septiembre del mismo año en León. Realizó su primera profesión religiosa el 8 de septiembre de 1994. En la misma fecha, cuatro años después, emitió sus votos perpetuos.

       Realizó sus estudios de filosofía y teología en el Instituto Teológico de San Esteban [Salamanca]. Finalizados los mismos, en el 2003 fue trasladado y se incorporó a la Unidad de Mariannhill en Zimbabwe para realizar la práctica pastoral antes de ser ordenado diácono el 26 de junio de 2004.








© P. JOSÉ FRANCISCO FLORES ZAMBRANO CMM [+]

Todo los años que el P. Paco pasó en Colombia, trabajando como misionero de Mariannhill, estuvo destinado en Montañas de Totumo [Departamento de Casanare]. En la foto le podemos ver junto a algunos de sus feligreses.

        Después de su ordenación sacerdotal el 9 de julio de 2005, fue trasladado a la Unidad de Mariannhill en Sudáfrica con destino en la misión de Namaacha [Mozambique].

       Terminada esta experiencia misionera regresó en el año 2008 a la Unidad de Mariannhill en España. Cuatro años después, en el 2012, se incorporó a la Fundación de Mariannhill en Colombia. Y allí ha estado trabajando hasta su fallecimiento el 25 de mayo de 2022. Descanse en la paz del Señor.

P. Lino Herrero Prieto CMM  







© P. JOSÉ FRANCISCO FLORES ZAMBRANO CMM [+]

La parroquia en Montañas de Totumo cuenta con una sede central y varias comunidades cristianas, llamadas veredas. En la foto se puede ver al P. Paco bautizando a una criatura en una de esas veredas de su parroquia. 


22
Nov 22

XVII Capítulo General de los Misioneros de Mariannhill

Foto 1: © ARCHIVO CMM / ROMA [Italia]

        Con un día de retiro espiritual, el pasado 3 de Octubre de 2022 comenzó en Roma la celebración del XVII Capítulo General de la Congregación de los Misioneros de Mariannhill. Se dieron cita 36 capitulares, provenientes de las diferentes Unidades donde se haya presente la Congregación: Alemania, Austria, Canadá, Colombia, España, Holanda, Kenia, Papúa-Nueva Guinea, Sudáfrica, Suiza, Zambia, Zimbabwe. La media de edad de los capitulares se situaba en 50 años, teniendo el mayor 92 años y más joven 32.

        Terminado el día de retiro y guiados por un cirio encendido, los capitulares, portando en sus manos las banderas de sus Unidades de origen, entraron en la Sala Capitular, comenzando así oficialmente la reunión capitular.

        El lema orientador de las sesiones del Capítulo se inspiraba en aquellas palabras de San Pablo, con las que el apóstol anima a los creyentes a tener un solo corazón y una sola alma. A la luz de las mismas, la Congregación en su conjunto así como sus Unidades y miembros quedaban emplazados a buscar la unidad y la solidaridad. Cabe señalar que, una vez terminado el Capítulo, los mismos capitulares han manifestado que lo vivido por ellos a lo largo del mismo fue una experiencia real de fraternidad.

        Un primer bloque de los trabajos del Capítulo giró en torno a la escucha y evaluación de la vida y actividad de la Congregación y de sus Unidades a lo largo de los últimos seis años, analizando para ello los diferentes informes que para tal fin se habían confeccionado.

        Un segundo bloque de trabajos se centró, como no podía ser de otro modo, en trazar líneas de futuro sobre aquellas áreas en las que se quiere incidir durante el próximo sexenio, elaborando para ello planes y proyectos.

        La tercera e importante tarea que tuvieron que acometer los capitulares fue la elección del nuevo Gobierno General, que quedó compuesto por los siguientes miembros de la Congregación: el P. Michael Mass CMM como Superior General, el P. Matthew Injum Kim CMM, como Vicario General, el Hno. Hansel Jaison CMM, como primer Consejero, el P. Vukani Robert Masango CMM, como segundo Consejero, y el P. Kevin Mapfumo CMM, como tercer Consejero.

