21
Ago 23
Desde el Polo Norte
El P. Daniel Perreault CMM es un misionero de Mariannhill que ha venido trabajando desde hace años en aquella zona conocida como el Polo Norte y que para la inmensa mayoría de nosotros es del todo desconocida.
Reproducimos en esta ocasión la mayor parte de su última carta circular [Julio de 2023], donde habla de su trabajo en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción en la ciudad de Iqaluit, capital del territorio autónomo de Nunavut [Canadá], y de sus planes de futuro.
Como reza el viejo refrán: “Todo lo bueno se acaba”. Después de casi quince años de trabajo misionero en las dos parroquias católicas de la Isla de Baffin, en Nunavut, el mandato que recibí de mis superiores de Mariannhill llega a su fin el próximo 31 de julio. Mi desempeño pastoral en dichas parroquias – Iqaluit y Pond Inlet – ha sido muy diferente, teniendo en cuenta la diferencia de los contextos geográficos, culturales, étnicos y materiales de ambas.
Cuando llegué al Polo Norte no tenía ni idea de lo que me esperaba. En la parroquia de Iqaluit me encontré con una pequeña comunidad católica en busca de un nuevo impulso, con la esperanza de que el párroco recién llegado atrajera a más gente a la celebración de la misa dominical. Desde la primera reunión del consejo parroquial nos dimos cuenta de que quizá ese no era el planteamiento acertado y de que las cosas no iban a funcionar así. A lo largo del primer año de mi estancia llegamos a discernir cuál debía ser la prioridad principal para que nuestra comunidad cristiana creciera. Y eso no significaba necesariamente que aumentara el número de personas en la misa dominical. Tal prioridad consistía en que como parroquia católica pudiéramos influir en la población donde nos encontramos. Hay que tener en cuenta que por entonces los pocos cristianos Inuit – nativos del lugar – eran en su mayoría anglicanos y unos pocos de otras confesiones cristianas. La pequeña comunidad católica estaba formada por unos pocos francófonos y angloparlantes, provenientes de otras provincias canadienses, y por un nutrido grupo de católicos de Asia. Como es de suponer, todos ellos con formas muy distintas de pensar el futuro y de hacer las cosas. Así las cosas, ¿cuál fue entonces la prioridad por la que optamos? Nos decidimos por la evangelización de los bautizados en un contexto de descristianización masiva, no sólo en nuestra población de Iqaluit sino en toda Norteamérica y en otras latitudes del hemisferio norte. Aunque las causas de esta descristianización en gran medida se nos escapen, decidimos entonces hacer todo lo posible en orden a encontrar un remedio: que el mayor número posible de católicos de la parroquia, cada uno según sus carismas personales y las posibilidades concretas de sus condiciones de vida, tomen conciencia de que también son misioneros, actuando como tales.
La evangelización de los bautizados consiste en intentar llegar a todos aquellos que, de una o de otra manera, han estado en contacto con la fe cristiana y que se han separado de ella, la mayoría de las veces de manera inconsciente. Éste es el caso que de tiempo atrás se puede decir de la inmensa mayoría de la población católica de Iqaluit. Para la mayoría de ellos, la transmisión de la fe se detuvo en la generación de sus abuelos, aunque siguieran solicitando el bautismo y otros sacramentos. Los pocos que participan en la vida parroquial en su mayoría están desorientados y no saben por dónde empezar para que esta transmisión continúe a través de ellos. Se imaginan que con llevar a sus hijos a la iglesia será suficiente. Pero no es así. Por eso elegimos desde un principio herramientas que han resistido el paso del tiempo. El objetivo no era sino capacitar a quienes en la comunidad católica reconocen que ser discípulos es también ser misioneros, dándoles los medios y la formación necesarios para poner en práctica sus carismas.
Durante los dos primeros años, preparamos el terreno para concienciar de esta responsabilidad al mayor número posible de católicos. En una segunda etapa organizamos dos retiros parroquiales, basados en el método “Vida Nueva” de la Escuela de Evangelización San Andrés y en la creación de células parroquiales de evangelización, teniendo en cuenta que en nuestra comunidad católica la movilidad de creyentes es continua, dado que la permanencia, debido a razones laborales, no suele durar más de tres años. Para hacer posible este enfoque, fue necesario caer en la cuenta de que era absolutamente necesario un cambio de actitudes, un cambio de paradigma: que cada fiel católico se diera cuenta de que es un actor importante en el proceso de evangelización y que este proceso se alimentara constantemente con la oración personal y comunitaria. Cada discípulo misionero se debía comprometer a dedicar regularmente un tiempo a la adoración personal o a la Lectio Divina, que es una forma de meditación sobre las Sagradas Escrituras.
