María, al servicio de la Misión (Candelaria 2021)


© Hna. Antonio Maria Thurnher CPS (+)

Mariannhill celebra cada 2 de Febrero, con rango de solemnidad litúrgica, su fiesta principal. En el número 261 de sus Constituciones se condensan las razones por las que esta fiesta litúrgica es la fiesta principal de la Congregación. A saber: Qué Cristo es la luz de todas las naciones y pueblos y que su Madre nos lo presentó. Cristo y María siempre juntos: juntos en el texto de las Constituciones y juntos en la vida espiritual y en el quehacer misionero de cada uno de los misioneros de Mariannhill. Como Misioneros de Mariannhill encontramos en esta fiesta la fuente de nuestra identidad, es decir, de nuestra espiritualidad y misión. Las reflexiones que siguen tratan de evidenciar cómo María siempre estuvo al servicio de la Misión de su Hijo.

(Las notas se encuentran al final del texto)

           María es esclava del Señor en su obra salvífica (1). Ha sido asociada en cuanto Madre del Salvador a la obra de salvación de su Hijo. A lo largo de toda su vida, María mantuvo esta actitud de servicio a Aquel que iba a salvar al pueblo de sus pecados (2).

A la hora de definir la misión de María y de calificar bien su cooperación a la obra del Hijo es necesario partir de aquella verdad según la cual Cristo es el único Mediador que ha reconciliado al hombre con Dios (3). Esta verdad es un principio absoluto del que hay que partir en todo análisis teológico. La obra de la redención es exclusiva de Dios y no es fruto de la mera posibilidad humana (4).

Afirma San Ambrosio: “Jesús no tenía necesidad de ayuda alguna para salvarnos” (5). No obstante, en su benevolencia y condescendencia, tomó de entre los hombres colaboradores que cooperasen a su obra redentora (6).

Y es que aquí donde hay que situar la especial cooperación de María a la obra de la salvación del Hijo (7). Tal cooperación se ha de explicar de tal manera que no pueda “comprometer la suficiencia y la abundancia de la Redención por Cristo, o su autonomía redentora, o la unicidad fundamental absoluta del Redentor y de su obra redentora” (8). De aquí que no sea legítimo considerar a María junto con Cristo como un único principio de salvación. María no es una magnitud que se yuxtapone a Cristo.

Hechas estas precisiones, conviene señalar que “la Iglesia no vacila en reconocer la función eficaz, aunque subordinada de María. Esto no constituye una provocación sino un testimonio a la verdad” (9). La verdad está en reconocer que Dios asoció de manera peculiar a María en la obra propia del Hijo y la subordinación en que “María no distribuye, claro está, su propia gracia, sino la gracia de Cristo, pues no hay otra” (10). Así se reconoce el número 60 de la Constitución Dogmática Lumen Gentium, en donde se afirma con toda claridad que Cristo es el único Mediador y que María ha sido llamada a cooperar de especial manera en la obra del Hijo (11).

En el número 61 de la misma Constitución Dogmática Lumen gentium se describe la particular colaboración de María en la obra salvadora del Hijo (12). En dicho número se nos presentan a María como “Socia Christi” en unión teologal con el mismo Cristo (13). Por esta asociación a la obra del Hijo en cuanto madre, María ha cooperado a la restauración de la vida sobrenatural en los hombres.

La maternidad espiritual de María respecto a los creyentes radica en su maternidad divina. El primer alumbramiento está orientado hacia los otros alumbramientos: Cristo quiso tener a los hombres por hermanos (14). En el parto de María acontece el alumbramiento espiritual del género humano a la vida nueva. María engendró al que iba a salvar al pueblo del pecado y vino a ser madre de todos los que a lo largo de la historia se beneficiarían de esta salvación (15). Por eso María engendrando y dando a luz al Salvador, “naciones lleva en su seno, naciones da a luz” (16).

La imagen bíblica de la Iglesia como Cuerpo de Cristo es clave para entender la maternidad espiritual de María respecto a los creyentes. En las cartas de la cautividad es un tema central la consideración de la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Es en estas cartas donde aparece Jesucristo como Cabeza. Desde este trasfondo afirmará san León Magno: “La generación de Cristo es el origen del pueblo cristiano. El día del nacimiento de la Cabeza es igualmente el día del nacimiento del Cuerpo” (17). Posteriormente señalará santo Tomás que “caput et membra sunt quasi una persona mystica” (18), por ello María es Madre de la Cabeza  a la par que del Cuerpo de aquella Cabeza. Y remacha san Agustín al decir: “Verdaderamente, María es también la Madre de los miembros de Cristo, que somos nosotros. Porque ha cooperado por la caridad a que naciesen los fieles en la Iglesia, que son los miembros de la Cabeza, de la que fue Madre de la carne” (19).

A la luz de lo que se ha dicho en relación al papel de María en la obra redentora del Hijo, entendemos mejor cuál ha de ser nuestro papel como Misioneros de Mariannhill en relación a esa misma obra. A saber: Estamos llamados a seguir ayudando a María, para que Ella continúe presentando a Cristo ante todas las naciones como la verdadera Luz.

 

P. Lino Herrero Prieto CMM

Misionero de Mariannhill

 

 

Notas:

 

1.- Cfr. Lumen Gentium, n. 60.

2.- Cfr. Lc 1, 31; Mt 1, 21. Cfr. Lumen Gentium, nn. 57-58; Sacrosanctum Concilium, n. 103; Presbyterorum Ordinis, n. 18; Apostolicam Actuositatem, n. 4.

3.- Cfr. 1Tim 2, 5-6; Rm 5, 15-17; Gal 3, 19ss; Heb 10, 14. Cfr. Denz., n. 1347. n. 1513.

4.- Cfr. DILLENSCHNEIDER, C., El Misterio de Nuestra Señora y nuestra devoción mariana, Salamanca 1965, p. 109: “Cristo, y sólo él, es el origen y la fuente de la Redención y de toda la gracia redentora. No sería posible modificar el estatuto tradicional de la doctrina de nuestra salvación”.

5.- S. AMBROSIO, Epístola 63 (P. L. 16, 1218).

6.- Cfr. Lumen Gentium, n. 62b.

7.- Cfr. Lumen Gentium, n. 62c.

8.- DILLENSCHNEIDER, C., o.c., p. 109.

9.- PHILIPS, G. La Iglesia y su Misterio en el Concilio Vaticano II, Barcelona 1969, p. 339.

10.- PHILIPS, G. o.c., p. 331.

11.- “Uno sólo es nuestro Mediador, según la palabra del Apóstol… Sin embargo, la misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye, en modo alguno, esta mediación única de Cristo, antes bien, sirve para demostrar su poder. Pues todo el influyo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta”.

12.- “La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la encarnación del Verbo, por disposición de la divina providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del divino Redentor y    compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia”.

13.- Cfr. LAURENTIN, R., María, Prototipo e imagen de la Iglesia, en MS IV/II,   Madrid 1975, p. 327.

14.- Cfr. Rm 8, 29.

15.- Cfr. BOFF, L. El rostro materno de Dios, Madrid 1979, p. 194.

16.- S. PAULINO DE NOLA, Carmen 25, 155-183 (C.S.E.L., 30, p. 59).

17.- S. LEÓN MAGNO, Sermo 26,2 (P.L. 54, 213 B).

18.- SANTO TOMÁS, Sth., III, q. 48, a. 2, ad 1.

19.- S. AGUSTÍN, De Sancta Virginitate, 6 (P.L., 40, 399).

 

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