        El nuevo Superior General, P. Michael Mass CMM, nació en Landshut [Alemania] en 1980. En el año 2001 emitió su primera profesión religiosa como Misionero de Mariannhill. Después de sus estudios filosóficos y teológicos en la Universidad de Würzburg [Alemania], fue ordenado sacerdote de Mariannhill en 2007. Trabajó primero en el Centro Juvenil de Mariannhill en Maria Veen [Alemania] y antes de desplazarse a Roma al ser elegido Vicario General en el 2016, sirvió como Superior Provincial de Mariannhill en su patria.

        El P. Matthew Injum Kim CMM, que fue elegido Vicario General, nació en Chung Buk [Corea del Sur] en 1973. Profesó sus primeros votos religiosos como misionero de Mariannhill en el año 2000. Terminada su formación en Sudáfrica, fue ordenado sacerdote de Mariannhill en el año 2008. La mayor parte de su vida religiosa y sacerdotal la ha pasado en Sudáfrica, descontando el tiempo en que estuvo trabajando como misionero en Papúa-Nueva Guinea o realizando estudios de licenciatura en Roma.




Foto 2: © ARCHIVO CMM / ROMA [Italia]

El P. Michael Mass CMM, nuevo Superior General de los Misioneros de Mariannhill.

         El Hno. Hansel Jaison CMM, elegido como primer Consejero, nació en Zimbabwe en 1973. Hizo su primera profesión como misionero de Mariannhill en el año 1996. Realizó sus estudios filosóficos y teológicos en Zimbabwe y Zambia. Se especializó en Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma. La mayor parte de su vida como misionero de Mariannhill la ha empleado en la formación de futuros misioneros y de candidatos al sacerdocio.

        Como Segundo Consejero fue elegido el P. Vukani Robert Masango CMM, natural de Sudáfrica. Nació en 1977 en una barriada cercana al Monasterio de Mariannhill, que lleva por nombre San Wendelin, nombre de pila del Fundador de Mariannhill. Hizo su primera profesión religiosa como misionero de Mariannhill en el año 2002. Realizados sus estudios filosóficos y teológicos, fue ordenado sacerdote en el año 2008. Desde entonces ha trabajado como párroco y como formador del Centro de Formación de futuros misioneros de Mariannhill en Sudáfrica. Actualmente era Superior Provincial de aquella Unidad.

        Como tercero de los Consejeros fue elegido el P. Kevin Mapfumo CMM. Nació en Shamva [Zimbabwe]. Electricista de profesión, dejó su trabajo para ingresar en la Congregación, realizando su primera profesión religiosa en el 2009. Fue ordenado sacerdote de Mariannhill en el 2015. Graduado en Espiritualidad, ha trabajado como Maestro de Postulantes, Párroco, Maestro de Novicios y hasta el momento de su elección como Superior Regional en Zimbabwe.





Foto 3: © VATICAN NEWS

El P. Michael Mass CMM, nuevo Superior General de los Misioneros de Mariannhill, entrega al Papa una pequeña imagen de Santa Ana, Copatrona de la Congregación.

        Unos días antes de finalizar el Capítulo, los miembros del mismo fueron recibidos en audiencia por el Santo Padre en la Sala del Consistorio. Cada uno pudo saludarle personalmente y a todos el Papa le dirigió un discurso, en el que entre otras cosas les dijo: “Me alegra saludaros mientras os preparáis para concluir vuestro 17º Capítulo General. Doy las gracias al Superior General por sus gentiles palabras de presentación y le ofrezco mis mejores deseos a él y al Consejo. Vuestro Capítulo tiene lugar después de la celebración de los primeros cien años de vida de la Congregación y trata de llevar adelante, entre los desafíos del tiempo presente, el celo por la evangelización que ha inspirado el abad Franz Pfanner y sus compañeros trapenses a poner las bases de su peculiar apostolado. Deseo que vuestras deliberaciones confirmen la Congregación en su carisma fundacional, que une la fidelidad a los consejos evangélicos con la pasión por la difusión del Evangelio ad gentes y el crecimiento del Reino de Cristo en santidad, justicia y paz… No muy lejos de nosotros se encuentra el gran obelisco de la plaza de San Pedro. Todos vosotros conocéis la impresión que suscitó en el abad Pfanner la historia del levantamiento del gran monolito. A pesar del inmenso esfuerzo humano, el obelisco solo se pudo salvar de la caída en el último momento echando agua sobre las cuerdas. Hoy, como siempre, es necesaria el agua del Espíritu, no solo para hacer prosperar el trabajo de nuestras manos, sino sobre todo para ablandar el terreno duro de nuestros corazones… Os aseguro mi oración para que, a través de una nueva efusión del Espíritu, vuestro Capítulo lleve adelante frutos espirituales para el crecimiento de los Misioneros de Mariannhill en la santidad y en el servicio fiel al Evangelio…. Os encomiendo a vosotros y a vuestros hermanos a la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, y de corazón os bendigo. Y por favor os pido que recéis por mí. Gracias.”