Entrar en este proceso de evangelización implicaba una verdadera conversión pastoral y personal. Dado que optar por esta prioridad afectaría a toda la vida de la parroquia, debía ser aceptada y vivida por el mayor número posible de fieles católicos. Para que todas las actividades normales de la parroquia no fueran vistas al margen de esta prioridad, sino que se imbuyeran del tenor de la misma, tenían que pasar a ser consideradas como oportunidades adicionales de evangelización. Hubo que tomar una decisión difícil, pero importante. En toda comunidad parroquial siempre hay personas más inclinadas hacia tal o cual espiritualidad o movimiento eclesial. Dado que nuestra parroquia era y sigue siendo pequeña, no nos quedó otro remedio que decidirnos por una única prioridad, en lugar de dividirnos en multitud de ellas, lo que habría tenido como efecto reducir considerablemente el impacto del proceso de evangelización. El objetivo no era formar grupos que se replegaran sobre sí mismos, por muy buenos que fueran, sino formar discípulos que se atrevieran a salir al mundo. Formar, en definitiva, una Iglesia en salida.
En las dos parroquias de Iqaluit y Pond-Inlet, donde he venido trabajando, muchos fieles – padres y abuelos – utilizan actualmente una nueva herramienta para la evangelización de los niños. También debo mencionar que esta herramienta se ha puesto a disposición de otras 8 parroquias católicas, gracias a la generosidad de algunos bienhechores. Dicha herramienta consiste en una serie de 30 cuadernillos, donde se narran otras tantas historias bíblicas con atrayentes ilustraciones, especialmente diseñados y adaptados para que los padres y abuelos se las puedan contar a los niños pequeños. Esto permite transmitir la fe de forma sencilla a los más pequeños y, a la par, que los padres participen realmente en esta tarea, por la que ofrecen el maravilloso regalo de Fe a sus hijos. He oído que a los hermanos mayores les gusta participar en esta transmisión.
En la parroquia de Iqaluit, el número de los fieles que atienden a las celebraciones dominicales se ha triplicado hasta el punto de que tenemos que añadir más sillas y no son pocos los que tienen que permanecer de pie durante la misa. No hay lugar para la autocomplacencia. El proceso de crecimiento debe continuar y extenderse a otras comunidades. Cuando miro a la asamblea dominical, puedo percibir que se siente feliz y eso me reconforta mucho.
Hay un punto muy importante que también me gustaría destacar. Desde el año 2009, los pastores de las distintas confesiones cristianas decidieron reunirse una vez al mes para rezar y alabar juntos a Dios. No son momentos de discusión, sino de comunión. Dado que compartimos muchos de los mismos retos y preocupaciones, estas reuniones, con Cristo en el centro, nos han acercado y reconfortado mutuamente. Esta amistad entre nosotros también ha permitido a nuestras comunidades reunirse en ocasiones especiales. Debo decir que echaré de menos estos momentos tan enriquecedores.
Las cosas son un tanto diferentes en la otra parroquia de Pond Inlet. Aquí también está claro que transmitir la fe no es tarea fácil. Los abuelos la transmiten como buenamente pueden, pero el contexto no ayuda mucho. La conciencia de que la evangelización es una responsabilidad de todos los discípulos y de que todos están llamados a la misión aún no ha calado realmente. Cuando el sacerdote está ausente, lo que ocurre con bastante frecuencia, dos o tres líderes se ponen de acuerdo para presidir las celebraciones de la Palabra, pero estos líderes ya son mayores y los católicos más jóvenes no se animan a implicarse. Sigue habiendo mucha rivalidad entre familias y clanes. Y todo ello se nota en la vida de la comunidad. Algunos jóvenes que serían capaces no se atreven por miedo al rechazo. Luego está el modo de vida tradicional, que no es malo en sí mismo, porque permite a la gente alejarse de las principales tentaciones de la ciudad: nada de televisión, nada de Internet, poco o nada de alcohol o drogas. La vida de la comunidad cristiana depende de la época del año. Cuando termina la noche polar y vuelve pujante la luz del día, da comienzo la temporada de la caza de focas, imprescindible para la provisión de alimentos y vestido. La caza de narvales se inicia a finales de verano. La acampada en el hielo con la caza del ganso y, por supuesto, la pesca de subsistencia prácticamente durante todo el año. Como cabe suponer, todo ello influye mucho en las actividades de la comunidad cristiana desde el punto de vista de la evangelización.
