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Reproducimos la traducción de una carta bien interesante, en la que se menciona al Fundador de Mariannhill, el Siervo de Dios, Abad Francisco Pfanner.
La carta en cuestión lleva fecha del 3 de Enero del año 1887 y fue escrita por el sacerdote diocesano alemán, Dr. D. Lorenzo Hopfenmüller, e iba dirigida al religioso salvatoriano, P. Lüthen.
Reverendo Padre: Desde hace tiempo siento inclinaciones para entrar en una orden misionera. Una vez que ha muerto mi anciana madre, el pasado uno de enero, y ya no tengo que ocuparme de nadie más en este mundo; me impulsa, más fuerte que nunca, el sentimiento de corresponder a esta inclinación y de examinar a fondo mi vocación. Al hacer este examen, reconozco que siento una inclinación preferente para dedicarme a los países de misión.
Nuestro pueblo europeo se encuentra en degeneración y su suele no aceptar ya el rocío celestial. Por esta razón: ¿no se debería reconocer el soplo del Espíritu en el celo cada vez más grande por las misiones extranjeras, el cual quiere llevar a los países jóvenes la divina semilla despreciada por el pueblo cristiano europeo, a fin de hacer surgir allí un nuevo brote de su Reino eternamente verde, en lugar del viejo?
¿No debería ser yo, también, un tal instrumento -eso me pienso- y ofrecerme a Dios para esta obra, especialmente cuando el Santo Padre ha insistido en su encíclica sobre las misiones y desea ardientemente que muchos se hagan misioneros? ¿No eres demasiado mayor -me pregunto-, estando ya en los 43 años de tu vida, para realizar esta obra? ¿Podrás aprender todavía las lenguas extranjeras necesarias, lo que con la edad se hace más difícil?
Sobre esto pregunté al abad de los trapenses, P. Franz, de Mariannhill en Sudáfrica, cuando estuve en Bamberg, y me respondió: ‘numquam sero!’ (¡nunca es demasiado tarde!).
Sano y vigoroso estoy todavía y puedo aguantar mucho. Por lo tanto, el resto de mi vida se podría utilizar para esta tarea y la gracia de Dios podría suplir la memoria que me falte para aprender las lenguas necesarias.
Pero la siguiente pregunta es: ¿Dónde? Cierta vez, en una de sus cartas me escribió: ‘Espero verle nuevamente con nosotros; y me alegraría que entrara en mayor trato conmigo.’ Más o menos. Esto me invita a intercambiar estas ideas en primer lugar con usted. Me gustaría, pues, preguntar: ¿No se encuentra su Congregación todavía demasiado lejos de recibir de Propaganda Fide un campo misional, del que ella pueda hacerse cargo? En caso positivo, ¿podría ser útil para esta tarea? o ¿quizá sea la voluntad de Dios que no trabaje directamente en las misiones, sino en la educación de jóvenes que vayan a las misiones, y así, al menos, trabajar indirectamente por las misiones? Pero, ¿tendrá su Congregación consistencia? Los apoyos mencionados en el Missionär son, por ejemplo, más escasos que los publicados por N.N. Sin embargo esto no me afecta en demasía, ya que albergo suficiente confianza en Dios, en el sentido de que El no dejará en la estancada una obra que debe servir para su gloria y para edificación de su Reino.
Mientras pondero todo esto con ocasión de sus palabras anteriores, me seduce la empresa del abad trapense, P. Franz, en el Sur de Africa. Allí se ha instaurado ya un campo misional y parece que la actividad misional está muy en consonancia con la antigua actividad benedictina de los trapenses, en la medida en que, no solo enseñan a los pueblos paganos a rezar y a conocer las cosas celestiales, sino que también les enseñan a trabajar y lo hacen de manera práctica, mediante el ejemplo del propio trabajo. ¿No sería, pues, mejor, que yo me hiciera Trapense, y que trabajara allí por el Reino de Dios? El P. Franz me dijo que sería bueno mirar también en otras instituciones.
Los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús en Tilburg y, ahora, en Amberes, -los cuales son, también, todos alemanes y han aceptado recientemente, y con mucho valor, la amplia misión de Micronesia y de Malasia en Australia- tienen una conocida mía de Bamberg, que está en la rama femenina de la Congregación en Issoudum y se ha preparado, allí también, para la misión de Australia, una referencia. Esta me ha pedido ya, insistentemente, que me una a su Congregación. En este devaneo de mis pensamientos quisiera llegar ya a una cristalización de los mismos, y, además de la oración que yo mismo hago con este fin y que he pedido a otros que hagan también, me gustaría recibir, también, su opinión y su consejo, que le pido me haga llegar.
Quizá puede Vd. también informar y preguntar al superior de la Congregación, al P. Francisco Jordán. Una vez que yo mismo he empleado los medios posibles, tanto humanos como divinos, llegaré ciertamente a conocer la voluntad de Dios; voluntad de Dios, que podría expresarse así: tú estás llamado a esto y a aquello. En ese caso, la seguiré con la ayuda de Dios. En caso de que diga: tú no estás llamado para las misiones, sino que debes seguir siendo un párroco en Baviera, también me parecería bien. Me gustaría incluir un sello para la carta de contestación, pero no tengo ninguno italiano. Envíe, pues, la carta sin franquear. Me despido deseando a Vd. y a toda la Congregación, junto con sus superiores y con todos los miembros, la protección y la ayuda de Dios. Les encomiendo a María y a los Apóstoles, deseándoles un feliz Año Nuevo. Con todos los respetos.
Lorenzo Hopfenmüller, párroco