        El Capítulo terminó el pasado 23 de Octubre de 2022, Domingo Mundial de las Misiones.

P. Lino Herrero Prieto CMM

Misionero de Mariannhill


03
Nov 22

Mensaje del Papa Francisco para el Domund 2021 [24 de Octubre]

Mensaje del Papa Francisco

para el Domund 2021

[24 de Octubre]

«No podemos dejar de hablar

de lo que hemos visto y oído».

[Act. 4, 20]

 

Foto 1: © Elpolitico.com

 

Foto 2: © P. LINO HERRERO PRIETO CMM [España]

San Francisco Javier, Patrono de las misiones: Vidriera que se encuentra en la capilla de la sede nacional de las Obras Misionales Pontificias [Madrid/España].

 

Foto 3: © P. LINO HERRERO PRIETO CMM [España]

San Francisco Javier, Patrono de las misiones: Vidriera que se encuentra en la capilla de la sede nacional de las Obras Misionales Pontificias [Madrid/España].

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído. La relación de Jesús con sus discípulos, su humanidad que se nos revela en el misterio de la encarnación, en su Evangelio y en su Pascua nos hacen ver hasta qué punto Dios ama nuestra humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras angustias [cf. Const. Ap. Gaudium et spes, 22]. Todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión: «Salgan al cruce de los caminos e inviten a todos los que encuentren» [Mt 22, 9]. Nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión.

[La experiencia de los apóstoles]

La historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor que llama y quiere entablar con cada persona, allí donde se encuentra, un diálogo de amistad [cf. Jn 15, 12-17]. Los apóstoles son los primeros en dar cuenta de eso, hasta recuerdan el día y la hora en que fueron encontrados: «Era alrededor de las cuatro de la tarde» [Jn 1, 39]. La amistad con el Señor, verlo curar a los enfermos, comer con los pecadores, alimentar a los hambrientos, acercarse a los excluidos, tocar a los impuros, identificarse con los necesitados, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una manera nueva y llena de autoridad, deja una huella imborrable, capaz de suscitar el asombro, y una alegría expansiva y gratuita que no se puede contener. Como decía el profeta Jeremías, esta experiencia es el fuego ardiente de su presencia activa en nuestro corazón que nos impulsa a la misión, aunque a veces comporte sacrificios e incomprensiones [cf. 20, 7-9]. El amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador: «Hemos encontrado al Mesías» [Jn 1, 41].

Con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes. Él inauguró, ya para hoy, los tiempos por venir recordándonos una característica esencial de nuestro ser humanos, tantas veces olvidada: «Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor» [Fratelli tutti, 68]. Tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas y forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social [cf. ibíd., 67]. La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el Señor nos amó primero [cf. 1 Jn 4, 19]. Esa «predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el asombro —por su propia naturaleza— no podemos poseerlo por nosotros mismos ni imponerlo. […] Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí. Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de un cálculo. Ponerse en “estado de misión” es un efecto del agradecimiento» [Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21 mayo 2020].