No quiero aburrirles contándoles la multitud de problemas materiales, con los que he venido encontrándome durante mis quince años de servicio pastoral en estas parroquias. Baste enumerar la cantidad de reparaciones que he tenido que hacer para evitar la congelación de determinados lugares. Estos problemas han sido, sin duda, mis pruebas más difíciles, sobre todo ahora que ya no puedo agazaparme bajo la casa a -35º C para desatascar una tubería o descongelar un depósito. Aunque se vislumbran algunas soluciones, falta mucho todavía.
Afortunadamente, el sacerdote que me va a sustituir está en buena forma y es bueno con las manos. Además todavía es capaz de acampar y podrá viajar con los Inuit durante las largas temporadas de caza. Residirá de manera permanente en Pond-Inlet, lo que supondrá un gran impulso a la vida de la comunidad parroquial.
Cuando podáis leer esta carta, ya habré salido de Nunavut, después de presentar a mi sucesor en la parroquia de Iqaluit. Tengo planes de pasar con él un par de semanas para informarle sobre la vida y la administración de la parroquia y garantizar así la continuidad del trabajo pastoral. Después de pasar un mes en Quebec, iré a Israel durante 3 meses para seguir unos cursos de Biblia en el contexto geográfico, histórico y geopolítico de la región. Será para mí como una forma de pasar página, aunque, no del todo, tengo que confesar. Y digo esto porque mi obispo me ha pedido que continúe como Vicario General de la diócesis durante los próximos dos años, mientras encuentra a alguien que me sustituya. Hasta la fecha, siempre he desempeñado estas funciones a distancia, utilizando la tecnología que conocemos. A finales de este año volveré a Sherbrooke. A partir del próximo años estaré a disposición de mi Congregación para ir a donde me envíen, probablemente a algún lugar un poco más cálido. Me encantaría tener la oportunidad de compartir mi experiencia de Iglesia en crecimiento con otros hermanos de Congregación en otras latitudes. Veremos qué disciernen mis superiores.
Me gustaría agradeceros vuestra paciencia al leer regularmente mis cartas circulares. Muchos de vosotros me habéis hecho preguntas, que he intentado responder lo mejor que he podido. Quiero agradeceros sobre todo vuestro apoyo en la oración y también vuestra generosidad material. Nunca me sentí solo, dado que contaba con toda una comunidad de hermanos, familiares, amigos y bienhechores. Seguiré enviándoles mis noticias y manteniéndoles informados de mi nueva misión.
P. Daniel Perreault CMM
Misionero de Mariannhill
27
Jul 23
Para servir a Dios y a la Iglesia
Para servir a Dios y a la Iglesia
Frt. Felizardo Luheia CMM ordenado diácono
FOTO [01]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]
En la tarde del pasado 2 de Junio de 2023 la Familia de Mariannhill en España pudo vivir unas horas de gozo con motivo de la ordenación diaconal de uno de sus miembros, el Frt. Felizardo Luheia CMM.
La celebración litúrgica tuvo lugar en la Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima [Salamanca/España] y fue presidida por el Obispo de la Diócesis, D. José Luis Retana Gozalo.
Acompañaban al nuevo diácono los misioneros de Mariannhill en España, amigos y bienhechores de esta familia misionera, así como feligreses de la parroquia donde tuvo lugar la celebración.
“Asístenos Dios todopoderoso, de quién procede toda gracia…..” Así es como comienza la Plegaria de Ordenación, leída por el Obispo, después de haber impuesto en silencio sus manos sobre la cabeza del que estaba siendo ordenado diácono. Con las palabras centrales de dicha Plegaria, que rezan: “Envía sobre él, Señor, tu Espíritu Santo, para que fortalecido con tu gracia de los siete dones, desempeñe con fidelidad el ministerio”, quedó el Frt. Felizardo ordenado diácono de la Iglesia.
