I
Se cumplen hoy 75 años de la muerte del Beato Engelmar Hubert Unzeitig. Este sacerdote y misionero de Mariannhill murió a la edad de 34 años en el Campo de Concentración de Dachau [Alemania]. Allí estuvo confinado casi cuatro años. Por fuera, era el prisionero número 26.147; pero por dentro, un fiel religioso, un celoso sacerdote, un valiente misionero y todo un gigante de la caridad cristiana.
Terminó sus días en coherencia con la que había sido la tónica de su existencia, ofreciéndose voluntario para atender a los enfermos, víctimas de una epidemia de tifus. En pocas semanas contrajo él la enfermedad y, amaneciendo el 2 de marzo de 1945, moría de tifus el que había ayudado a tantos moribundos a bien morir.
El Beato Engelmar había nacido el 1 de marzo de 1911 en Greifendorf, hoy República Checa. Queriendo ser misionero, ingresó en 1934 en el noviciado de Mariannhill en Holanda. Después de realizar los estudios de filosofía y teología en Würzburg [Alemania], fue ordenado sacerdote el 6 de agosto de 1939. Sus cenizas, que salieron providencialmente del Campo, reposan en la iglesia de Mariannhill en Würzburg.
II
El día de nuestro bautismo recibimos de Dios dos llamadas o vocaciones. A saber: a la santidad y a la misión.
¿Cómo vivir estas dos llamadas? ¿Con qué talante hemos de llevar a cabo las implicaciones de ambas vocaciones? ¿Cuáles serían las notas características de su puesta en práctica? ¿Cuáles, en definitiva, serían las reglas de su gramática?
En la Exhortación Apostólica Gaudete et Exultate enumera el papa Francisco un conjunto de tales notas y reglas, refiriéndolas a la santidad. Pero, bien miradas, esas notas y reglas no se aplican únicamente a la santidad, sino que también han de caracterizar el modo cómo realizar la tarea misionera.
Sin pretender ser exhaustivo, paso a enumerar algunas de ellas, destacando, a la par, cómo las vivió el Beato Engelmar y cómo él puede venir a ser para todos nosotros un modelo a imitar en todo ello.
III
1.- AGUANTE (Cfr. GE 112): El santo/el misionero no es un flojo; al contrario, ha de saberse cimentado en la roca de Dios, quien posibilita salir airoso de las tempestades.
El 18 de Julio de 1943 el Beato Engelmar escribió: “Ninguno tenemos morada permanente aquí en la tierra. Todos buscamos nuestra casa eterna, que está en el cielo. ¡Cuántos son los que ahora han quedado sin hogar en el frente el Oeste! Los acontecimientos de cada día nos hablan de forma poderosa acerca de lo transitorio de las cosas de la tierra y de las invitaciones que Dios nos hace para poner toda nuestra esperanza en Él, conformando todos nuestros pensamientos y deseos con su voluntad y alabándole, en las alegrías y en las penas, por su gran amor”.
2.- PACIENCIA (GE 174, 225): El santo/el misionero no es un inestable; al contrario, ha de vivir los tiempos de Dios, evitando imponer a Dios y a los demás ritmos que nacen de la ansiedad.
En una carta del 5 de Abril de 1942 el Beato Engelmar escribió: “Vuelve Dios a hablar en la hora presente con un lenguaje muy claro, mediante signos y portentos, asegurando que no abandona a aquellos, que ponen en Él su confianza. Incluso los enemigos – así me lo ha contado Walter [su seudónimo] – tienen que admitir que, cuando los fieles se encuentran en necesidad, si rezan, son escuchados. Por eso, ¡valor y confianza! Walter [su seudónimo] sería capaz de escribir un libro acerca de todo ello”.
3.- MANSEDUMBRE (Cfr. GE 116): El santo/el misionero no es un protagonista acaparador; al contrario, ha de ser consciente que, en el servicio de Dios, pisar de puntillas deja una profunda huella.
En vísperas de su primera Navidad en reclusión, el 15 de Diciembre de 1941, el Beato Engelmar escribió a sus suyos: “Lo que, a veces, nos parece una desgracia se convierte, a menudo, en la más grande de las fortunas… No nos deberíamos sorprender, si Dios nos quita de nuestras manos cosas, que nos son muy queridas y preciosas. Con todo, lo que de verdad importa, más que la felicidad, es saber que Dios, fuente de toda bendición y paz, está en nuestros corazones”.
4.- HUMILDAD (Cfr. GE 118): El santo/el misionero no es soberbio; al contrario, ha de aprender que para lograr ser humilde ha de aceptar la conveniencia de ser humillado.
El 5 de Abril de 1942 el Beato Engelmar escribió: “Así como Cristo alcanzó la gloria por medio del sufrimiento y de la cruz, así también nosotros. Al igual que Él se ofreció por nosotros, así también nosotros, por los sufrimientos presentes, podemos ayudar para que sean muchos los que alcancen la felicidad eterna”.
5.- ALEGRÍA (GE 122): El santo/el misionero no es un amargado, que camina con los hombros caídos; al contrario, con talante positivo ha de ir aportando razones para vivir esperanzados.
El 4 de Julio de 1943 el Beato Engelmar escribió: “¡Qué dulce resulta todo, cuando uno lo hace por agradar a otro! A uno le faltan palabras para expresar lo bueno y agradable que es servir a Dios, dándole gracias por cada cosa, sea alegre o dolorosa. ¡Qué fácil resulta todo, cuando uno obra buscando ofrecer consuelo y ayuda a los otros en su necesidad! El desconcierto surge cuando uno experimenta su propia miseria e indignidad; pero yo confío plenamente en que Dios es feliz, aunque sólo sea viendo mi buena voluntad”.