Sin embargo, los tiempos no eran fáciles; los primeros cristianos comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado. Historias de postergaciones y encierros se cruzaban con resistencias internas y externas que parecían contradecir y hasta negar lo que habían visto y oído; pero eso, lejos de ser una dificultad u obstáculo que los llevara a replegarse o ensimismarse, los impulsó a transformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una oportunidad para la misión. Los límites e impedimentos se volvieron también un lugar privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor. Nada ni nadie podía quedar ajeno a ese anuncio liberador.

Tenemos el testimonio vivo de todo esto en los Hechos de los Apóstoles, libro de cabecera de los discípulos misioneros. Es el libro que recoge cómo el perfume del Evangelio fue calando a su paso y suscitando la alegría que sólo el Espíritu nos puede regalar. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la «convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos» y la certeza de que «quien se ofrece y entrega a Dios por amor seguramente será fecundo» [Evangelii gaudium, 279].

Así también nosotros: tampoco es fácil el momento actual de nuestra historia. La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran. Los más frágiles y vulnerables experimentaron aún más su vulnerabilidad y fragilidad. Hemos experimentado el desánimo, el desencanto, el cansancio, y hasta la amargura conformista y desesperanzadora pudo apoderarse de nuestras miradas. Pero nosotros «no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús como Cristo y Señor, pues no somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús» [2 Co 4, 5]. Por eso sentimos resonar en nuestras comunidades y hogares la Palabra de vida que se hace eco en nuestros corazones y nos dice: «No está aquí: ¡ha resucitado!» [Lc 24, 6]; Palabra de esperanza que rompe todo determinismo y, para aquellos que se dejan tocar, regala la libertad y la audacia necesarias para ponerse de pie y buscar creativamente todas las maneras posibles de vivir la compasión, ese “sacramental” de la cercanía de Dios con nosotros que no abandona a nadie al borde del camino. En este tiempo de pandemia, ante la tentación de enmascarar y justificar la indiferencia y la apatía en nombre del sano distanciamiento social, urge la misión de la compasión capaz de hacer de la necesaria distancia un lugar de encuentro, de cuidado y de promoción. «Lo que hemos visto y oído» [Hch 4, 20], la misericordia con la que hemos sido tratados, se transforma en el punto de referencia y de credibilidad que nos permite recuperar la pasión compartida por crear «una comunidad de pertenencia y solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes» [Fratelli tutti, 36]. Es su Palabra la que cotidianamente nos redime y nos salva de las excusas que llevan a encerrarnos en el más vil de los escepticismos: “todo da igual, nada va a cambiar”. Y frente a la pregunta: “¿para qué me voy a privar de mis seguridades, comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?”, la respuesta permanece siempre la misma: «Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive» [Evangelii gaudium, 275] y nos quiere también vivos, fraternos y capaces de hospedar y compartir esta esperanza. En el contexto actual urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo.

Al igual que los apóstoles y los primeros cristianos, también nosotros decimos con todas nuestras fuerzas: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» [Hch 4, 20]. Todo lo que hemos recibido, todo lo que el Señor nos ha ido concediendo, nos lo ha regalado para que lo pongamos en juego y se lo regalemos gratuitamente a los demás. Como los apóstoles que han visto, oído y tocado la salvación de Jesús [cf. 1 Jn 1, 1-4], así nosotros hoy podemos palpar la carne sufriente y gloriosa de Cristo en la historia de cada día y animarnos a compartir con todos un destino de esperanza, esa nota indiscutible que nace de sabernos acompañados por el Señor. Los cristianos no podemos reservar al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación.

[Una invitación a cada uno de nosotros]

El lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4, 20), es una invitación a cada uno de nosotros a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón. Esta misión es y ha sido siempre la identidad de la Iglesia: «Ella existe para evangelizar» [S. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 14]. Nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos; por su propia dinámica exige una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Los primeros cristianos, lejos de ser seducidos para recluirse en una élite, fueron atraídos por el Señor y por la vida nueva que ofrecía para ir entre las gentes y testimoniar lo que habían visto y oído: el Reino de Dios está cerca. Lo hicieron con la generosidad, la gratitud y la nobleza propias de aquellos que siembran sabiendo que otros comerán el fruto de su entrega y sacrificio. Por eso me gusta pensar que «aun los más débiles, limitados y heridos pueden ser misioneros a su manera, porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque conviva con muchas fragilidades» [Christus vivit, 239].