Como, por otra parte, no puede ser de otra manera, detrás de la celebración quedan registradas no pocas horas de preparativos, en los que se implicaron muchas personas. Pero mucho más tiempo es el invertido en la formación de la vocación de este joven, desde los comienzos de la misma hasta la meta felizmente alcanzada. Mucho tiempo y no poco esfuerzo mancomunado de muchas personas, empezando por su familia, siguiendo por su familia religiosa, sin olvidar a todos aquellos que han ido pasando por su vida y han dejado en ella su variada contribución bienhechora. En la homilía el Obispo diocesano, apoyándose en las lecturas escogidas para la celebración, describió de manera sencilla, a la par que profunda, el significado del diaconado. Entre otras cosas dijo: “… Cuando nos entregamos así a Cristo y nos mostramos dóciles a su voluntad, de algún modo quedamos expropiados… Tú sabes que un diácono está llamado a vivir personalmente la Palabra de Dios de una manera intensa y fecunda… Nos la debes proclamar con exquisita fidelidad y con toda su belleza… Pero tus labios nos deben decir lo que debe gritar tu misma vida, porque la vida no debe contradecir lo que tus labios nos cuentan… Para poder ser mensajero, debes ser previamente oyente fiel del mensaje, hacerlo tuyo sin rutina por una parte y sin traición por otra… El diácono también tiene una vinculación especial con la caridad como entrega a los demás, particularmente a los pobres de cualquier tipo de pobreza… Cuida a los pobres con un servicio amoroso, un servicio lleno de respeto y de gratuidad… Que todos ellos puedan hallar en ti acogida, en tu corazón una palabra de esperanza, uan ayuda habitual y una compasión sincera… Digamos, por último, que el diácono que da el paso que tú vas a dar esta tarde, para recibir en un tiempo prudencial el sacramento del orden sacerdotal, hace promesa de celibato. Hoy tu vida se desposa con Jesucristo… Cuida tu corazón para que esta pertenencia libre y amorosa al Señor no tenga ningún rival. Qué nada ni nadie ocupe en tu corazón el lugar que sólo le corresponde al Señor. Procura ser limpio de corazón. Ten un corazón que ama sin buscarse a sí mismo, que ame sin poseer, lleno de respeto a la otra persona. Sin intenciones torcidas, tratando al otro como tierra sagrada. Reconoce en cada persona el rostro de Cristo. Ten un corazón y un amor indiviso a Dios, sin compartirlo con otros amores, porque el amor a Dios es el único que unifica nuestro corazón. Para ello es necesario una madurez humana en la afectividad, siempre necesitada de vigilancia. Conjuga proximidad y distancia. Delicadeza y firmeza. Exigencia y bondad, que te ayudarán a no invadir el espacio íntimo del otro. Esta distancia supone, a veces, soledad, aunque nosotros sabemos que con Dios nunca estamos solos… No dejemos de pedir por las vocaciones. Es nuestra más urgente necesidad eclesial. Bendito sea el Señor que nos bendice a través de este joven que va a ser ordenado diácono. Cada uno desde donde se encuentra en la vida de la Iglesia, colabore con su oración, su disponibilidad y su afecto en suscitar jóvenes vocaciones. No dejemos de rezar por las vocaciones al sacerdocio. Y pidamos por la santidad de los sacerdotes. Como María, creemos que lo imposible para nosotros, es posible para Dios, que es el que llama”.
FOTO [02]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]
Después del escrutinio o interrogatorio y, una vez que el ordenando hizo la promesa de celibato, éste se postró en el suelo mientras se cantaban las Letanías de los Santos.
Después del escrutinio o interrogatorio y, una vez que el ordenando hizo la promesa de celibato, éste se postró en el suelo mientras se cantaban las Letanías de los Santos. La invocación de los Santos recuerda al ordenado que sólo con la ayuda de la gracia de Dios va a poder realizar lo que Dios le pide y aquello a lo que se compromete. El momento central de la celebración aconteció cuando el Obispo le impuso las manos en silencio y leyó la plegaria de Ordenación. Ya ordenado diácono, otro diácono le impuso la estola y la dalmática, ornamentos litúrgicos que resaltan la función sagrada del que los viste. Siguiendo el Ritual, el Obispo le hizo entrega del libro de los Evangelios a fin de que convierta en fe viva lo que lea y cumpla lo que enseñe. El rito de ordenación terminó con el abrazo del Obispo y de los otros diáconos presentes en la celebración.