6.- AUDACIA (GE 130): El santo/el misionero no es un apocado; al contrario, ha de implicarse en el servicio del Evangelio, consciente que se va a complicar la existencia.
Todavía no llevaba un año confinado en Dachau, el 25 de Enero de 1942, el Beato Engelmar escribió a los suyos: “Donde quiera que uno se encuentre, siempre contará con oportunidades para ir adquiriendo experiencia y desarrollar nuevas ideas… Todavía me queda un largo camino por recorrer para llegar a ser otro Cristo; es decir, un pastor de almas como él”.
7.- FERVOR (GE 138): El santo/el misionero no es un funcionario; al contrario, urgido por la caridad de Cristo, ha de inflamar todo lo que se encuentra a su paso.
El 14 de Noviembre de 1943 el Beato Engelmar escribió: “Pido por las intenciones de todos aquellos, que, extendidos por toda la Iglesia, trabajan por el Reino. Ello me proporciona un continuo aliento apostólico, haciendo que el horizonte de mi mirada se amplíe. De tal forma que uno puede venir a ser un activo misionero, aunque no esté en misiones; porque, en definitiva, sólo la gracia de Dios puede convertir a otros”.
8.- CONTANDO CON LA COMUNIDAD (GE 140): El santo/el misionero no es un francotirador, que va de sobrado; al contrario, sabe bien que el éxito de la empresa depende del apoyo de la comunidad cristiana.
El 28 de Junio de 1942 el Beato Engelmar escribió: “Un soldado de Cristo, como así lo hace todo auténtico soldado, cumple con su deber, incluso aunque tenga el corazón herido y su paso sea vacilante… Estoy convencido de que si Dios tiene alguna tarea pensada en el futuro para Walter [su seudónimo], le protegerá, incluso si sus mismos familiares ya no le puedan ayudar… Lo que Dios haga siempre está bien hecho, como dice la letra de una popular canción religiosa alemana. Seguro que algunos de sus compañeros habrán ya dado el paso hacia la eternidad. Dios ha aceptado el sacrificio de sus vidas. Sea alabada su santa voluntad”.
9.- APOYADO EN LA ORACIÓN (GE 147): El santo/el misionero no es un creído y un prepotente; al contrario, sabe dónde está la fuente viva que aporta sentido y energía a sus desvelos.
A las pocas semanas de haber sido confinado en Dachau, el 7 de Septiembre 1941, el Beato Engelmar escribió a su familia lo siguiente: “Intento aprovechar el tiempo lo mejor que puedo, a fin de avanzar en perfección espiritual y religiosa. En mi plan de vida la oración y la penitencia ocupan un lugar muy destacado”.
10.- LISTO PARA EL COMBATE (GE 159): El santo/el misionero no es un ingenuo insensato; al contrario, sabe que su lucha tiene tres frentes: el mundo, la carne y el demonio.
El Beato Engelmar escribió el 22 de Marzo de 1942: “Dios ha tenido a bien colocar a Walter [su seudónimo] en un retiro un tanto especial, en sintonía con la grandeza y la urgencia de los tiempos. Por otra parte, él ya está acostumbrado a la disciplina militar; además, milicia es la vida del hombre sobre la tierra. Ahora todos ven con claridad, incluso aquellos que no lo querían aceptar, que no solo el coraje y la valentía, sino también la paciencia y la serena perseverancia son grandes virtudes. De momento, él puede todavía darse por satisfecho”.
11.- EN ESTADO DE DISCERNIMIENTO (GE 166): El santo/el misionero no es un superficial inconsciente; al contrario, porque sabe que las apariencias engañan, por eso vive en estado de discernimiento.
En una carta escrita el 15 de Agosto de 1943 el Beato Engelmar dice: “Reconozcamos cómo Dios va llevando adelante todas las cosas. Dios siempre hace todo bien… En efecto, Dios no necesita de nosotros.
Él sólo espera nuestro amor, nuestra entrega y nuestro sacrificio. De esta manera, yo también espero ser de alguna ayuda a las innumerables personas que se han quedado sin hogar, a los necesitados y desesperados, especialmente aquellos que están en las ciudades que han sido más castigadas. Estoy convencido de que Dios nos ha sacado del trabajo pastoral en vanguardia, a fin de que nosotros, como si de una multitud ingente de orantes se tratara, imploremos de Dios, mediante la oración y el sacrificio, la gracia y la misericordia para nuestros hermanos y hermanas que están fuera de aquí”.
12.- CUIDANDO LOS DETALLES (GE 144): El santo/el misionero no se pierde en generalidades estériles; al contrario, sabe que debe bajar a la arena de la vida diaria la riqueza de sus convicciones.
Unas semanas antes de su muerte, el 14 de Enero de 1945, el Beato Engelmar escribió: “En nuestras manos está buscar en todo la gloria de Dios y hacer felices a los demás. Obrando así, conseguiremos la más grande de las recompensas y la vida se tornará más llevadera. Con esta intención hago uso de los bienes que recibo, enviados por mis seres queridos a nuestra reclusión compartiéndolos con otros; ya que no todos tienen la suerte de recibir algo”.
IV
Queridos hermanos: Hemos repasado, de la mano del papa Francisco, las reglas de aquella gramática, aplicables tanto a la vivencia de la vocación a la santidad así como a la llamada a la misión, que todo bautizado estaría comprometido a guardar. Y lo hemos hecho mirando al Beato Engelmar, para aprender de él cómo ser santos y misioneros. A él, que nos ha dado el ejemplo, nos encomendamos para que nos ayude en este empeño y en todas nuestras necesidades. Así sea.
P. Lino Herrero Prieto CMM
Misionero de Mariannhill