En la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el tercer domingo de octubre, recordamos agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio. Recordamos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición.

Contemplar su testimonio misionero nos anima a ser valientes y a pedir con insistencia «al dueño que envíe trabajadores para su cosecha» [Lc 10, 2], porque somos conscientes de que la vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos. Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión. Y es un llamado que Él nos hace a todos, aunque no de la misma manera. Recordemos que hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Siempre, pero especialmente en estos tiempos de pandemia es importante ampliar la capacidad cotidiana de ensanchar nuestros círculos, de llegar a aquellos que espontáneamente no los sentiríamos parte de “mi mundo de intereses”, aunque estén cerca nuestro [cf. Fratelli tutti, 97]. Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros.

Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras [cf. Mt 5, 13-14].

Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2021, Solemnidad de la Epifanía del Señor.

 

Papa Francisco

 


25
Abr 22

Ordenado para servir

  14A la caída de la tarde del 19 de Marzo del 2014, a punto ya de comenzar la primavera, la Iglesia de la Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima [Salamanca/España] se fue llenando de fieles para celebrar la Solemnidad de San José, Esposo de la Virgen María. En el marco de la misma iba a ser ordenado diácono el joven misionero de Mariannhill, Frt. Rafael Manuel Chichava CMM. Presidió la celebración el Sr. Obispo de Salamanca, Mons. Carlos López Hernández. Concelebraron con él Continue reading →


15
Oct 21

El abad Francisco, amigo de San José

© P. LUKAS ANTON METTLER CMM [+]

 San José, Protector de Mariannhill: Imagen situada en la cara interior del pórtico del Monasterio de Mariannhill en KwaZulu-Natal [Sudáfrica].

Solemos decir que Mariannhill – Monasterio trapense fundado en 1882 cerca de la ciudad de Durban [Kwazulu-Natal/Sudáfrica] y hoy Casa Madre de los Misioneros de Mariannhill – no se entiende sin aquél que fue su fundador, el Siervo de Dios Abad Francisco Pfanner.  Pero el mismo Abad nos corrige: Mariannhill no se entiende sin San José. Cuatro fueron las preocupaciones del Abad Francisco al acometer la aventura misionera de Mariannhill: la evangelización de los pueblos zulúes, la obtención de los medios materiales necesarios, la formación de buenos y santos monjes y hacer que todo ello quedara orientado hacia el cielo, hacia Dios. Y con el fin de poder atender estas cuatro preocupaciones el Abad Francisco buscó y encontró en San José a su poderoso Protector.

El Abad Francisco escogió a San José como protector de todas las empresas misioneras de Mariannhill, porque San José fue el primer misionero que llegó al continente africano cuando llevó al Niño Jesús a Egipto: “San José, buscando refugio en tierra de Egipto, fue el primero que llevó a Jesús al continente africano… San José fue el primero que plantó el grano de mostaza del cristianismo en tierras africanas… San José llevó por primera vez al Salvador a los gentiles en el valle del Nilo”.

El Abad Francisco escogió a San José como protector de todas las obras materiales, de desarrollo social y de promoción humana de Mariannhill, como eran templos, conventos, hospitales, escuelas, talleres, establos y granjas, porque San José fue el que alimentó, vistió y cobijó al Niño Jesús en Nazaret: “La gente dice que soy un exagerado a la hora de pedir dinero para los zulúes…; que soy un descarado… Con gusto me dejo llamar atrevido porque cada necesidad material se la encomiendo a San José.  En los últimos 19 años los negocios más redondos los he realizado con el carpintero de Nazaret… Comencé las edificaciones sin un centavo en el bolsillo y San José, mi constructor y arquitecto, me suministró siempre el dinero necesario para ello”.