FOTO [03]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]
El momento central de la celebración aconteció cuando el Obispo le impuso las manos en silencio y leyó la plegaria de Ordenación.
Acto seguido el nuevo diácono comenzó a servir como tal, preparando el Altar. En el momento de la paz fue saludando, uno por uno, a todos los sacerdotes concelebrantes.
Al final de la celebración el diácono Frt. Felizardo se dirigió a la asamblea con estas palabras, que compendian los sentimientos, que en aquella hora gozosa llenaban el corazón del Frt. Felizardo: “Agradecimiento, en primer lugar, a Dios por el don de la vida y de la vocación; en segundo lugar, a mis padres ya fallecidos, que, aunque no eran católicos, siempre me apoyaron para yo llevara adelante mi vocación. Mi agradecimiento se extiende también a los Misioneros de Mariannhill, aquí presentes, que son mi segunda familia y que me han venido acompañando en este proceso formativo, tanto académico como espiritual. Agradezco, de modo especial, al Obispo, Don José Luis, porque a través de él he recibido este Sagrado Orden del Diaconado, y también a Don Juan Pedro por aceptar que esta celebración tuviera lugar aquí en su Parroquia. No debo olvidar al coro que ha animado esta celebración. A todos vosotros, amigos, conocidos y colegas, aquí presentes, muchísimas gracias por vuestra presencia”.
P. Lino Herrero Prieto CMM
Misionero de Mariannhill
FOTO [04]: ESTUDIO MIGUEL ÁNGEL [SALAMANCA]
El nuevo diácono preparando el Altar.
27
Jul 23
Novena y Viacrucis
Aquellas personas que deseen más información
sobre la vida del Siervo de Dios, Abad Francisco Pfanner,
o que crean haber recibido alguna gracia o favor
por su intercesión,
se ruega lo comuniquen a una de las siguientes
direcciones de los Misioneros de Mariannhill en España:
27
Jul 23
AMAR AL AMOR DE LOS AMORES
(Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús – 16 de Junio de 2023)
Queridos hermanos: como hemos visto estos días de la novena, «el Corazón de Cristo es el centro de la fe cristiana. La Sagrada Escritura lo atestigua, los papas del último siglo así lo confirman, y la experiencia del pueblo de Dios lo ratifica. Dios es Amor (1Jn.4,8), y nos ha amado hasta el extremo: hasta hacerse hombre y compartir su vida con nosotros, hasta entregarse y morir crucificado, hasta quedarse vivo y palpitante en la Eucaristía».[1] Por eso seguirá repitiendo, hasta el final de los tiempos, con cada latido de su Corazón: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».” (Mt.11,25-30)… Pero ¡qué poquitos van a Él y se dejan aliviar por Él!
San Francisco de Asís pasaba noches enteras en oración. El recuerdo de su Señor Crucificado le quemaba como fuego, produciéndole una extraña mezcla de gozo y dolor, de pena y de alegría. Y decía: «Cuando pienso en la humildad de mi Señor Redentor, que cuando era calumniado, callaba; cuando era golpeado, no amenazaba; cuando era insultado, no protestaba… Cuando pienso en la paciencia infinita de mi Señor Jesucristo, siento ganas de llorar, […] Y cuando pienso que todo eso lo hizo por nuestro amor, ¡oh!, siento volverme loco y me nacen alas para volar sobre el mundo gritando: “El Amor no es amado, el Amor no es amado”».
¿Qué significa eso de que «el Amor no es amado»? ¿Cómo es posible que el Amor, Jesucristo, nuestro Señor, no sea amado por la Humanidad? Jesucristo es la Palabra salida de la boca del Padre. Jesucristo es el Amor del Padre. Jesucristo es el gran amador del Padre. Jesucristo llega a decir: “Quien me ve a mí, ve a mi Padre. Quien recibe a un niño, un enfermo, un pobre, un marginado de la sociedad, me recibe a mí”. Y es que Jesucristo sólo tenía una palabra, un deseo, una fijación: su Padre. Por eso llega a confesar: que su alimento y su alegría, es hacer la voluntad de su Padre, pues nadie ha amado tanto al Padre como el Hijo, y nadie ha amado tanto al Hijo como el Padre.