El Abad Francisco escogió a San José como protector de todas las tareas realizadas en Mariannhill tendentes a la formación de religiosos santos, porque San José fue el que formó y educó al Niño Jesús con el ejemplo de una vida santa, humilde y silenciosa: “San José fue un hombre religioso y santo porque supo guardar silencio…  Ser silencioso es tanto como ser santo. Un monje silencioso es humilde, paciente, no hace mal ni se queja… San José enseña a nuestros novicios a ser buenos religiosos porque les educa en el silencio interior”.

El Abad Francisco escogió a San José como protector de toda la vida y actividad desarrollada en Mariannhill porque, realizada la travesía, se necesita un experto marinero y práctico que introduzca el barco en el puerto y San José es esa mano segura y experta que guía a personas y actividades hacia Dios, puerto feliz de toda navegación: “Quiero que todo el mundo se entere de que San José es un gran marinero. Pero mucho más aún le necesitamos como práctico y guía espiritual. Como tal nos puede hacer un excelente servicio, pues es el mejor patrono de la buena muerte. Y es que de eso depende todo, de poder morir bien. Este es el viaje más importante, el que cruza el mar de la eternidad. ¡Oh eternidad, mar inconmensurable! O mare, quam magnun et spatiosum!”

 Al fundar el Monasterio de Mariannhill, el Abad Francisco se embarcó en una aventura misionera que requería cantidad de medios materiales para poder ser llevada a cabo y que precisaba de religiosos santos para su puesta en práctica.  Y todo ello con la única finalidad de acercar la Salvación de Cristo a los pueblos africanos del sur del continente. Para llevar a buen puerto la nave de Mariannhill, así diseñada, el Abad Francisco se buscó como experto marinero y práctico a San José. Por ello Mariannhill reconoció desde un principio a San José como a su Protector.

 [SAN José: EL PRIMER MISIONERO EN ÁFRICA]

Recuerda el Abad que hubo un tal José, hijo de Jacob, que vendido a unos nómadas por sus propios hermanos, fue llevado a Egipto y llegó a ser jefe de la Casa del Faraón. Cuando años después se dio a conocer a sus hermanos, les dijo: “para vuestro bien me ha enviado Dios a Egipto delante de vosotros”. Estas palabras también las podía repetir con propiedad el mismo San José, pues para bien de la tierra africana y de todos sus moradores llevó al Redentor a un país en el norte del continente africano. San José llevó al Redentor a la tierra de los gentiles.

Y continúa el Abad diciendo que los Trapenses cuando llegaron a Sudáfrica, aunque poco era lo que tenían, era mucho en comparación con lo poquísimo que tenía San José: “… Cuando nosotros llegamos a esta parte de África y pudimos ofrecer descanso a nuestros cuerpos fatigados sobre la hierba, cubiertos con mantas y bajo tiendas, ¡qué ricos fuimos en comparación con San José! San José probablemente no tenía una tienda donde protegerse del sol y de la lluvia”.

Situado en el valle del Nilo, San José no se preocupó únicamente de atender las necesidades materiales de los tesoros que Dios le había encomendado a su custodia, Jesús y María; se preocupó también de la salvación de la gente que vivía a su alrededor, que atraídos por su lengua extraña y por su indumentaria diferente, se acercaban a El. A San José “no le podía ser indiferente si los indígenas conocían o no al Dios verdadero y al Salvador recién nacido”.

Y dirigiéndose a sus monjes el Abad les dice: “… vosotros habéis dejado atrás, igual que José, a vuestros familiares, vuestras posesiones y vuestra patria.  Incluso habéis dejado un continente de clima moderado y habéis venido a África, al mismo continente al que vino él, bajo ese mismo sol de justicia con casi idéntica temperatura a la que tuvo que soportar él”. Si San José llevó a los paganos al mismo Salvador, los trapenses misioneros de Mariannhill llevaron a Jesús a África. Y añade el Abad Francisco: “Cuando llegamos aquí, nuestros africanos sabían de San José y del niño Jesús tanto como hace 1800 años los habitantes de Heliópolis en el valle del Nilo. La única diferencia es ésta: San José llevó a Jesús, su luz y su gracia a los africanos en la punta noreste del continente y nosotros a los que viven en estas regiones del sur”.

Pasa ahora el Abad Francisco a poner de relieve otra dimensión de la comparación que está realizando entre la llegada de San José al norte de África y la llegada de los Trapenses, y señala que San José “no llevó otra cosa que sus pies heridos y su ropa gastada después de tan largo y duro viaje desde el país de los judíos.  Vosotros os acordáis muy bien de cómo, después de dos años de luchar contra los espinos y los cactus en nuestro hábitat anterior, estaban vuestros pies heridos y vuestros hábitos hechos jirones… ¿Acaso no es cada bautismo de uno de estos nativos que hasta ahora se tenían como cerrados e imposibles de convertir, una victoria del bien e incluso de los Trapenses?… De hecho, San José ha demostrado ser no sólo nuestro tutor, sino también nuestro guía misionero. Ha escuchado nuestra oración”.

La confesión que hiciera José, el hijo de Jacob, ante sus hermanos la pone el Abad en labios de San José y dirigida a los Trapenses: “Por vuestra salvación he sido enviado a África delante de vosotros”.  Esto significa para el Abad que San José se ha convertido en un modelo misionero para los Trapenses: “… para que de San José aprendáis el celo misionero”. Por todo lo dicho el Abad no dudó un momento a la hora de poner toda su actividad misionera bajo el cuidado y protección de San José: “Por esta razón queremos poner todo lo que tiene que ver con la conversión y la cristianización bajo la protección de San José: las escuelas, el instituto para los chicos y el colegio para las chicas, las chozas para predicar y más adelante la Iglesia para la misión”. Y vuelve el Abad a poner en boca de San José las palabras de aquel otro José, hijo de Jacob, para decirles ahora a los africanos: “Por vuestra salvación, por vuestro bien corporal y espiritual, Dios me ha enviado a vosotros y a África, para que tengáis en mí un padre, un tutor y un protector”. Se convierte así San José no sólo en una ayuda para la actividad misionera sino también en parte integrante del contenido mismo del mensaje a difundir con dicha actividad. El misionero ha de confiar en San José y ha de hablar sobre San José.

El Abad pide frecuentemente a San José, seguro de su influencia poderosa, por esta causa: “Estoy convencido de que tiene que ser un ferviente deseo de San José, a quien se considera como patrono de toda la Iglesia, que aquel continente, en el cual él mismo evangelizó durante siete años, reciba por fin la luz del cristianismo… Hemos empezado la letanía a San José precisamente por eso, para que él nos envíe buenos misioneros o candidatos para la Trapa.  Y tú, ¡oh San José, haz uso de tu influencia poderosa! ¡Es ahora cuando te necesitamos! Se trata de salvar millones de personas. Se trata de convertir la tierra que un día te dio cobijo. Se trata de demostrar, y de demostrar ante el mundo entero, el gran poder que tienes. Se trata de demostrar que quien se dirija a ti, de ninguna manera quedará defraudado”.

 P. Lino Herrero Prieto CMM

Misionero de Mariannhill

 


20
Ago 21

A, B y C [Experiencia – realidad- reflexión]

[A]

        MaSibanda era, por aquel entonces – 1982 -, una señora muy anciana. A pesar de sus muchos años, ejercía de abuela de sus muchos nietos y de madre de los hijos de otros, todos ellos huérfanos debido a la guerra civil que su país africano estaba sufriendo. Ella vivía en una aldea muy alejada de la Misión donde, por entonces, yo estaba trabajando. Una vez al mes solía acercarme al lugar donde vivía MaSibanda para celebrar la Misa.

Aunque ya han pasado muchos años, todavía hoy, me recuerdo de una de las primeras veces que fui al lugar. Después de conducir por interminables caminos polvorientos, al llegar al lugar, me encontré a MaSibanda sentada bajo un enorme árbol, mientras los niños estaban barriendo el terreno. Pronto apareció también un hombre ciego agarrado de la mano de uno de sus nietos. Después de un rato, y dándome cuenta de que nadie más iba a venir a la Misa, le sugerí que podríamos hacer una oración y así poder llegar a casa antes de la puesta del sol. MaSibanda como disculpándose, con voz humilde, preguntó si no estábamos allí para celebrar la Misa. Antes de que pudiera contestar palabra alguna, el ciego entonó la canción de entrada, felizmente seguida por los niños y niñas de MaSibanda, mientras yo me di toda la prisa que pude para prepararme para la celebración.