Queridos hermanos: Dios amó tanto al mundo, que entregó a su único Hijo, para hacernos hijos en el Hijo. Por eso, Jesús dirá: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado”. (Jn14,23-24). Por eso, hermano, hermana, cuando amas a Jesucristo, amas al Padre, y los dos junto con el Espíritu Santo amarán y vivirán en ti. Mis queridos hermanos: ¡Amemos al Amor, al Amor de los Amores!”[2]
Pero será el propio Corazón de Jesús el que lo anunciará personalmente, a través de algunos santos, como santa Margarita María de Alacoque, al descubrirle su Corazón envuelto en llamas de Amor, el 16 de junio de 1657, mientras le decía: «He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres, que no ha omitido nada hasta agotarse y consumirse para manifestarles su amor, y por todo reconocimiento, no recibe de la mayor parte más que ingratitudes, desprecios, irreverencias y tibiezas que tienen para mí en este sacramento de amor (la Eucaristía). Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan.» Y le hará a Santa Margarita María una sorprendente propuesta, una súplica, casi mendicidad: “Al menos tú, ámame”.
Con esa petición de amor, Jesús no se limitaba sólo a los oídos de aquella santa… su Sagrado Corazón quería que todos los hombres escucháramos su mensaje de amor y misericordia. Por eso, hoy nos está diciendo estas mismas palabras a cada uno nosotros; hoy, te las está susurrando al oído, al corazón. Él te está llamando por tu nombre, está intentando enamorarte, para llevarte al desierto y hablarte al corazón (cf. Os.2,14). Para que al final, puedas decir con Jeremías: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir” (Jer.20,7). Me enamoraste y me dejé enamorar; y aprendí el Amor, el Amor verdadero, que eres Tú, y te amé.
Querido hermano, querida hermana: Hoy, Jesucristo, Nuestro Señor, te descubre a ti su Corazón traspasado y ardiente de Amor y te dice: “He aquí este Corazón, que ha amado tanto a los hombres, que no se ha reservado nada hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y en respuesta no recibo de la mayor parte sino ingratitud […] Por eso, … Al menos tú,… ámame.” Recordemos las palabras de san Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.” (1Jn.4,10), y abrámosle, también, nuestro corazón, diciendo: “¡Gracias, Señor!, Tú hiciste todo esto por mí… ¿Qué puedo hacer yo ahora por ti?”… Y la mejor manera de reparar y saciar la sed de amor del Corazón de Cristo es practicar el amor concreto con el prójimo concreto.
Quien acepta el Amor de Dios queda necesariamente marcado por ese Amor. Quien llega a experimentar el Amor de Dios queda tocado por una llamada especial de Dios que le pide vivir para amar. Esto es lo que desea Jesús de aquellos que le aman: que lleguen a amar como Él nos ama, que lleguen a participar con Él de la salvación del mundo, que está perdido sin Dios. Su amor misericordioso nos provoca el deseo de participar en su obra de salvación y nos convierte en sus instrumentos, hace que nuestra vida se convierta, también, para los demás, en un manantial del que manan “ríos de agua viva” (Jn.7,38). San Juan dirá: “En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1Jn.3,16). Queridos hermanos: Necesitamos hacer esta experiencia hondísima y viva del amor dado por Dios para convertirnos en verdaderos creyentes capaces de amar hoy hasta dar la vida.
Así, nuestra identidad como cristianos e hijos de Dios, se irá configurando a imagen y semejanza de la suya y nos iremos pareciendo cada vez mas a Jesús. Y no es que Jesucristo vaya a anular nuestra personalidad o que vayamos a perder toda la belleza que Dios ha puesto en nosotros. ¡Es algo mucho mejor! Es que, sin dejar de ser nosotros mismos, comenzaremos a vivir con la alegría, la paciencia y la ternura de Jesús, pues será Cristo mismo el que viva y actúe en nosotros (cf. Gál.2,20). Queridos hermanos: ¡Nadie nos ama como Cristo y nadie puede ayudarnos mejor que Él! Tan solo nos pide que confiemos en su Amor en todas las circunstancias, cuando las cosas van bien y cuando parece que todo se hunde. Pase lo que pase, Él está siempre a nuestro lado. Por eso nos repite siempre, una vez más: “Al menos tú, ámame”. La pregunta clave es: ¿Queréis amar, de verdad, al Amor?, ¿al Amor de los amores?
¡Sagrado Corazón
de Jesús. En vos confío!
[1] Mons. Munilla
[2] Cf. Marlene Suárez Francia (Lic. Teología Espiritual- U.P. Comillas-Madrid)