Después de la Misa, nos subimos al coche. MaSibanda se sentó junto a mí. En el camino hacia su casa, MaSibanda con dignidad en la voz me dijo: “Gracias, Padre, por venir y por celebrar la Misa. Mire, aquí en África, el número no es lo importante para hacer cosas importantes: una sola persona siempre es importante”.

[B]

        La pandemia, la que todavía estamos sufriendo en todo el mundo, ha supuesto un reto al tema de las relaciones humanas. Cuando la pandemia hizo acto de presencia, con el virus expandiéndose con rapidez por todos los países, a todos nos cogió por sorpresa y nuestras mentes y corazones se llenaron de confusión y de incertidumbre ante el futuro. Bajo aquellas circunstancias, dos fueron los caminos de reacción de la gente. Uno era vivir guidados por el slogan: “Que cada uno se las apañe como pueda”. La otra opción fue: “O todos o ninguno”. Gracias a Dios, lo que ha prevalecido es la segunda opción, al menos hasta ahora.

Las consecuencias de la pandemia se dejaron sentir de manera diferente, dependiendo de las condiciones de vida de la gente. Para mucha gente pobre, el hambre se convirtió en su pan cotidiano. Con rapidez, se pusieron en marcha iniciativas para suministrar alimentos a la gente, tanto por el gobierno como por otras instituciones sociales. Se prometió y se aseguró que habría comida para todos. En algunos sitios, incluso, se ponía la comida delante de las puertas. Con pena hay que reconocer que se ha vuelto a repetir aquel conocido dicho que reza: “La montaña se puso de parto y dio a luz un ratón”.

        Bajo la situación de pandemia, restricciones y protocolos se impusieron a todos en orden a evitar el contagio; situación aquella que vino a denominarse como la nueva normalidad. La medida de mayor dificultad para cumplir fue, y todavía es, guardar la llamada distancia social. Hoy vemos que esta restricción ha traído más daño que beneficio. La gente recibió alimentos, pero fue aislada del resto, incluso de sus seres más queridos. El aislamiento llevó a la soledad, la soledad a la depresión e, incluso, a la muerte.

Decir cuánta gente ha sido y sigue siendo ayudada sería muy sencillo, pues es una cuestión de números, pero cuando uno se refiere a personas, los números son muy fríos. Habría que recordar aquí la lección de MaSibanda.

Los números y las estadísticas no pueden ser el criterio para evaluar la eficiencia de un proyecto, dado que los números y las estadísticas, por más fieles que sean, lejos de describir la realidad, vienen a ser factores que la distorsionan.

Lo importante es que una persona concreta o una familia determinada han sido ayudadas, que se han sentido ayudas, y, sobre todo, que han sentido que se les ha tomado en consideración, incluso por gente desconocida. Aquí tengo que dar las gracias a cada uno de los que nos habéis ayudado para poder así ayudar a otros. Este sentimiento fue y todavía sigue siendo para ellos el pan que mata el hambre del cuerpo y del alma.

[C]

        Durante la pasada celebración del Día de los Abuelos [25 de Julio], que tuvimos en nuestra parroquia, me encontré con una pareja muy anciana. El día antes, con la sola intención de protegerlos de contraer el virus, les había aconsejado que no vinieran a la Misa ni a la celebración. Al advertir mi sorpresa al verlos, el anciano me dijo: “No se preocupe, padre, es mejor morir juntos y celebrando que estar en casa solos y llorando”. Como dijo alguien: “El que tenga oídos, que oiga”.

P. David Fernández Díez CMM

Misionero de Mariannhill

 

Fotos: ARCHIVO CMM [Colombia]

Celebración de la Virgen del Carmen, día en el que se bendicen los vehículos en Colombia, por ser la Patrona de los conductores.